CARTA AL DIRECTOR enviada por: Conchi Basilio
Un enfermo crónico es un enfermo incurable, es decir que nunca volverá al estado anterior, que nunca obtendrá un nivel óptimo de independencia y autonomía, siempre estará dependiente de los demás y estos a su vez, de alguna manera, deberán estar presentes en su vida.
El núcleo de la familia más cercana, compuesta por los miembros que conviven en la misma casa, a través de los años se van produciendo continuos cambios, unos crecen otros envejecen y por tanto las personas mayores van necesitando de más cuidados y más atenciones; es entonces cuando debe de haber una adaptación de los miembros de ese núcleo familiar.
Todos los padecimientos tienen una característica común, que son irreversibles y por lo tanto, la falta de curación, en el sentido más estrictamente médico, los convierte en un proceso crónico.
En la mayoría de las ocasiones, la atención a un enfermo crónico termina por agotar, no solo física sino también mentalmente. La situación puede ser tan angustiante que cualquier pequeño contratiempo produce irritabilidad, insomnio y hasta malestar generalizado.
En pleno siglo XXI generalmente el papel de cuidador lo sigue asumiendo la mujer, hasta tal punto que en ocasiones llega a olvidarse de sí misma y solo piensa en el objeto de cuidado, su padre, madre, y que el papel de cuidadora lo afronta muchas veces desde la soledad y la incomprensión de su propia familia, que es poco consciente de la necesidad de cuidar al cuidador, de que también necesita de vez en cuando un descanso para desconectar de tantas cosas a la vez, entre trabajo, casa y atención de la persona que tiene con ella; un buen cuidador debería de tener como mínimo un día a la semana para alejarse del enfermo, dar un paseo, ir de compras tranquilamente, tomar un café.
Muchas personas que cuidan a una persona dependiente se sienten solas. En la mayoría de los casos lo están, además esta percepción se acrecienta porque la persona cuidadora suele ir reduciendo poco a poco el contacto con todo su entorno social, hasta el punto de llegar a quedarse aislada de los demás porque ha optado por cuidar de los suyos, lo malo es que cuando se da cuenta ya es tarde, ya se quedó descolgada de todo y tiene normalmente una edad no muy joven para retomar ciertos aspectos de la vida. Pero cada uno tiene lo que elige.
Que un cuidador se sienta en ocasiones enfadado y sienta ira no quiere decir que no sabe cuidar al enfermo, sino que es una consecuencia lógica del cansancio físico y psicológico que viene asociado a la labor de cuidar a una persona dependiente. Esto es lo que los profesionales de la salud llaman “el síndrome del cuidador quemado”, que se caracteriza por un agotamiento extremo a todos los niveles, al que se ve sometido la persona cuidadora de un enfermo de estas características.
Los cuidadores ponen al servicio de la persona que cuidan, su tiempo, su energía y en muchas ocasiones hasta su salud; porque están tan pendientes de quien cuidan que no les quedan horas para sí mismos.
Pero desgraciadamente seguimos estando en una sociedad machista, en la que el papel de cuidador generalmente recae en la mujer y las personas que están a su alrededor lo consideran como algo muy normal, cuando no debería de ser así.
Se entiende como cuidador a la persona que se dedica a satisfacer todas las necesidades básicas de un familiar en situación de dependencia. DIARIO Bahía de Cádiz