CARTA AL DIRECTOR enviada por: Encarnación Martínez Galindo, de Málaga
Es necesario poseer un grupo de amistades que te escuchen y que te apoyen y a los que escuchar y dar apoyo explícito o tácito. Aunque, a veces, es verdad que se busca algo de soledad para reflexionar y poner en sintonía lo recibido del exterior con lo ya interiorizado.
Gusta el hablar consigo mismo/a, pero no siempre se tiene ese autodiálogo buscado libremente y que supone un desahogo anímico.
En ciertas ocasiones, hay personas que por distintas circunstancias (separación, fallecimiento del cónyuge o pareja, emancipación de los hijos…) experimentan una soledad nunca deseada y atrozmente tan destructiva para el cuerpo y la mente que solo el hablarle a un fiel animal de compañía, la mitiga.
Actualmente, con el avance de las nuevas tecnologías, ha aparecido un nuevo tipo de soledad aparente.
Si vas por la calle, se observa, que no pocas personas van hablando solas e incluso gesticulando mientras caminan. Da la impresión de que te hablan pero ni siquiera han reparado en ti. Sí, la calle tal… ¡Ah! que no es a mí.
En realidad se cae en la cuenta de que se están comunicando con alguien (mediante pinganillo) pero cada cual va solo/a por entre las casas, los parques, ríos, coches y fuentes y ajeno/a a quienes pasan por su lado como si no existiesen.
¿Será este tipo de soledad circundante, buscada o no, la más preocupante? No sabría decir en cuál de los tres casos se está más solo/a. Al menos me reconfortan las palabras de Antonio Machado: “Quien habla solo espera hablar a Dios un día”. DIARIO Bahía de Cádiz