CARTA AL DIRECTOR enviada por: María Muñoz de Lacour, de Cádiz
Sr. Director, tengo 16 años y ya en mi corta vida me considero una “gran privilegiada”, aunque necesite de cartas como ésta que me hagan reflexionar y saberlo valorar aún más. El “privilegio” consiste en haber tenido la suerte de nacer en el llamado “Primer Mundo”.
Mis mayores preocupaciones hasta el momento han sido si voy a sacar nota suficiente para conseguir realizar mis estudios, de si voy a conseguir que mis padres me dejen llegar lo más tarde posible en la próxima fiesta de fin de curso o de si me acaban los datos móviles antes del día 15 de cada mes (menuda frivolidad…).
En cambio, nunca he tenido que preocuparme de si alguien o yo misma puede morir o ser herida grave al estallarme una bomba en medio de un atentado, de si yo o mujeres de mi familia son violadas por energúmenos sin escrúpulos ni condición humana, de si voy a poder comer los próximos días, de si voy a poder dormir con el ruido insoportable de los misiles o explosiones, o de ver sufrir a mis padres (si tengo la suerte de conservarlos) de no poder darme un futuro mejor.
Así que cuando escucho en las noticias semana tras semana, nuevos casos de embarcaciones abarrotadas de inmigrantes, refugiados viviendo en condiciones infrahumanas que parten de sus países huyendo del terror (conflictos religiosos, hambrunas, guerras eternas…) no puedo más que sobrecogerme y reafirmarme en reconocer dicho “privilegio”.
Pero al mismo tiempo, me indigno y avergüenzo de escuchar o leer los comentarios (racistas y egoístas) de personas de este “Primer Mundo” (la mayoría con sus necesidades primarias cubiertas) en criticar las políticas de acogida e integración de estas personas sin hogar en nuestro país. Aducen que vienen a quitarnos el trabajo, que tienen más privilegios que nosotros, que van a imponernos sus costumbres si respetar las nuestras…. Y yo me pregunto, ¿dirían lo mismo si estuvieran en el “otro lado”?
Es muy sencillo criticar sin argumentos sólidos tirando de demagogia, pero si estuvieran en esa situación, ¿no lucharían por el derecho a sobrevivir?
Tengo claro que todo hay que gestionarlo y regularlo pero mientras que no lleguen medidas de más alto nivel, no podemos llamarnos “humanos” y seguir contribuyendo a que el Mediterráneo sea un cementerio acuático en vez de un mar que une dos continentes. DIARIO Bahía de Cádiz