CARTA AL DIRECTOR enviada por: Biciutat de Mallorca
Dicen los defensores del coche: “No es el coche el que mata”. Ni es intención del que conduce hacerlo. Pero el coche tiene esa cualidad mortífera y lesiva, como no lo tiene ningún otro objeto creado por el hombre. Y siendo tan lesivo, no se le retira del mercado, como se hace con cualquier otro producto que no cumpla con unas condiciones mínimas de seguridad para sus usuarios, y “los que se cruzan en su camino”.
Si cada uno de los electrodomésticos de nuestro hogar tuviese esa misma peligrosidad, posiblemente la humanidad ya se hubiese extinguido. ¿Te imaginas los titulares de las noticias los fines de semana? “Esta semana han fallecido siete personas por las quemaduras atrapados en la tostadora de pan”, “Ocho degollados durante la semana al perder el control de sus máquinas de afeitar”, “Nueve fallecidos al quedar atrapados en el centrifugado de lavadora”, “Una semana más, media docena de españoles han fallecido congelados dentro de sus frigoríficos”, “Este año no hemos conseguido bajar de las 2.000 víctimas trituradas por sus batidoras”, “todos los miembros de una familia murieron carbonizados al quedar atrapados dentro de su horno junto con el pollo para cenar”, “semana trágica al perder el control de la plancha e impactar en todos los miembros de una familia mientras planchaban la ropa”, “Las cifras de fallecidos al ser succionados por sus aspiradoras se ha estabilizado en 1.900 durante este año”.
La idiotez del ser humano es infinita, esto sería imposible sin la colaboración de una propaganda incesante durante más de 100 años del engendro mecánico, el respaldo legal de la DGT y el ideal del motor económico del país, que en el conjunto del mundo, cada año extermina a una media de 1.300.000 personas y deja lesionados de por vida a una cifra 20 veces superior.
Ni la primera ni la segunda Guerra Mundial juntas se atrevieron a superar en victimas a semejante holocausto automovilístico. Queda la confianza de que la idiotez humana, aparte de infinita, no sea también eterna y nuestras ciudades y campos queden libres de autos. DIARIO Bahía de Cádiz