CARTA AL DIRECTOR enviada por: Abilene Caride del Río, de Barcelona
Hace unos días fue el día internacional contra el bullying y me decidí a hacer un post en mis redes sociales sobre ello. Busqué una foto de mi primer día de cole, allá por el 93, y expuse lo que sufrí durante años de una forma abierta a todos mis contactos. El post empezaba diciendo: “Así iba yo a mi primer día de cole, con más ilusiones que libros en la mochila. Poco sabía esta niña la que se le venía encima.”
Y es verdad, poco creía una niña de 3 años que ese mismo curso llegaría a casa diciendo “mamá, no quiero que me vistas más con falda porque los niños me la levantan” o que mi primo, un adolescente grandullón, tuviese que aparecer un mediodía a recogerme diciendo en voz alta que él era “el primo de Zumosol” y que a ver quien era el guapo que se metía conmigo. 3 años, un bebé. Y no se quedó ahí, luego los niños aprendieron a meter la mano donde no se toca, a insultar, a empujar, luego aprendieron a crear falsos bulos… ¿Y los profesores? Ellos empezaron llamándome loca con 5 años porque no se podían creer que un niño de esa edad hiciese esas cosas, “anda niña, cállate y siéntate” y cuando se dieron cuenta de la realidad optaron por no hacer nada.
Los niños no son crueles porque no nacen crueles, aprenden a serlo en casa o fuera y en casa no se les corrige. No es un asunto sin importancia, según Save the Children y la Unesco son uno de los problemas más graves de la infancia. Todo deja secuelas, solo basta ver mi post que con tan poca repercusión se llenó de “yo también lo sufrí”. Ahora todavía es peor en la era digital, yo al menos tenía un respiro al llegar a casa.
A los padres les diría que criaran a los adultos con los que les gustaría trabajar a diario. A los niños les diría que no permitan que esto pase, que no se callen y defiendan a sus compañeros, que juntos son fuertes. Y a las víctimas les diría que lo cuenten, que busquen ayuda, que luchen por sus derechos desde el respeto y de forma pacífica. Que todo pasa, pero para afrontarlo ahora no están solos. DIARIO Bahía de Cádiz