CARTA AL DIRECTOR enviada por: Félix García, de Cádiz
Lo que en los años 90 parecía una costumbre tan arraigada a la liturgia del fútbol como llevar la bufanda con los colores de tu equipo, hoy genera debate en toda la nación. Ahora que los insultos discriminatorios por cuestión de raza agonizan en el deporte y en la vida (no sin nostálgicos que les lloran al pie de la cama) ha llegado el momento de que hablemos de capacitismo.
Domingo 21 de mayo de 2023. Tras la gran trifulca vivida en el terreno de juego de Mestalla durante el Valencia CF – Real Madrid CF, motivada por los insultos racistas que parte de la grada espetó a Vinicius, la rueda de prensa post partido nos deja una frase que merece ser revisada: “Mestalla no gritaba mono, gritaba tonto”. Con esta aclaración pretendía el periodista exculpar a la afición de ser discriminatoria. Se equivocaba.
El capacitismo o, lo que es lo mismo, dar un trato negativo o prejuicioso a las personas por estar en situación de discapacidad o ser discapacitadas, sigue formando parte de nuestra sociedad tanto como hace no muchas décadas lo eran la homofobia, xenofobia o la misoginia.
Gracias a la concienciación, poco a poco han ido desapareciendo de la cultura popular los personajes de ficción estereotipados que seguían perpetuando estas distinciones: el negro esclavo, el judío usurero, el árabe malicioso, el homosexual débil, la mujer sumisa. Sin embargo, cuando contamos cuentos a niños y niñas, seguimos gritando al lobo feroz “¡Vete, tonto!” o a la clásica bruja “¡déjanos, loca!”; perpetuando la idea de que tenemos que desterrar de nuestro entorno a quienes no pasan los puntos de corte de la perfección mental que nos hemos auto impuesto.
Políticos usando el término “autista” para criticar al adversario, tuiteros llamando “esquizofrénicos” a sus seguidoras y seguidoras por haber alcanzado una cifra alta de followers. “Subnormal”, “idiota”, “imbécil”, “loco”, cada día, en cada emisora, en cada bar, centro de trabajo o patio de colegio. La diversidad tomada como un error de la naturaleza que no tiene lugar en un sistema que premia a los que producen y desecha al diferente.
Puede que hoy corear “tonto” para descalificar a una persona esté mejor visto que gritar “mono”, pero, sin ninguna duda, llegará un día en el que ambas opciones sean motivo de expulsión de espacios públicos y de rechazo del resto de la sociedad.
Si esto que lees te escama, si piensas que la generación de cristal está yendo demasiado lejos y que al final te vas a quedar hasta sin insultos que propinar, prueba a gritarle a alguien esto: “¡Te pareces a mí!”. Seguro que es suficientemente hiriente para la persona que lo reciba. DIARIO Bahía de Cádiz