CARTA AL DIRECTOR enviada por: Laura Díaz Villafaina, de El Puerto
Si me hubieran dicho a principios del presente año que no iba a casarme por un virus venido de los confines más remotos para mí (entiéndase bien por el lector, que está hablando una gaditana), no me lo hubiera creído. El sentido del humor de la vida, o el karma, si quieren llamarlo así, es bastante peculiar, pero del todo constructivo.
Efectivamente, a medida que los españoles íbamos tomando conciencia de que el Covid-19 no iba de farol, hará unas semanas, mi traje de novia se iba evaporando y las flores encargadas para el 28 de marzo iban a ir a decorar, quizá, los hogares en confinamiento, pero no mi enlace.
Sin embargo, lejos de que me diera tiempo de llorar o de aprender a maldecir en chino, la vida me ha devuelto una lección maravillosa y una sonrisa. No ha habido lugar al duelo. No ha habido funeral.
Lejos de tener mi momento de gloria como una auténtica novia mártir, la vida me ha devuelto generosidad, por parte de los proveedores de mi boda; solidaridad, venida del todos los ciudadanos que #sequedanencasa; agradecimiento, cada vez que escucho los aplausos a las ocho de la tarde en mi balcón.
Y amor, mucho amor. Porque mi familia y yo nunca nos hemos dicho tantas veces “te quiero” y porque mi prometido, mi eterno prometido, no para de repetirme una frase: el amor no entiende de fechas, Laura. DIARIO Bahía de Cádiz