CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Cuesta intentar apaciguar la mente. Cuesta dormir y cuesta despertar ante la realidad. El conocimiento de la huida forzosa, el abandono de hogares que son las raíces, el tener que buscar cobijo bajo tierra, ante el aviso de sirenas y el llanto y desesperación por la desaparición de un ser amado, hacen chirriar las conexiones neuronales.
Y hay algo más que se añade y que hasta ahora, ni leyendo biografías de episodios acaecidos en etapas bélicas pasadas, ni recordando lo que mis abuelos me contaban, había constatado. Algo, no sé exactamente qué, está anulando mi capacidad de pensar. Podría decir que mi voluntad ha sido castigada, obligada a no ser creativa o a acatar lo que a alguien le interese sin dejar un atisbo de aire a la libertad.
Sin voluntad no hay decisión y si no hay decisión, no hay reflexión y el cerebro se detiene sin poder funcionar ante cualquier imposición sin sentido. La voluntad personal no puede ser cercenada si queremos seguir existiendo y conseguir para nosotros mismos y nuestros descendientes, el ser capaces de tener el suficiente ingenio como para que podamos, por mucho tiempo, frenar al miedo en pro del bienestar y la paz.
Con fuerte y buena voluntad, aunque sintamos el cansancio, hay que ahuyentar al espanto. DIARIO Bahía de Cádiz