CARTA AL DIRECTOR enviada por: Juan Antonio Sánchez Campos
Parsimonia, esa es la definición exacta de lo que la política aporta en la actualidad y el producto de su escaso movimiento el trance social que atraviesa buena parte de la ciudadanía. La independencia parece haberse colado en todos los rincones de la vida, el trasiego de sus personajes en busca de una señal que les dirija hacía un logro poco asequible dado la configuración de las normas establecidas en la Constitución, hace improbable cualquier tipo de solución mínimamente aceptable por ambas partes. Como culpable, la desidia, el afán de resultar objetivo o pragmático a unas ideas preconcebidas que no dejan resquicios de asunción de comprensión políticamente correcta, el desinterés, otra de las causas más probables de que nadie de un paso hacia adelante en pro de servir de recursos a una ciudadanía cansada de tanta independencia, agobiada por el descenso del empleo o la bajada del turismo regional e incluso temerosa de que los servicios sociales y sanitarios necesiten del favor del Gobierno Central, es decir, del resto de comunidades autónomas, para seguir favoreciendo sus necesidades `primarias.
Esa parte de la sociedad es la misma que se manifiesta razonablemente harta de que el independentismo solo sea una de las tramas urdidas por algunos interesados en hacer un Estado pequeño, protectorado de algún país en vías de transmisión ideológica antigua. Es excesivamente ridículo el mensaje de algunos nacionalistas absortos en las palabras de un independentismo impopular creer dar la imagen e que España es un país con actualidad franquista en el Parlamento, con añejos afectos a un fascismo irracional; no deben estar muy al corriente de que la Constitución come años, que la democracia se asentó en España y se configuró un mapa de Cacas que en su día fue de total conformidad con las diferentes y ricas regiones de nuestro territorio, dotándolas de herramientas para ser como su propia defunción refería, autónomas.
Es lógico que ahora, a punto de cumplir la cuarentena está Constitución pueda ser previsible de algunos retoques en su configuración, así como el poder dado a las autonomías sea algo más equilibrado en la proporción de sus necesidades, riqueza y población. Hasta es posible que una región como la catalana sea proclive a manifestarse públicamente como la más urbanita y rica del conjunto pero, no por obtener la independencia se sentirán más afortunados en su proceso de progreso; ni España, ni Europa, ni la práctica totalidad de gobiernos mundiales entienden el enfoque que los independentistas quieren darle a un territorio que nunca será, al menos en unas décadas, reconocido como tal; salvo raras excepciones con aspiraciones extrañas que son potencialmente peligrosas a los intereses de la mayoría del Estado español.
Mantengámonos mesurados, seamos conscientes de nuestros defectos y aprendamos a compartir nuestras virtudes, esa es la única manera de que España progrese, Cataluña salga de su recesión provocada por el independentismo y la falta de cordura de unos pocos y acabemos cuanto antes con esta sinrazón. No confundamos fascismo con democracia, eso ni los niños de primaria suspenden y hagamos política de la buena, la que es capaz de encontrar mediante el diálogo transiciones razonables.
Bajen las persianas que la “ciclogenésis explosiva Ana” viene dando zapatilla, esperamos que traiga agua rica para los campos, vientos frescos para las mentes y algo de nieve para las muchas familias que viven de tan blanco botín. DIARIO Bahía de Cádiz