CARTA AL DIRECTOR enviada por: Juan Cejudo, de Cádiz
El fanatismo es un fenómeno muy extendido hoy. Los fanáticos son personas que, por defender lo suyo, son capaces de todo.
Los fanáticos se dan en muchas parcelas de la vida. Está el fanático deportivo para quien su club es lo mejor del mundo y no acepta la menor crítica hacia su equipo o cualquiera de sus jugadores. Lo vemos entre aficionados de Madrid y Barcelona por ejemplo. Lo vemos hasta donde son capaces de llegar estos fanáticos que se convierten hasta en hooligans y son capaces hasta de matar y provocar episodios de violencia extrema.
Se da el fanatismo en lo religioso. Hay fanáticos de todas las religiones. Personas que no aceptan la menor crítica hacia su religión. Muchos hemos vivido en años anteriores estas reacciones de católicos fanáticos cuando hacíamos críticas al conservadurismo y excesiva centralización de la Iglesia,
encerrada en ella misma, sólo hablando de sexo y de dinero y alejada de los verdaderos problemas del mundo.
Este fanatismo religioso también llega a veces, sobre todo en tiempos pasados, a utilizar la violencia para conseguir imponerse a todos. Así todos tenemos en mente la Inquisición que llegaba a matar a quienes no compartieran sus ideas religiosas. O el yihadismo en la religión musulmana.
Se da mucho también el fanatismo político. Militantes de un partido que no aceptan la más mínima crítica a las actuaciones de sus dirigentes y atacan sin piedad a todos los que se atrevan a hacerlo. Consideran enemigos acérrimos, a los que hay que abatir y desprestigiar a todo el que se atreva a hacer una crítica a algún dirigente de su partido.
Esto lo vemos con frecuencia en nuestro entorno. Fanatismo que se da lo mismo en grupos de derecha que en grupos de izquierda. Incluso si la crítica procede de personas afines con sus ideas. Se les critica a muerte, se va a degüello contra ellos y se procura desprestigiarlos y demonizarlos ante los demás.
Hay que estar de acuerdo absolutamente en todo lo que los dirigentes dicen y hacen. Parecería que son infalibles, incapaces de poder hacer o decir algo que no esté bien. Incluso,a veces, hasta cuando se les puede demostrar con datos y hechos.
Hay una gran falta de capacidad de autocrítica en general en todas estas personas fanáticas.
No todo lo de mi equipo, mi religión o mi partido político tiene por qué estar perfecto. Hay cosas criticables y es sano que se critiquen porque eso hará mejorarlos.
Por eso nunca me gustaron las personas fanáticas. El fanatismo a veces hace perder las relaciones familiares y de amistad porque por encima de todo está mi equipo, mi religión, mi ideología, mi partido…
Creo que se puede ser hincha de un club, ser creyente de alguna religión o militante de un partido político sin necesidad de ser fanático. Hay que saber aceptar las críticas, sobre todo si se hacen con fundamento y por personas afines.
Creo y entiendo que deberíamos dejar de ser menos fanáticos, saber relativizar las cosas y no dejar que se pierdan valores muy importantes de la vida como puede ser la familia, la amistad, el compañerismo… Hagamos un esfuerzo todos por no ser fanáticos. DIARIO Bahía de Cádiz