CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Es una paradoja que a estas alturas de la evolución humana, estemos descifrando palabras que se asemejan al término dialogar. Podríamos encontrar vocablos de similar significado en conversar, corresponder, hablar, comentar… y siempre hallaríamos que ante un estímulo externo o un acontecimiento o causa se desprende un efecto o una respuesta.
Realmente, todo es comunicación y solo hay que estar atentos o inteligentemente alertas para percibir cuanto nos interroga y cómo de alguna u otra manera deriva un resultado dialogante.
Hay una conversación que apareció y que se continúa desde el principio de los tiempos y el ser humano no ha desperdiciado ninguna milésima de segundo en dar respuesta ante todo lo que le pregunta su entorno o alguien en su entono.
Si amanece o atardece, responden los mirlos; si se cruza un semáforo en rojo, la consecuencia puede ser fatal.
Cuando amanece, canta el gallo; si se fuma demasiado, el organismo responde con un posible cáncer de pulmón.
Ante un cielo cerrado por negras nubes, muy posiblemente llueva; si se camina sin zapatos, saldrán llagas en los pies.
Después de vislumbrar la vertiginosa luz de un rayo, se oirá tronar; si continúa el calentamiento global del planeta, la tierra y los mares pasarán factura.
Pero el ser humano juega con el lenguaje y puede caer en sus abismales redes. Mejor dejar los retruécanos para los poetas que saben del misterio lingüístico y abstengámonos de implorar a la artificiosidad por ver si enajenamos al receptor y su respuesta revierte en positivo, para intereses personales o partidistas, ante unos planteamientos contradictorios.
Se responde con una canción o un silbido o con gestos de simpatía o alegría al escuchar solo el canto de un pájaro al atravesar los campos; si en su afán de alejarse, no ve la cumbre y da un golpe, el pájaro cantor, en el desfiladero solo, sólo será respondido por su propio eco. DIARIO Bahía de Cádiz