CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Hace poco más de un siglo (Berlín 1904), un caballo matemático desafió a los científicos. Golpeando con la pata el número exacto de ciertas operaciones aritméticas que le indicaban su adiestrador Osten, averiguaba el resultado pedido.
Después de la curiosidad y posterior éxito, llegaron los experimentos para demostrar que carecía de inteligencia, aunque se encontraron con que el caballo Hans interpretaba los pequeños gestos que su adiestrador emitía involuntariamente y sin truco para acertar o resolver el problema planteado.
Se fue más allá y se descubrió que los gestos y movimientos corporales involuntarios e inconscientes también son interpretados entre personas hasta incluso dar aproximadamente la respuesta cierta ante, por ejemplo, un número pensado por alguien al que se le ha pedido.
Es interesante entonces imaginar que no es fácil disimular el movimiento siguiente de unos contrincantes ante el tablero de ajedrez; la trayectoria a seguir por un balón chutado hacia una portería contraria o el siguiente paso, aun con la cara tapada, de un jugador de esgrima.
Pero si inconscientemente desvelamos la verdad por medio de insignificantes movimientos y gestos, ¿engañamos también inconscientemente? La mentira podría ser que no fuera siempre consciente y presentada como una verdad que nos llevaría al proceso mental contrario.
El profesor Osten (profesor retirado) murió en 1909 y en su lecho de muerte maldijo al caballo porque lo hacía responsable del giro que tomó su vida. Murió creyendo en su fracaso. La ciencia no había avanzado con las enseñanzas que según él le había impartido al animal. No vio que dio lugar a nuevas investigaciones sobre” lectura de la mente” y sobre todo no se percató, de que su caballo hizo todos los intentos “humanos” posibles por “aliarse” y no defraudar. Y tampoco se percataron los investigadores posteriores de los movimientos ni de los gestos que emanaban del caballo al margen de lo puramente experimental. Él nos “leyó la mente”, se acercó a nosotros y para los investigadores seguramente fue… otro caballo más. DIARIO Bahía de Cádiz