CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Escasa la brisa e incipiente la luz de las farolas que ni se encienden ni son repuestas por el Ayuntamiento en la calle en la cual habito. Sólo alguna iluminación que proviene de ciertas urbanizaciones colindantes a dicha avenida y de algunas ventanas o puertas vecinales.
El silencio y la poca luz de la noche me lleva unas cuantas décadas atrás. Estampas de otra época reviven en mi memoria que creía olvidadas.
Sin pizca de viento, luz tenue y calor; colchones a la azotea o tirados delante del balcón; abanico y botijo que rezuma y da un chorro de agua fresca; luna llena o menguante y estrellas por doquier; montañas, castillos y olivares; algún maullido, ladrido o cierto ulular de un búho al pasar; parloteos lejanos de otras casas con personas en las mismas circunstancias… y un acto de heroísmo el poder dormitar.
Pasan las horas y se agradecerá siempre la voz del sereno que cantaba mientras caminaba entre adoquines, árboles o calzada: “Las dos… tres… de la madrugada, todo sereno y en calma”.
Escasa la brisa e incipiente la luz de las farolas que ni se encienden ni son repuestas por el Ayuntamiento en la calle en la cual habito. Sólo alguna iluminación que proviene de ciertas urbanizaciones colindantes a dicha avenida y de algunas ventanas o puertas vecinales. El silencio y la poca luz de la noche me lleva unas cuantas décadas atrás. Estampas de otra época reviven en mi memoria que creía olvidadas. Sin pizca de viento, luz tenue y calor; colchones a la azotea o tirados delante del balcón; abanico y botijo que rezuma y da un chorro de agua fresca; luna llena o menguante y estrellas por doquier; montañas, castillos y olivares; algún maullido, ladrido o cierto ulular de un búho al pasar; parloteos lejanos de otras casas con personas en las mismas circunstancias… y un acto de heroísmo el poder dormitar. Pasan las horas y se agradecerá siempre la voz del sereno que cantaba mientras caminaba entre adoquines, árboles o calzada: “Las dos… tres… de la madrugada, todo sereno y en calma”. DIARIO Bahía de Cádiz