CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Por miedo al infectante coronavirus jugamos al despiste por ver si alguna estrategia nos da resultado y lo mareamos hasta desgastarlo a la espera de una eficaz vacuna que lo venza definitivamente. Así que, como en un invento de niños vamos sorteando al común enemigo:_ ¡Tú la llevas!
_ No, entre todos (afirma el maestro).
_ ¡Si te juntas con esa niña, no te cambio el cromo!
_ No, tenéis que ser todos amiguitos (aconseja la maestra).
_ No se ponen de acuerdo ¿chiflo?
_ No, llegarán a un acuerdo (intuyen el joven y el viejo docente).
_ ¿Y si hago caballo alfil?
_ Mira el tablero del ajedrez, el peón se hace reina (indica el profesor).
_ ¡Con la sota, gano la partida!
_ Ten en cuenta los ases (advierte la profesora).
Se denota, observando las circunstancias, que hemos poseído la gran fortuna de haber tenido maestros y profesores ejemplares que han dejado su inmortal huella en todos nosotros y desde cualquier lugar donde se ubicasen sus clases y a los cuales, en momentos de enigmático futuro, recurrimos sin ser conscientes de cuánto nos han aportado para poder sobrevivir.
Nos adentramos en las zonas más recónditas del recuerdo, casi en el olvido y apenas nos percatarnos de que fueron ellos/as quienes nos indicaron, incluso con gestos, los juegos de seguros malabaristas que nos permitiesen reflexionar para acertar con la respuesta a dar en cada realidad a lo largo de nuestra existencia. Aún echamos mano de sus peculiares sabidurías y sería oportuno reconocer y decirlo sin pronunciar palabra que, más sabe un adulto por haber sido niño con buenos maestros que por adulto.
_ ¿Cantamos mientras marchamos?
_ Sí, cantamos y aprendemos.
“Y todo un coro infantil va cantando la lección: mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón”. Y un millón de estrellas para los docentes de todos los tiempos. DIARIO Bahía de Cádiz