CARTA AL DIRECTOR enviada por: Juan Cejudo, de Cádiz (cura obrero casado, ya jubilado; miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares)
Para caminar unidos todos a Jesús deberían darse cambios muy profundos en la Iglesia. No se puede seguir sin cambiar nada y eso creo es lo que pretende el Sínodo.
Apunto algunos cambios que me parecen fundamentales para que la Iglesia pueda ser una luz que ilumine al Mundo y una sal que le dé sabor evangélico. Esos cambios nos ayudarían a caminar todos unidos.
Las actuales estructuras eclesiásticas están desfasadas. En la práctica se sigue funcionando de modo muy vertical: del obispo al párroco y de éste a los fieles. Los laicos no tienen el papel que deben tener. Hay que democratizar más la Iglesia, volviendo a los primeros siglos de la Iglesia cuando los fieles nombraban y removían a los obispos y los presbíteros se nombraban a propuesta de las mismas comunidades cristianas. Actualmente en no pocas diócesis el obispo es como un dictador que “ordena y manda” y nada se hace sin que él lo ordene. Y aquellos que cuestionen sus decisiones poco evangélicas, son apartados o castigados.
El obispo no debería ser un señor feudal en su diócesis, de modo que ni el presidente de la Conferencia Episcopal puede llamarle al orden si actúa de modo irregular o con actitudes antievangélicas, pues cada obispo depende exclusivamente del Papa. El Papa lógicamente no puede controlar todas las actuaciones de todos los obispos del mundo. Debería haber un sistema organizativo, más democrático, en cada diócesis para controlar más las actuaciones de cada obispo para que se ajusten a los criterios evangélicos y a la línea que va marcando el Papa Francisco.
Los laicos deben tener mucho más protagonismo en la Iglesia, no sólo siendo consultados, sino también en la toma de decisiones, de forma más democrática.
El sistema de nombramiento de obispos es nefasto. Hay que eliminar el actual sistema de ternas. Deberían ser las comunidades cristianas quienes propusieran posibles candidatos a obispos.
El sistema de los actuales seminarios hay que eliminarlos. Los candidatos a sacerdotes deben surgir de las mismas comunidades y deberían ser personas de experiencia cristiana contrastada, sea hombre o mujer, soltero o casado.
Ante el problema de la pederastia, la jerarquía no puede ni debe esconder la cabeza, sino colaborar con una comisión que de verdad sea independiente y que asuma todas sus responsabilidades con las víctimas y ponga remedio para que este tipo de hechos no se puedan seguir dando.
Las ropas de cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos/as deben ser como la de las demás personas. Ese ropaje extraño y de otros tiempos aleja a la gente. Jesús y los apóstoles vestían como los demás, sin distinciones.
La comunidad de los discípulos de Jesús, que es la Iglesia, debe estar al servicio de los pobres, impulsando sus luchas liberadoras y tratando de aliviar su sufrimiento. Cierto el papel magnífico de las Caritas en todo el mundo y de Manos Unidas en países de misión, igual que es magnífico el compromiso de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos en países empobrecidos. Como lo es el compromiso de tantos cristianos y cristianas en diferentes lugares, que están siempre ayudando a los pobres y comprometidos con sus luchas liberadoras por una mayor justicia social.
Pero la Iglesia debería ir más allá, vendiendo muchas de sus posesiones y riquezas para aliviar el hambre en el Mundo y también los problemas de vivienda en tantos sitios… Las personas sin techo, los desahuciados, los inmigrantes etc… deberían encontrar en la Iglesia solución a sus problemas, aunque la responsabilidad sea de las instituciones públicas. Es un verdadero escándalo los más de 100.000 inmuebles inmatriculados por la Iglesia en España, muchos de ellos sin la debida documentación que acredite su propiedad. La jerarquía debe pedir perdón por ello y devolver esos bienes a sus legítimos dueños.
Es un verdadero problema para el hombre de hoy que la Iglesia aparezca con unos criterios éticos muy retrógrados en temas tan populares como el divorcio, las relaciones prematrimoniales, el aborto, los matrimonios del mismo sexo, los divorciados vueltos a casar etc… Esos criterios provocan un grave rechazo en la gente pues la sociedad actual los tiene reconocidos como legítimos derechos.
La gran mayoría de nuestra jerarquía aparece siempre muy ligada en sus gestos y en sus declaraciones con las fuerzas más conservadoras, lo que provoca el rechazo en sectores populares, obreros, juveniles, feministas etc… Debe tener gestos y declaraciones mucho más respetuosas con la pluralidad de opciones políticas existentes en nuestra sociedad.
Es especialmente lamentable que en España determinados medios de la Iglesia como Cope y 13TV aparezcan siempre en posiciones afines a la derecha y ultraderecha en no pocos temas, como en su juicio contra los inmigrantes, que ha merecido repetidamente la dura crítica a la Cope de Monseñor Agrelo ex arzobispo de Tánger.
Tampoco se entiende la dependencia económica que tiene la Iglesia del Estado del que recibe anualmente cerca de 12.000 euros en distintos conceptos, cuando en los mismos acuerdos Iglesia-Estado se comprometía a ser autogestionada económicamente de modo progresivo, lo que no se ha cumplido.
