CARTA AL DIRECTOR enviada por: Macarena Neva Delgado, docente de un IES de El Puerto
Durante el pasado confinamiento hubo un sentimiento compartido que nos ayudó a mantener el optimismo y soportar el dolor de lo que nos estaba pasando: “Esto nos va a hacer cambiar, algo se resquebrajará en la sociedad que la hará más sensible a los problemas de la especie humana”. En el ámbito educativo muchas cosas se tambalearon y al igual que al personal sanitario, a los docentes les estalló la realidad en la cara, constatando lo que venimos denunciando desde hace décadas: El desmantelamiento y la falta de dotación de este servicio público tan esencial.
Septiembre llegó y con él las medidas que garantizarían la “vuelta al cole segura”, unas directrices establecidas por las administraciones educativas que deja “bien clarito” cuánto de normal es la nueva normalidad establecida, tan normal que podría decirse que en esencia, nada ha cambiado y todo vuelve a ser como antes, “normal, normal… como siempre… normal”, salvo por una novedad añadida: La pandemia es la situación perfecta que las administraciones usan como excusa para seguir expoliando, maltratando y explotando a la educación pública y lo que es aún peor, ya no necesitan hacerlo disimulando nada, ahora se muestran tal y como han sido siempre, porque la necesidad de arrimar el hombro ante una alarma sanitaria como esta, es el llamamiento ideológico que están usando para doblegarnos y tenernos de nuevo a sus pies. Atrás quedan las ilusiones de posibles cambios estructurales alentadas también por los tambores de guerra contra las administraciones que valientemente los equipos directivos al unísono hicieron sonar. Ahora ninguna oveja fuera del rebaño, todas dócilmente han vuelto al redil. Todo normal, normal.
La vuelta a la normalidad de la actividad docente ha comenzado, un arranque que ha sido posible en tiempo y forma gracias al esfuerzo titánico de los equipos directivos convertidos en correas de transmisión, la pieza intermedia necesaria para perpetuar la misma normalidad de siempre, a la que hay que reconocer una entrega total para que todo empiece a funcionar.
Pero esto que en justicia merece ser admirado y reconocido públicamente tiene un efecto colateral, quizás no tenido en cuenta y que merece también ser expuesto públicamente: Este trabajo sobrehumano que han hecho, servirá también para invisibilizar las grandes carencias de nuestro sistema y darnos una falsa seguridad ya que, finalmente, y gracias a esa extraordinaria labor, no es que todo vaya a ir bien, pero al menos va a funcionar (con normalidad). Resulta del todo inaceptable que para que un servicio público como el nuestro funcione, se haga a costa de la entrega incondicional de los profesionales de los que depende. Pasó primero con el personal sanitario, mucho de ellos se dejaron literalmente la vida en el camino y ahora lo estamos sufriendo con el de la educación, en ambos casos la conclusión es la misma SIN RECURSOS ESTO ES INSOSTENIBLE, y sin embargo la realidad es que SIN RECURSOS hemos vuelto a la “normalidad”. ¡Gran paradoja la nuestra, como si la normalidad no fuera el problema! Es fácil imaginarse a los responsables de las administraciones sanitarias y docentes pensando: “… y si finalmente todo ha salido bien, ¿a qué tanto revuelo?”.
La primera misión está cumplida, el barco en el que viajamos ha empezado a navegar, pero en él existen dos pasajes distintos: Los de primera que darán sus clases con todas las garantías sanitarias establecidas desde que la pandemia fue declarada, y los de segunda que tendremos que navegar dando por válida el incumplimiento de la primera medida de contención de la pandemia: el distanciamiento social, exponiéndonos a un riesgo del que no podemos escapar ya que la presencialidad en muchas aulas (1º y 2º de la ESO en los IES), te obliga a acoger a unas ratios que hacen imposible el distanciamiento de 1’5mts entre mesa y mesa. Para estos grupos no hay una vuelta al cole segura, para el profesorado que va a impartir clases en él tampoco, quien lo diga miente y quienes nos obliguen a normalizarlo serán responsables de las consecuencias sanitarias que de ello se deriven. Demasiados sacrificios de golpe: subirnos a un mismo barco, remar en la misma dirección, poner lo mejor de cada cual y pensar que todo va a salir bien…
Verdaderamente era el momento de “hacer de la necesidad virtud”, o de pensar en que “no hay mal que por bien no venga”, de levantar el espíritu para trabajar, de pensar en lo que nos une. Sí, era la ocasión perfecta, nunca antes hemos vivido una situación como esta en la que la realidad nos da de bruces en la cara para hacernos ver la precariedad de un bien público esencial como es la educación, las penurias con las que salimos adelante, el maltrato, el ninguneo y la explotación laboral que sufrimos por parte de la administración. Pero finalmente hemos decidido taparnos la nariz y esperar a que la ola nos pase por encima, dar el visto bueno a una nueva vuelta de tuerca hacia la precariedad del sistema público de educación, contribuir a alentar un deterioro que es la justificación para que, quien pueda, elija otro sistema educativo que sí ofrezca seguridad y mayor calidad a sus hijos e hijas.
El sistema de educación pública agoniza; cada cual desde el lugar que le corresponde por acción u omisión le está dando su propia estocada de muerte, pero se nos sigue pidiendo que no abandonemos el barco y rememos en la misma dirección, y yo me pregunto, si el momento para plantarse y cambiar el rumbo no es ahora… ¿Entonces cuándo? DIARIO Bahía de Cádiz