DÍA 3 (3ª CLASIFICATORIA)
Ole los güevos morenos de Sudáfrica, acudiendo a la Corte Internacional de Justicia para llamar genocida al Estado terrorista de Israel, llamando a las cosas por su nombre mientras la comunidad internacional tartamudea ante el exterminio de palestinos. Sudáfrica se merece un pasodoble de los gordos en el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz (el COAC 2024).
El jueves se disputó en el Falla ya la tercera noche de las preliminares, una sesión codiciada por la presencia de Martínez Ares y su nueva obra, ‘La oveja negra’: oscura perfección en la ejecución, contundencia en las letras, y su ración de postureo de niño rebelde porque-el-mundo-me-hizo-así… Además, ‘Anonymous gaditano’ le puso maldad chirigotera a la función y ‘¡Qué orgullo de coro!’, desde Mérida, el toque gay-friendly.
Juan, corre corre, que nos quedamos sin silla en el foso de los leones. Maripili, sin anestesia, dale a la palanca y que nazca, crezca, se reproduzca y muera este cronicón al baño, maría. Un, dos, tres, un pasito patrás… ¿Algún voluntario para pagarnos la pensión completa? Sin pepinillo.
‘¡Qué orgullo de coro!’, ¡¡quiero ser libre!!
Las 20.05 horas. ¡¡Ese telón!! En formación amanece el coro emeritense de Badajoz ‘¡Qué orgullo de coro!’. Tipo bélico multicolor. ¿Batalla de coplas frente a la lgtbifobia? “Hoy mi guerra es por ti… la bandera que quieren quitar, son colores que te abrazarán, no nos frenarán… libre te amaré… hoy vence el amor, esta es mi lucha, este es mi coro, mi carnaval”. Queda clarinete esa presentación frente al insulto, el odio y “ese gris de los cobardes”. En esta consistente trinchera escriben Antonio Rodríguez Osuna ‘el arcade’, José Rodríguez Sánchez y Celia Lafuente López, y la música la ponen José María Barranco, el Lacio, y Juan Manuel Braza, el Sheriff. Metatango de entrada, “como los coros de aquí, más sencillo no lo hay, con sangre de Cádiz y el alma de Extremadura”. Resultón. Los coros, “pioneros de la igualdad”, señala la otra letrilla a los pies de las “coristas y carnavaleras”. Cuplés, de coro de Mérida. “En el sexo somos selectos y muy exquisitos, pito pito, gorgorito”, en ese estribillo para liarla en el carrusel. El animoso popurrí, fuera del armario, es un bombardeo monotemático de tolerancia y amor libre, “decide a qué bando te unes… frente a la guerra yo declaro el amor y la diversidad, defender el derecho a la igualdad, quiero ser libre, quiero ser libreeee”. Juan, romano por parte de tatatarataratabuelo, está meneando los deditos de los pies. Le han entrado ganas de visitar Mérida. Cosas de verse las repeticiones del OndaCádi.
‘La alegría de Cái (Los apocalípticos)’, ¡que viene la ola!
Cuando Quiñones y Tino Tovar almuercen juntos, señal del fin del mundo. El Nostradamus caletero ya pisa las tablas: “no haber sío tan pesao con que en Cádi hay que morir… que si el sol muere en la Caleta, aquí más de uno lo va a acompañar”. El fin se acerca, Juan. Te lo predice ‘La alegría de Cái (Los apocalípticos)’, chirigota con autoría de Luis Alfonso Martínez y Fernando Castro, y música de Jesús Romero Ariza. “Aunque mis coplas sean telarañas, no las rechaces, dale besitos por febrerillo”, entona el primer pasodoble de medida. El segundo expone al potencial visitante de Cádi la realidad de la hostelería explotadora y esclavista, “con el sudor de Cádiz ganan millones”. Demasiada corrección en el ambiente. Y por atrás, el menú del día, del último día. “Pa dos minutos que duro, mejor me compro un kinderbueno”; y la comparsa de los Carapapa repartiéndose el botín, en la tanda de cupleses, rematados con simulacro bailongo, a lo coro de Luis Rivero. Eso ha puesto pitoso al patiobutaca, mira tú. “Que caiga el meteorito ya, pero que caiga después de carnavá”, suelta una de las cuartetas sin freno ni contención del popurrí, resultón, lo más aprovechable del repertorio, afinaíto de aquella manera. Total, “si la vida son días, hay que aprovechar el presente, antes que el mundo se acabe…”. Juan, todo acaba. Hasta Arrayán.
