CARTA AL DIRECTOR enviada por: Brigitte Crespo, de Algeciras
Estamos continuamente asistiendo a debates políticos y espectáculos televisivos en los que el respecto y la escucha, en muchos casos, brilla por su ausencia. La profundidad en la argumentación se sustituye por escenas que dan audiencia a un espectador aburrido y a veces morboso y que éste, al repetirlo en las redes sociales, normaliza lo que la “oficialidad” transmite, retroalimentándose ambas. En el proceso, la educación y el civismo adecuado para que una sociedad nos ayude a ser más felices se esfuman dando permiso a algunos “políticos” a tomar una posición de supremacía y de impunidad en muchos de sus actos, o de sus discursos.
Aún recuerdo aquellos tiempos en que mi sabia madre me decía: “Hija, con una buena formación y educación llegarás a todos lados”. Para mí esto ha sido uno de los postulados en la vida. Es cierto que con una gran formación llegas muy lejos, tan lejos como tener que irte, en muchos casos, fuera de tu país. Y con una buena educación puedas conectar mejor con tus conciudadanos. Y también observo que con una mala educación puedes llegar a ser político, pero de los que parecen ser pero que no llegan a ser.
El pasado viernes 4 de septiembre, llegué a mi barriada de El Saladillo y vi a un grupo de personas bien vestidas, fotógrafos y un coche de la policía local. El grupo en cuestión suele ser inédito en mi barriada y enseguida lo relacioné con “algo” político. Así que me acerqué a uno de ellos que subía a su vehículo oficial con chófer, lo avisé con la mano y, ya en marcha, tuvo la deferencia de parar y bajar la ventanilla. Tuve la oportunidad de saludarle y preguntarle si era político. Él lo confirmó y me dijo que había venido a ver una guardería. Aproveché el momento para transmitirle un problema de mi calle. Fue una frase corta, de siete palabras, por no querer importunar. Él me contestó con un “Ah siii”, miró adelante y su chófer aceleró y se alejó. Quizás tenía prisa, quizás no era el momento adecuado y quizás no fuera su competencia. Luego supe quién era este político y pensé: la mala educación no tiene justificación.
Cierto que me quedé perpleja viendo como el coche se alejaba sin más y me pregunté: ¿En su convenio de trabajo vendrá recogido como falta o llamada de atención no respetar al ciudadano de a pie, al cual se debe y por el que trabaja? Es lo que a mí me pasaría en mi trabajo con mi jefa/e o compañeras/os.
Al día siguiente vi la noticia y las fotos en la prensa y supe las razones por las que habían venido a mi barriada. Ahí estaba en el centro de la foto pareciendo un buen político, bien vestido, bien educado y… ¡Que paradoja! Era y es el señor Miguel Andreu, delegado territorial de ¡¡¡Educación!!! Deporte, Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación en Cádiz.
Lo sucedido podría quedar en una mera anécdota ante todo lo que está ocurriendo hoy en día con la pandemia y con toda la corrupción que ha habido en el país, pero me acordé de lo que mi sabia madre me decía y quería que esta reflexión se leyera y que la actuación y la falta de educación de este señor no quedaran en simple anécdota de una chica anónima de una barriada trabajadora de la que nadie más ha sido testigo.
Quiero finalizar con una frase como reflexión dedicada al señor Andreu: “Con la buena educación es el hombre una criatura mansa y divina; pero sin ella es el más feroz de los animales. La educación y la enseñanza mejoran a los buenos y hacen buenos a los malos” (Platón) DIARIO Bahía de Cádiz