CARTA AL DIRECTOR enviada por: Yolanda Martínez Urbina (coordinadora de Reto Demográfico en Afammer)
Les hablaré de la experiencia cultural de la Iranzada vivida este verano en Fuentelespino de Haro, en Cuenca, para comprender la verdad de un pueblo, entendiendo el concepto de verdad como la realidad de los hechos acaecidos en un intervalo histórico de tiempo en ese lugar y que también involucra al tiempo presente. El punto inicial de la ruta teatralizada que promovió el Ayuntamiento de Fuentelespino de Haro sitúa su inicio en el Museo Miguel Lucas de Iranzo. La noche del acto, el alcalde Benjamín Prieto ofrecía acogida a los visitantes, a los que minutos antes del evento mostraba el Patrimonio de la Casa Museo del Condestable que inició en 2020 y que muchos hemos seguido paso a paso desde el primer ladrillo valorando su recorrido. Benjamín, alcalde y vecino, se unió al público como espectador, para sorprenderse y disfrutar con los logros de su pueblo.
Un pueblo vivo no son solo sus calles o plazas, más o menos limpias, sus casas, más o menos conservadas, su Patrimonio, más o menos valorado, sus fiestas, más o menos concurridas, sus Tradiciones, más o menos preservadas, sus servicios, más o menos ofrecidos, sus recursos, más o menos abundantes y utilizados. Un pueblo vivo son sus gentes, las que lo habitan en este preciso momento histórico. Un pueblo sin personas es un despoblado, Geliberte, el paraje donde nació Iranzo lo es, mientras que Fuentelespino de Haro demuestra en sus números actos deportivos y culturales ser un pueblo vivo y con la actitud palpable de no perder esa característica.
La Iranzada no solo nos situó en un contexto histórico anterior a mediados de siglo XIX, sino que revivió la insigne figura del Condestable de Castilla para hacer el recorrido por un tiempo de oficios laboriosos y artesanales. Un tiempo de familia y tradiciones que aún perviven en este rincón de La Mancha que podría extrapolarse al de cualquier otro pueblo de la región. En cada una de las escenas se vio planteado un diálogo cultural costumbrista y popular representado por mujeres, hombres y niños, tal y como les fue transmitido por sus anteriores generaciones donde la comunicación jugó un importante papel, ya que el Habla de Fuentelespino de Haro fue también y aún lo es, un producto social característico y una herramienta y medio de cultura que conecta el gracejo y el sentido del humor irónico de la vida con el retrato del pueblo.
La música tradicional jugó un papel importante en la noche, desde el tambor y la corneta que traía reminiscencias de aquella extinguida banda y que nos situaba en una provincia eminentemente musical, al Canto de los Segadores, El Pelele y las danzas y dichos junto al fuego de las luminarias, que ya habían recuperado los Mayordomos de San Antonio con mucho acierto. De la magnífica representación de todos los participantes y la colaboración del pueblo ya he hablado en otro artículo.
El actor principal Diego de Haro, un joven plenamente arraigado a la localidad, con grandes dotes artísticas profesionalizadas personificaba a Miguel Lucas de Iranzo. Su parecido con el Condestable es tal, que podría decirse que sus propios genes vibraban a través de él. Con una serenidad inquebrantable y generando expectación en el recorrido de los oficios, tradiciones y logros del pueblo fue llevando el hilo conductor de la ruta y actuando con determinación y garra en los momentos que han hecho historia logrando que el público se sintiera conectado con el orgullo de esta patria chica. El talento de los jóvenes es imprescindible en un pueblo vivo y todas las iniciativas culturales y socioeconómicas que partan de ellos se deben promover y respetar.
A través de este tipo de actos que vienen desarrollándose en otros puntos de la geografía nacional, la generación de orgullo rural y recuerdos de otros tiempos, nos sirven también para poner en perspectiva todo aquello que se ha tecnificado en las ocupaciones del campo en el continente europeo y como en este XXI la agricultura y la ganadería están adquiriendo un vertiginoso proceso de transformación. Mirar al pasado para avanzar hacia el futuro es una de las claves para el desarrollo de los territorios. Involucrar a la siguiente generación en aquello que queremos que perviva, interiorizar la integración urbano-rural y adaptar al tejido socioeconómico en esta nueva era con nuevas ocupaciones y oficios permitirá que muchos pueblos no se queden atrás y reescriban de nuevo el manifiesto de su propia verdad. DIARIO Bahía de Cádiz