CARTA AL DIRECTOR enviada por: Asamblea Ciclista de la Bahía de Cádiz
La Junta de Andalucía acaba de reducir drásticamente la financiación al Plan Andaluz de la Bicicleta; en los Presupuestos Generales de Andalucía, aprobados este 4 de diciembre, ha limitado a 17 los millones de euros a gastar en 2016, cuando lo previsto inicialmente eran 421 millones a gastar en siete años. Pero vayamos por partes.
El 21 de enero de 2014 el Consejo de Gobierno de la Junta aprobaba el Plan Andaluz por la Bicicleta, votado por unanimidad por todos los grupos del Parlamento Andaluz. Su objetivo era transformar la movilidad urbana en la comunidad autonómica andaluza. Preveía completar una red de 5.200 kms. de carril-bici a nivel urbano, metropolitano y autonómico, comenzando en los diez mayores núcleos urbanos de la comunidad autonómica (las ocho capitales más Jerez y Algeciras). Para lograrlo destinaba 421 millones de euros, procedentes de los fondos FEDER, que se gastarían entre 2014 y 2020.
El Plan Andaluz de la Bicicleta no perseguía una utopía. Su modelo a imitar era real, y no estaba en Holanda o Escandinavia. Estaba en Sevilla. El Ayuntamiento de Sevilla, en la legislatura 2007-2011, había apostado decididamente por la movilidad en bicicleta.
En pocos años invirtió 35 millones de euros en crear 120 kms. de carril bici. No fue un camino fácil. Se encontró con la resistencia enconada de un muro de “fuerzas vivas”: los taxistas, el comercio, los partidos de la oposición, la mayor parte de la prensa local.
Hoy, cinco años después, la experiencia de Sevilla se ha convertido en uno de los éxitos en materia de movilidad más celebrados a nivel planetario. Lo celebran así organizaciones internacionales como el Copenhaguenize Designe Co, que en su índice de 2013 situó a Sevilla como la tercera ciudad del mundo más amiga de la movilidad en bicicleta. Pero sobre todo lo celebran los sevillanos y sevillanas que hoy disfrutan de las bondades de la movilidad en bici: agilidad y rapidez en los desplazamientos, saludable y gustoso ejercicio físico, sensación de autonomía y libertad, optimismo. A estos beneficios hay que añadir otros para el conjunto de la ciudad: la disminución del ruido, de la suciedad del aire (que es cancerígena, como ya declara abiertamente la OMS), la generación de un entorno urbano más amable. Y, por si fuera poco, hay que añadirles además, los beneficios para el clima, para el planeta, para el conjunto de la población humana.
Y es que con el clima tenemos un problema mayor de lo que podemos sospechar. En este sentido sabemos que la Junta de Andalucía está proclamando estos días su compromiso en la lucha contra el cambio climático; sabemos que ha mandado una delegación a la Convención Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático que se celebra en París, y sabemos que proclama su intención de aprobar una ley destinada a fijar un tope de emisiones de CO2, para mantenerlo por debajo de la media nacional y europea, según ha declarado el consejero de Medio Ambiente, José Fiscal.
Pero no sabemos si esto son simples gestos carentes de fondo. No sabemos si la Junta de Andalucía es consciente de que estamos ante una de las mayores amenazas a la supervivencia de la humanidad de su historia. No sabemos si se creen de verdad la advertencia de los científicos de que si seguimos emitiendo CO2 al ritmo actual, el proceso de calentamiento global será irreversible y las condiciones de vida en la tierra cambiarán irremisiblemente. No sabemos si están al tanto de que sacar de las ciudades la automoción basada en el petróleo es ya un objetivo que los técnicos se plantean alcanzar a pocos años vista. No sabemos si se dan cuenta de lo difícil que es obtener un avance en la limitación de la emisiones de C02 frente al ejército de gigantes que se opone a que nada cambie: los todopoderosos lobbies de la industria petrolera y automovilística, la supuesta generación de empleo, la inercia de las costumbres, y la lógica de una economía fundada en la obtención de beneficio a cualquier precio.
Por abundantes que sean las declaraciones favorables a la movilidad urbana en bicicleta (como la de la Cumbre de ministros de Transporte de Octubre de 2015 en Luxemburgo, que declaró la bicicleta “modo de transporte amigo del clima”, o como las de los propios partidos políticos, todos los cuales, sin excepción, anuncian en sus programas apoyo a la bicicleta), ¡cuánto cuesta conseguir avances reales! ¡Qué difícil es meter un simple gol a esa aterradora cohorte! Y, a pesar de todo, en Sevilla se le había ganado un partido: antes de la construcción de los carriles-bici la relación de desplazamientos urbanos en automóvil y en bicicleta era de 100 a 1; tras la construcción de los carriles bici, 9 de cada 100 desplazamientos se realizan ya en bicicleta. Y el Plan Andaluz de la Bicicleta iba a extender este modelo a las otras nueve ciudades mayores de la comunidad autónoma.
Resulta desconcertante la intención de la Junta de recortar drásticamente los recursos del Plan Andaluz de la Bicicleta. ¿Da igual que fuese votado con la unanimidad de todos los grupos del Parlamento andaluz? ¿Da igual que fuese un compromiso contraído por la Junta ante las administraciones locales (y ante los ciudadanos)? ¿Da igual que la movilidad en bicicleta sea el camino auspiciado unánimemente por las instituciones que trabajan en la lucha contra el cambio climático? ¿En qué piensa la Junta de Andalucía? DIARIO Bahía de Cádiz
(puedes comentar esta información más abajo)