CRÍTICA. La clasificación de “musical” para el filme ‘Sigo siendo’ del peruano Javier Corcuera es insuficiente y limitadora para este trabajo policoral y con múltiples miradas. El director realiza una inmersión musical, por supuesto, y nos alimenta sin atiborrarnos con numerosos platos musicales que se producen exclusivamente en su país. Los dosifica, con la misma disposición en la que organiza la narración, según el territorio de los que emergen. Selva, montaña y costa es la trilogía paisajística en la que enmarca otras asociadas al terreno en que se mueven los protagonistas.
La selva es el reino del yo, individuo enfrentado a su propia soledad y aliado con la naturaleza; la costa se hace corpórea en la ciudad, en concreto Lima, exhibida como destino último de una migración permanente de los lugareños y convertida en el lugar de encuentro colectivo de un grupo que se enfrenta a su entorno, agresivo y alienante. La montaña representa el camino y la metáfora de la transición desde la vida natural, justa y primitiva hacia la vida urbana, artificial y culmen de las desigualdades. Esa trilogía tiene también su valor equivalente de representación: la selva es la espiritualidad y el conocimiento profundo, la sierra se define como espacio de encuentro cultural, y la costa equivale a caos y a la pérdida de la tradición popular -“La música se lleva en la sangre, pero algunos tienen mala circulación”, se dice entre bromas -. La complejidad musical se incrementa en ese tránsito, desde la pura melodía vocal en la selva hasta la rica plantilla instrumental de la música en la costa. En medio, la sierra también es el punto intermedio entre esos opuestos, con diversas modalidades de formaciones musicales en la que está siempre presente el violín.
Teniendo en mente esa posible interpretación del documental, se aprecia mejor el diferente tratamiento fílmico de cada uno de los espacios. El comienzo, dedicado a una cantante shipiba en la selva, es espectacular. Todo es belleza, armonía, paz y recogimiento; un espacio idóneo para la introspección y la reflexión, como se explicita en las reflexiones de la cantante indígena, las únicas que aparecen en el transcurso de la narración.
Al contrario, el realizador tiene una mirada hostil hacia Lima, que contempla a través del hacinamiento de casas, del tráfico imposible y el ruido enervante. Las escenas musicales son en interiores y colectivas, un trato igualitario para todos, en las que desfilan figuras importantes de la música peruana actual ligadas a la tradición.
Se detiene el realizador, quizá en exceso, en la mirada a la sierra, que describe prolijamente a través de paisajes, escenas grupales y diálogos en el interior de las casas.
Javier Corcuera utiliza la figura de Máximo Damián “Don Maxi” y su violín como engarce del periplo musical que le lleva a todos lados; incluso con el artificioso recurso de un homenaje a un amigo que motiva su presencia en un desfile de zapateos negros, que da lugar a otra de las bellas estampas que proliferan en la película. Le releva en esa función el violinista Andrés “Chimango” Lares en el último tramo del periplo para llegar a la ciudad.
Parece un relevo innecesario, pero aunque Sigo siendo es un documento integrador porque no hay prioridades ni divisiones entre los protagonistas, sean indígenas, mestizos o negros, también es un registro de la desigualdad e injusticia sociales, que se explicitan en una última secuencia mostrando al violinista Andrés “Chimango” en su trabajo como heladero en la playa. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA:
Alcances 46ª edición de la Muestra Cinematográfica del Atlántico.
Programa: Sección Musicales.
SIGO SIENDO (2013, 123 min.) Dirección y producción: Javier Corcuera. Guión: Javier Corcuera y Ana de Prada. Fotografía: Jordi Abusada. V.O.S.E.
Lugar y día de exhibición: Cádiz, 8 de setiembre de 2014.