‘¡Con lo bonito que era!’, remake
Altavoces ensordecedores en la introducción de una comparsa robótica, ‘¡Con lo bonito que era!’. Echa aceite ahí, Juan, que anda la cosa oxidá. Programados para tener nostalgia por el ayer de este concurso…, “con lo bonito que era, cantar en este teatrooo”. Media presentación haciendo el robot, baila el chiki chiki. ¿Un homenaje a la comparsa de Quiñones de los años ochenta? ¿O a Los mákina del Vera Luque? David Domínguez Gutiérrez, ‘Principito’, firma música y letra. Cortocircuitado de amor por Cádi viene el primer pasodoble, “aunque yo sea un robot, me enseñaste a quererte con los cinco sentíos”. Y un lamento por el cierre de tiendas de barrio de toda la vida ante la especulación, tiñe la segunda letrilla reglamentaria. El primer cuplé se resume en ¿ya? “Hay niña qué es lo que haces que me desatas mi corazón de lata, y lo haces que lata, lo haces que lata”. Toma ya, Juan. Rima consonante. La morriña ochentera desborda el pupurrí, 1.0. Bonito. Extemporáneo. Desactualizado.
‘Anonymous gaditano’, derroteando
Criticando sin dar la cara, detrás de una pantalla, entra la chirigota cobarde, de San Fernando, ‘Anonymous gaditano’. Con cameo de la Inteligencia Artificial en el holaquéhay. Repartiendo a diestro y siniestro, sin compasión, aunque no sepan ni de que va el tema, “esto es una dictadura”. Autoría y dirección, como no, anónima. Bocuñano no tiene nada que decir, ehh. Vaya, al tipo ese primer pasodoble, poniendo verde a quien se dice aficionado soltando “mierdas” en las redes sociales, “mierdas” a las que recurren en esa primera letra irónica. Y destapando las paradojas de este bendito Falla, con todos los temas que se podrían exprimir en un pasodoble, con la que está cayendo ahí fuera, pero, “para concursar, he preferido cantar a Martínez Ares”. Tanda de cuplés rematada con tres estribillos cachondos: el Manolín timofónica y la Superliga organizada por Johny Marchena, en ese tomate. El mamarrachismo sin vergüenza se adueña todavía más del popurrí, no apto para pieles sensibles carnavaleras, con su clímax con la reaparición de la IA, recreando finales del Canijo y de We can do…, “yo voy a poner, wifi en la Viñaaaaa”. Y dejan de ser anónimos en la cuarteta definitiva, en esa en la que se cambian de tipo tras el apagón. Ah, no, po no. Mucha carga de Cádi hay ahí. Cómo se agradecen estas extravagancias sin pamplinas. Juan, ¿dónde está la comparsa de Martín con Merche?
‘La oveja negra’, sobran borregos
Y con la olla a presión jirviendo, sale del establo don Antonio. ¿Cómo está el rebaño? ¡¡Beeeeee!! Ejem. Fantasía cabrera desprendida de atrezzo, en ese tipo de ‘La oveja negra’, otra comparsita oscura de Antonio Martínez Ares. No vea pa hacer una foto digna, Juan. “Soy distinto, diferente, un alma descarriada, siempre voy contracorriente, tengo la lengua afilada… Cuando sopla carnavales soy el verso que molesta, a las columnas vertebrales de una sociedad que apesta… Yo busco un batallón que quiera unirse conmigo, pa cantarle las cuarenta al enemigo, un batallón que al mundo quiera ganarle la partida y pelee sin condiciones por mi Cái de mis amores, to los días de su vida… Y aunque el futuro sea negro y lo oscuro me devore, como soy gaditano mis penas son de colores, son de colores”. Con pasión abusiva el cierre de la presentación, dándole un sentido al concepto de este año. De primeras, un pasodoble concadenando a muchos y variopintos autores de la fiesta de ayer y hoy, para rematar saliéndose del pellejo un “ovejas negras, ovejas neeeegraaas”. Entre otros, Pedro Romero, el Libi, el Quini, Cañamaque, Ripoll, Tino, el Tomate, Yuyu, Bienvenido, Tino, Requeté, Santander, Aragón, el Noly “impenitente”, y hasta Germán “que no obdc”. ¿Mete a todos en su mismo saco? Y de la poesía metacarnavalera de la primera letra, a la advertencia contundente en la segunda, mirando al Bruno, al nuevo arcarde, presente en el palco municipal…, “tú tienes la