La Iglesia no debería codearse con dictadores y corruptos, que al mismo tiempo, muchos de ellos presumen de ser cristianos (Trump, Bolsonaro, Salvini etc.). Debe tener la valentía de desenmascarlos públicamente y decir que no pueden presumir de ser cristianos. Igualmente con los muchos casos de políticos corruptos a los que hay que desenmascarar. No digamos de los narcotraficantes o pederastas, incluidos sacerdotes y religiosos…
Las celebraciones de misas deberían adaptarse a los tiempos tecnólogicos de hoy y utilizar más estos recursos para las homilías que deben ser más breves y centradas en el evangelio, sin proclamas de tipo político, casi siempre en línea muy de derecha y conservadora. Toda la liturgia (misas, bautismos, exequias, bodas…) debe ser renovada y actualizada con expresiones más sencillas y que facilite mucho más la participación de la gente. Son ceremonias aburridas que no dicen nada a nadie, especialmente a los más jóvenes. La ropa de los que celebran debe ser sencilla y la forma de celebración debería ser más circular (no un banco detrás de otro) para que todos se vean y puedan intervenir.
En las celebraciones religiosas populares en la calle habría que eliminar la presencia de autoridades, las tropas militares, tan ajenas al sentido religioso y también habría que ir prescindiendo de tantas riquezas de oro y plata de las imágenes. Deben ser celebraciones estrictamente religiosas.
Un gravísimo problema que tiene la Iglesia es la discriminación de las mujeres como se manifiesta en el sínodo de obispos donde sólo hay hombres y ninguna mujer con poder de decisión y voto. Los sacerdotes todos son hombres, ninguna mujer. Ésto es un gravísimo impedimento para el hombre de hoy que hace ya muchos años vive en sociedades democráticas donde la mujer ocupa espacios de responsabilidad igual que los hombres. Las mujeres en las primeras comunidades cristianas tuvieron un gran protagonismo. En el actual gobierno de España hay más mujeres que hombres.
La mujer debe tener en la Iglesia las mismas responsabilidades que el hombre pudiendo acceder a cualquier tipo de responsabilidad (diácono, sacerdotes, obispo, papa). Y por supuesto a cargos importantes en las estructuras diocesanas.
A nivel mundial la Iglesia debería renunciar a ser un Estado, el Vaticano debería ser cedido a la Unesco para su gestión. Por tanto se deben eliminar los nuncios, embajadores y personal diplomático y guardia suiza. La Iglesia no tiene que ser un poder. En España la Iglesia debe renunciar a los privilegios que le dan los actuales acuerdos Iglesia- Estado y los obispos deben dar ejemplo vistiendo como la gente normal y viviendo austeramente en cualquier piso como los demás ciudadanos. Hay hoy muchos inmuebles, como seminarios, hoy casi vacíos que deberían ser cedidos para utilidad social o bien la misma Iglesia darle un uso social para las personas más desfavorecidas. La Iglesia debe ser pobre y para eso debe desprenderse de muchísimas de sus propiedades.
Deben abandonar esos palacios episcopales, como Francisco se fue a vivir a una sencilla residencia en Santa Marta. Ese ejemplo lo deberían imitar todos. Deben también los cristianos participar mucho más en movilizaciones populares que pretenden que se cumplan los derechos humanos, la justicia, la paz, la libertad, los derechos sociales y laborales, porque la Iglesia debe estar comprometida con las causas del pueblo optando claramente por ellas.
La Iglesia debe reconocer en la práctica a muchos colectivos cristianos a los que hoy mantiene al margen y no reconocidos. No se puede tolerar tanta discriminación con colectivos cristianos, que llevan una trayectoria impecable desde hace muchos años, sintiéndose Iglesia, pero que, por su sentido crítico con ciertas actuaciones de la jerarquía, son excluidos e ignorados. Me refiero a colectivos como Redes Cristianas, MOCEOP, Comunidades Cristianas Populares, Asociación de teólogos/as Juan XXIII, Revuelta de mujeres en la Iglesia, asociación de mujeres católicas presbíteras, Asociación de mujeres teólogas y muchísimos otros que nombrarlos sería excesivo.
Estos colectivos y muchos otros actualmente tienen muchas dificultades para poder reunirse en locales de la Iglesia. Esta discriminación debe desaparecer. No podemos tener relaciones fraternas con miembros de otras confesiones religiosas y a estos grupos católicos discriminarlos y negarles el pan y la sal.
Y es que se confunde la unidad en la Iglesia con la uniformidad. Dentro de la necesaria unidad de la Iglesia se debe admitir una sana diversidad y pluralidad de opciones teológicas y también reconocer las posturas críticas ante determinadas actuaciones, declaraciones y comportamientos de la jerarquía.
Hay que eliminar el clericalismo en la iglesia con una participación mucho mayor de los laicos a todos los niveles y sobre todo de las mujeres.
Habría que fomentar mucho más el movimiento de comunidades eclesiales de base que deben ser reconocidas de modo oficial por la Iglesia y no marginadas. El celibato debe ser opcional y la mujer debe poder acceder a cualquier tipo de responsabilidad en la Iglesia, incluyendo el presbiterado o episcopado. DIARIO Bahía de Cádiz