CARTA AL DIRECTOR enviada por: Jaime Morillo Caraballo, de Jerez
La historia de esta carta empieza con una llamada de una de las mayores de empresas de trabajo temporal de España. En ella se me prometía de manera halagüeña un contrato de tres meses de duración de dos horas al día como mozo en una conocida tienda de ropa de un “iluminado” centro comercial. Como es lógico y después de dos años de paro y de múltiples trabajos de duración de horas o días, esta oportunidad me parecía ideal ya que además la exigua ayuda que estaba cobrando se me acababa justamente este mismo mes, así que por razones más que evidentes acepté dicho trabajo.
Me enviaron la documentación y un curso el cual realice rápidamente, además firme un montón de cláusulas y me leí unos dos folios con prohibiciones aceptando todo lo había allí había por ilógico y raro que fuera; necesitaba con urgencia ese trabajo, tal vez fuera la tabla de salvación que había estado esperando durante estos dos últimos años aquello por lo que tanto había rezado.
El lunes de la semana pasada empecé lleno de ilusión, fui el primero en llegar, me presente a una encargada con toda la educación posible. Sin embargo tras mi breve presentación esta ni me hablo, ni me miro en todo momento salvo para explicarme en menos de un minuto lo que sería mi trabajo, más tarde me daría cuenta que sería la tónica habitual de nuestra fugaz relación laboral. Además conmigo estaban dos personas más, las cuales solo puedo decir que tenían las mismas ganas e ilusión por trabajar que tenía yo.
Mi trabajo y el de mis compañeros era desmontar un palet de ropa, clasificar, ordenar y “pelar” todo el material posible mientras las trabajadoras oficiales de la tienda la iban poniendo en las perchas, baldas y cajoneras de la tienda. Era un trabajo duro que requería mucha destreza manual y que nos obligaba a estar tirados en el suelo para pelar todo el material de manera rápida pero ordenada, evitando en todo momento que la ropa perdiera su doblez, desde pantalones a camisas a todo lo que se vendía en esa tienda y que fuera de tela, además debíamos recoger la basura, separarla y enviarla a un compactador para su reciclado.
En los tres primeros días aprendidos además a perchar y hacer otras labores, intentando en todo momento respetar las horas limites y ser de utilidad a la tienda. Por mi parte yo siempre tenía en mi boca dos frases: ¿en qué te puedo ayudar? y ahora mismo lo hago. No me iba hasta que todos los departamentos estuvieran limpios o no necesitan mi ayuda y así también mis compañeros, que como yo quería causar una buena impresión y que tal vez que esos tres meses asegurados se convirtieran en seis.
Sin embargo algo paso, el palet que venía habitualmente se convirtió en dos y después en tres. A pesar de exceso de mercancía y de la escasez de tiempo pues el camión se retrasó en varias ocasiones, seguimos luchando y esforzándonos para llegar a tiempo, los últimos días corríamos cargados de cartones hasta el compactado llevando sobre nuestras espaldas sacos de plásticos y carritos llenos de cartones hasta el techo , luchábamos incasablemente para tener un futuro mejor, sin demostrar debilidad en ningún momento, con una sonrisa en la boca a cualquier requerimiento de los encargados, todo por ese futuro que justamente necesitamos. El ultimo día que trabaje incluso me felicitaron por el trabajo bien hecho.
Sin embargo esta historia termina mal, a pesar de la lucha y el esfuerzo ese mismo día por la tarde me llamaron cobardemente de la empresa decían que el grupo en general no funciona, que no habíamos cumplido con las expectativas solicitadas y que no habíamos cumplido con el periodo de prueba. Esa llamada me destrozó, había sacrificado el último mes de ayuda para dicho trabajo y ahora después de lo luchado me quedaba como un burro amarrado a la puerta del baile mirando a ese futuro que como otras tantas veces se alejaba sin poder hacer nada para impedirlo o solucionarlo. Cuando intenté indagar los motivos, en qué habíamos fallado tanto individualmente a como en colectivo la telefonista simplemente se rió en mi cara y me dijo que lo dejara que ya no había vuelta atrás, que me enviarían un burofax al cabo de unos días.
Esa noche no pude dormir, la cabeza me daba vueltas, así que tras mucho pensar decidí acercarme educadamente por la mañana y preguntarle qué había pasado, cuál había sido nuestro error, necesitaba saberlo pues quería aprender , no buscaba conflicto simplemente la verdad aunque doliera pero incluso algo tan elemental se me ha negado.
Pues nada mas acércame a la tienda y preguntar por la encargada desde la puerta y con mucha diplomacia esta vino echa un basilisco y con amargas palabras me dijo que me fuera que no tenía que darme explicaciones ninguna, que había llamado a seguridad, ni escuchó, ni se paró en pensar que delante suya solo había un hombre destrozado tal vez por decisiones equivocadas y egoístas, sin embargo para ella solo era basura, algo desechable de usar y tirar, se veía en sus ojos fríos y vacíos, en esa mirada que yo ya he visto muchas veces y siempre en los mismos ojos, de la misma clase de gente.
Mientras cerraba la verja esta me seguía gritando ya palabras incompresibles por el ruido del motor de la cancela, así que visto que yo era tratado como un simple delincuente decidí irme apesadumbrado por una actitud tan inhumana, tan estúpida y tan absurda por parte de la encargada, pues a lo mejor con una explicación racional o por lo menos unas breves palabras sencillas o amables yo me hubiera ido satisfecho y algo hubiera aprendido para más adelante.
Más tarde me enteré que la política de la empresa era engañar a la gente con el supuesto contrato de los tres meses y después solo lo tenían una semana, ya que si contrataban a un número determinado de gente al año se llevaban beneficios fiscales. Maquinismo y capitalismo en estado puro que se lleva el esfuerzo, las ganas y la ilusión de unas personas que lo dan todo por un puesto de trabajo.
Mientras me iba de lugar delante mía pasaron unos chavales jovencitos, en sus miradas estaba la ilusión que yo mismo había tenido hace solo una semana y dos días. Ellos como yo no sabían en donde se habían metido, en el sucio juego al que se iban a enfrentar, les deseé suerte desde el fondo de mi corazón, aunque sabía ya a ciencia cierta de que como yo, solo eran mano de obra a la que iban a explotar, usar y desechar a la primera de cambio. Así que después de todo esto me pregunto ¿acaso es justo? DIARIO Bahía de Cádiz
(puedes comentar esta información más abajo)