mayoría yo la inmensa minoría, que se llama carnaval… Te debes a un partido lleno de delincuentes, fachas reconvertíos y cachorros creyentes, tú te debes a tus siglas, cariño mío, y yo a la que me parió… Te juro que no voy a aguantar ocho años, como hice con otros mamarrachos, te voy a estar esperando, con mi guitarra apuntando en la estatua de Moret, a tu despacho, a tu despacho”. Letra preventiva. Béeeeeee. A vé esa tandita de cuplés: al tipo, y “aquí me cuelga la oveja negra”, y follaje monárquico a to los españoles. “Mi niña, que para dormir y pensar en ti no cuento ovejitas, que tengo todo un universo pa soñar despierto con mi Tacita, con mi Tacita”. Y como todo popurrí que se precie, hay que escucharlo otra vez… Seis cuartetas para narrar el nacimiento y evolución de esta oveja revolucionaria desde la cuna que huye del rebaño: “me amamanté con el calostro de la mar, mi lana olía a tribu vieja y libertad, hipnotizado y poseído, proferí el primer balido y me puse a llorar y a cantar y a cantar… Carneritos que cantan y cantan y no cuentan nada, jueces que un día perdieron torneos y no han olvidao, todos pidiendo guerra y vacías las barricadas, ese es mi ganao, ese es mi ganao…”. Pero esta oveja negra también se enamora, como aquellos piratas…, “yo conocí a una ovejita, se llamaba Ana María, era negra y era blanca según le daba la luz del día…”. Y hay vida más allá del carnaval: “despertad animalitos, nos tienen acobardaos, se acabó estar sometidos, dominaos, anestesiaos, faltan ovejas negras, sobran borregos… Corderito de dios, dónde está el paraíso que prometiste, tu biblia es una cruz, el cuchillo cristiano de un matarife, solo queda, solo queda mi rebelión…”. Y a rebelarse, sólo queda rebelarse: “me escapé trasquilao de esta perra vida, parto hacia la batalla, no llevo bandera, sólo una guitarra y mi calavera, me voy con mi gente a esparcir las simientes de la libertad, a cambiar el mundo con canciones, a morir matando si hace falta, que si algo nos sobra es la rabia… ábreme la puertecita, ay mi Tacita, del carnaval, carnaval canalla e insolente, cunita de rebeldes, milagro de febrero, la madre del cordero, carnavaaaal”. Y tras la ovación, el Falla queda mudo, tratando de digerir esta lucha contra la mediocridad en la que está enfrascado el Ares. Juan, cuidao con el lobo.
‘Te he dicho 1.748.654 veces que no soy exagerao (Los exageraos)’, la que estamos liando
Y subiéndole la bragueta a la sesión, una chirigota desmesurada con forillo tamaño folio: ‘Te he dicho 1.748.654 veces que no soy exagerao (Los exageraos)’, con letra de Juan Miguel Villegas Jiménez, y música de uno de los hermanos, Alejandro. Y toneladas de papelillos para atrancar esa presentación, presentación. Hasta esos dos coloretes valen por cinco o seis. Pasodoble, primero, para presumir de grupo, con varios de los habituales de aquellas chirigotas del Love. Y navegando entre las paradojas de Cádi, el segundo, “una tierra que es obrera pero vota a la derecha”. Cuplés, sin exagerar, lanzan un puñaíto, he perdío la cuenta. Alguno más afortunado que otro. “Y te lo juro por dió, que no estoy exagerando”. “Me voy a comprar un mini y lo voy a camperizar”, y con rollasos asín avanza ese pupurrí modesto, “sin exageraaaar”. Pelotaso, la mejor chirigota de la historia de la civilización y alrededores. Sin exagerar. ¡Campeones, campeones!, se gritan al caer el telón.
Las 23.48 horas. Baja, baja ese telón. De momento se va cumpliendo el reto de acabar cada función antes de la hora bruja, casi en horario infantil. Juan, a ti ya te caducó el carné de la Banda hace unos añitos. Ve recogiendo cables, que nos enredamos. Y la Inteligencia Artificial ya le pone el broche a la parrafada con una frase célebre al azar de su cosecha: “La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos ante ello”, dicen que dijo el estadounidense Charles R. Swindoll. Dany Rodway
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