CARTA AL DIRECTOR enviada por: Daniel Peña Benítez
Esto no trata de la típica historia romántica, ni un cuento del romanticismo de los hermanos Grimm cual Cenicienta que convirtió una hortaliza en un hermoso carruaje para encontrarse con aquel príncipe que después buscara con ahínco a quien pertenece aquel zapato perdido ni te despertare del sueño letárgico inducido por un embrujo. Ni una novela llevada al cine por la industria hollywoodiense, no soy el fotógrafo de los ‘Puentes de Madison’, ni el cazador que encandila a la señora Blixen en ‘Memorias de África’, ni el dueño del Café Rick que ayuda a escapar de los nazis a su antiguo amor en ‘Casablanca’.
Lo que sucede entre ambos es otra cosa, trata de una situación distinta, de una trama diferente, de una película, una obra sin guión preestablecido. Porque tú eres suficientemente plena y poseedora para ser la protagonista de tu historia, no necesitas a nadie para ser feliz, no precisas de ningún hombre para firmar tus obras, en ti misma eres el sentido de tu vida, eres los latidos de tu corazón, la luz que ilumina tus días, el agua para regar la flor que existe en ti que alguna primavera perdió algún pétalo que un día se convirtió en árbol para dar fruto.
Esto es más sencillo, de relacionarse dos almas conjuntamente entre sí evadiéndose de sus cuerpos, alcanzando el culmen completando la otra media naranja o siendo el polo opuesto que da energía a la central eléctrica que anida en mi ser transportando luz a cada poro de mi piel.
No te voy a salvar de ningún mundo oscuro ni monstruos imaginarios o bajar algún satélite de planeta alguno. Solo tratare de ser una mano amigo a la que agarrarse, un oído confidente, un hombro al que encontrar consuelo, una mirada cómplice .Un compañero que haga sombra a tus pasos, sombra a tus abrazos y sombra a tus besos.
Que nadie se crea con la potestad de ser dueño de tu felicidad, que ninguno se apropie de tu sonrisa, que nadie sea culpable de tu tristeza, que ninguno le ponga cerrojo a tu sonrisa, que nadie sea testigo de tu lágrima.
Y claro que mi amor tiene nombre de mujer, se llama libertad, se nombra felicidad, se cita simpatía, se denomina confianza, se pronuncia bondad. Tú eres mi adjetivo en grado superlativo, mi predicado, mi sujeto que viene a darle sentido a mi verbo completando la frase. DIARIO Bahía de Cádiz