CARTA AL DIRECTOR enviada por: José Aranda Lebrón
Sin duda Eurovisión es el festival de música más popular en todo el mundo. Desde que se inauguró en 1956 en Suiza, no ha hecho más que crecer, pues empezó con siete países participantes y hoy cuenta con cuarenta delegaciones nacionales que compiten por el micrófono de cristal. Sin embargo, con el paso del tiempo la creciente politización del festival ha llevado a Eurovisión a convertirse en el festival de la estrategia y la geopolítica, y esto lo vimos representado claramente el 14 de mayo.
El pasado 17 de febrero, Alina Pash, representante ucraniana elegida para el certamen, renunció a representar a Ucrania en Turín por las acusaciones de “prorrusa”. Sin embargo, la canción de Alina, antes de su renuncia, ya se había posicionado favorita mucho antes de que comenzara la guerra. Dadas las circunstancias se eligió a otro grupo para representar al país en el festival. En ningún momento esta canción fue muy sonada antes del festival, ni durante el festival.
No obstante, Ucrania se había posicionado primera en las casas de apuestas. Y aquí es donde viene el eurodrama. Un país que representa una canción poco aclamada por el público, a la vista estaba por los streams previos al certamen, gana Eurovisión gracias al voto popular. ¿Realmente ganó por la calidad musical, puesta en escena…? La respuesta es clara, no. La pena y la empatía siempre ha movido muchos votos en el festival pero nunca hasta el punto de que una canción claramente no ganadora, se hiciera con el micrófono de cristal.
¿Cómo se supone que deben sentirse las delegaciones nacionales? Tras duros meses de trabajo su esfuerzo se ha visto opacado por un voto solidario que nada tiene que ver con la música. ¿Cómo se supone que el certamen se va a defender de las acusaciones de politización habiendo sido tan clara este año? Además el festival pierde completamente su credibilidad y objetividad.
Por si fuera poco, a Ucrania se le ha hecho un flaco favor dándole el premio pues el año que viene el país tendrá que acoger el festival de la canción, con todo el dinero público que eso conlleva, el cual podría ser destinado a otras causas más necesarias en medio de una guerra.
Definitivamente los españoles nos quedamos con un sabor agridulce después de la gala del sábado pues sabemos que sin la involucración de la política en el festival teníamos altas posibilidades de hacernos con la primera posición. DIARIO Bahía de Cádiz