CARTA AL DIRECTOR enviada por: Juan Cejudo, de Cádiz
Los valores que Fermín vivió y transmitió son hoy más necesarios que nunca. Él entregó su vida a la defensa de los intereses de las clases populares y de los más desfavorecidos.
Lo vivía en el día a día en Cádiz preocupándose por la gente que lo pasaba muy mal. Se sabe que, siendo de una familia adinerada, vivió de modo muy austero, comiendo muy frugalmente; gastó sus bienes heredados y se arruinó por entregarlo todo a las causas populares. Repartía mantas, dinero y capas de abrigo a los que lo necesitaban, pidiéndoselo a los comerciantes a los que les decía que ya se las pagaría.
Él se quedaba sin su propia capa. Hasta su propia cama entregó a una persona que no tenía donde dormir y él dormía en una mesa de la que, a consecuencia de una mala caída, murió.
Pero Fermín era también y sobre todo, un revolucionario, comprometido con las causas populares en la política primero. Pertenecía al ala más radical del partido republicano hasta que se convenció (una vez salió Pi y Margall del gobierno y entró el moderado Salmerón), que la República estaba traicionando los valores revolucionarios por los que él tanto luchó y por los que arriesgó su vida en defensa de los más desfavorecidos.
Abandonó la política con aquella su célebre frase: «Nada se puede ya esperar de la política» y se hizo anarquista. Pronto ese desengaño hacia la República burguesa saltaría en muchos puntos de España: primero en Cartagena, después en Sevilla y a continuación en Cádiz, donde Salvochea estuvo al frente del Cantón. El movimiento cantonalista se extendería pronto por muchos puntos de la provincia de Cádiz, de Andalucía, y de otras regiones y ciudades de España como Valencia, Murcia, Extremadura, Ávila…
Fermín durante su breve tiempo al frente del Cantón conseguiría importantes mejoras sociales que sería largo desgranar ahora. Para los que tengan interés pueden consultarlo en este artículo amplio sobre la vida de Salvochea que escribí hace unos años.
Antes del Cantón, después de estar en prisión por los sucesos de 1868 contra el régimen de Isabel II, se lanzaría a los campos de Cádiz y Málaga con muchos milicianos, para levantarse en armas contra el gobierno, que les persiguió duramente. Él pudo refugiarse en Gibraltar.
Él sabía que la monarquía, que favorecía los intereses de la burguesía, era muy perjudicial para el pueblo. Por eso luchó decididamente contra ella.
De Fermín tenemos todos que aprender, sobre todo, su honestidad y la coherencia entre sus ideas y sus acciones y su vida. Vivía como pensaba. ¡Qué difícil eso para la mayoría de los seres humanos! Hoy la mayoría de los políticos (no todos) piensan de una manera y actúan de otra. Hay multitud de ejemplos concretos que podríamos poner.
Fermín era respetuoso con las personas y con sus formas de pensar aunque él, lógicamente, defendía las suyas con vehemencia y coraje, pero sabía respetar. Él acompañaba a su madre a misa y la recogía, aunque evidentemente él no entraba a la iglesia como ateo que era. Tomaba también café todos los días con un cura amigo suyo (¿cómo sería ese cura?, me pregunto) en el Baluarte. Sus adversarios políticos lo respetaban. A su entierro asistieron personas de todas las clases sociales y formas de pensar.
Visitaba a los revolucionarios presos antes de su embarque hacia Fernando Poo o Filipinas.
Cuando estuvo en la cárcel compartía la comida y dinero que le enviaba su madre con los más necesitados. También les enseñó a leer y a escribir allí y aprendió medicina para ayudar a los que lo necesitaban.
Salvochea siempre está dando la cara en primera línea en las movilizaciones del 68 y en el 73. Es el primero que se pone al frente de la revolución. Ordena emplazar el cañón Pizarro frente al Ayuntamiento para defenderlo. Asumirá la responsabilidad de todos los actos para evitar un derramamiento de sangre, aunque eso le acarree prisión a cadena perpetua y recorriera muchos presidios de España, Portugal y África cumpliendo muchos años de condena.
Es tan coherente que renuncia a un indulto que se le concede porque dice que él quiere justicia y no favores y rompe el indulto que le han concedido, hasta que logra fugarse y huir de la prisión.
Admirable su faceta de director del periódico ‘El Socialismo’, ya en su etapa anarquista para intentar movilizar a los gaditanos. Promovió por primera vez en Cádiz el 1 de mayo en 1890 en la que participaron miles de obreros y al siguiente en 1891 siendo detenido. Admirable su temple y dignidad en los interrogatorios a los que le someten por diferentes causas en las que estuvo detenido.
Ante la Iglesia y el obispo supo siempre defender los intereses populares por encima de todo, sin ceder a las presiones que le llegaban de todos sitios, incluso desde la presidencia de la República, cuando decidió derribar el convento ruinoso de las agustinas de Candelaria para construir la actual plaza de Candelaria para esparcimiento del pueblo.
Por donde iba, siempre estaba en primera línea apoyando las causas populares: En Francia, en Portugal, en Madrid… Por eso su fama trascendió fuera de nuestro país. Por eso a su entierro asistió todo Cádiz (50.000 personas). Y en su testamento decidió ser enterrado bajo tierra sin caja y sin nombre. Fue coherente hasta el final. Vivió como pensaba. ¡Cómo nos hace mucha falta hoy tener personas así con esa coherencia, ese compromiso social, esa austeridad y ejemplo de vida!
Personas que luchen como él por las causas de los más desfavorecidos por encima de todo. Que vivan austeramente y compartan con los que menos tienen. Que sepan respetar las ideas de todos. Que sean insobornables, honestos hasta la muerte… Y siempre dispuestos a ayudar a los demás, sobre todo a los más desfavorecidos.
Por eso digo que estos valores que Fermín vivió son hoy más necesarios que nunca. DIARIO Bahía de Cádiz