CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Por observación y experimentación y sin ninguna pretensión de que llegue a ser científico. Los sentimientos están en alguna parte. En alguna zona del cerebro, del corazón, de lo consciente o del subconsciente. ¿Hay el mismo umbral sentimental en todas las personas? ¿El sentimiento inconsciente se troca consciente y el consciente, subconsciente?
En ocasiones, nos mostramos lastimeros y vamos culpando de todos nuestros males, aunque no sean tales, a quienes nos rodean y acusamos de nuestras propios contratiempos a otros/as. Nos sentimos ninguneados y desgraciadamente en soledad. Esto hace que haya quien nos evite aunque siempre habrá quien nos “arrope” y esto nos reconfortará.
Otras veces creemos que tenemos que dar miedo ante ciertas situaciones y de manera enfermiza damos “rienda suelta” a nuestros impulsos más agresivos. Puede que seamos jaleados/as y alentados/as a actuar insensiblemente y nos creemos los/as “más mejores”.
Por último, hay momentos en que el control de nuestros sentimientos nos encumbra ante quienes nos acusan, gritan, gesticulan groseramente, rozan agresivamente o provocan de alguna manera ansiosa negatividad. Porque es difícil y digno de elogio el no responder con impulsos igualmente agresivos a las distintas manifestaciones de hostilidad ejercidas por algunos/as.
No se sabe hasta qué punto la no reacción consciente de los propios impulsos ante otros externos de gran negatividad, el controlar la respiración, los latidos, los músculos, el lenguaje, el cerebro… pudiera originar que los sentimientos subconscientes de seguridad se fueran desvaneciendo en personalidades fuertes dejándonos al arbitrio de quienes desean controlar, desde su caprichoso antojo, las responsables voluntades a causa de la paulatina y progresiva debilidad que, casi inconscientemente, se puede ir implantando.
Si fuera cierto que a la par se van limando los provocativos impulsos agresivos ante la superioridad de quienes saben controlar la lógica respuesta a los mismos, estaríamos ante una magna batalla psicológica de desgaste.
Ya lo decían los romanos: “No hay mayor hambre que el camino ni mejor sueño que el cansancio”. DIARIO Bahía de Cádiz