JORNADA 25. Zaragoza y Cádiz empataron sin goles en La Romareda en un encuentro bronco y peleado, donde los amarillos empezaron mejor pero poco a poco fueron cediendo ante el empuje y la garra de los blanquillos. Este punto aporta poco al recorrido de los cadistas por LaLiga, dejando de lado la estadística de que aún no se ha perdido con Gaizka Garitano, y va asentando al equipo en una especie de aburrida mediocridad que, con suerte, al menos nos evitará sustos cuando vaya llegando el mes de mayo.
Salieron los amarillos a la hierba aragonesa sin ninguna sorpresa. La baja por sanción de Diakité la cubrió Fede San Emeterio. En el centro de la defensa volvió a aparecer Kovacevic, y el heredero natural de Maxi Gómez, Carlos Fernández, se posicionó como punta. Con ese once, el equipo cadista empezó el encuentro intentando mandar y controlar a su rival en los primeros minutos, y por lo general, fue la decoración que se vio durante la primera media hora.
Una internada por la izquierda de Ocampo con disparo inofensivo, una bonita combinación entre Ontiveros y el propio uruguayo finalizada chungamente, un potente remate desviado de Carlos Fernández a pase del marbellí y una típica jugada a trompicones de Sobrino que dejó la puerta vacía al uruguayo, que de nuevo no acertó, fue más o menos el bagaje ofensivo de los visitantes.
Los locales tuvieron algún acercamiento bien resuelto por David Gil, pero el Cádiz fue de los dos contendientes el que intentó más hacer eso que se viene a llamar jugar al fútbol, sobre todo, cuando la pelota llegaba a Javi Ontiveros, jugador sobre el que gravita toda la creatividad de los amarillos este año.
De todas formas, en los minutos finales de la primera parte el encuentro se empezó a embarullar, con frecuentes protestas de los jugadores, rencillas y tánganas que favorecieron a la idea de partido que tenía el Zaragoza. Junto a eso, la lesión muscular de Brian Ocampo que tuvo que abandonar el terreno en el minuto 40 cediendo su sitio a Escalante, y la salida al campo de Álex en lugar de Alcaraz, contribuyeron a que al fin y al cabo los amarillos se fueran al descanso agazapados en su área y pidiendo la hora.
MÁS DE LO MISMO, SALVO CINCO MINUTOS
Y la segunda mitad comenzó por los mismos derroteros. El partido se estaba transformando en un rollazo de esos que tanto se ven por la Segunda división: parones, protestas, gente por el suelo, un árbitro que parece que está mirando los escaparates de la calle Columela y chutes estrambóticos en ambas porterías cada cual más apartado del objetivo deseado.
En medio de todo esto, Garitano sacó del campo a Carlos Fernández y San Emeterio e hizo ingresar a Chris Ramos y Fali, que se colocaba de medio estorbo en el centro del campo. Con la salida del delantero gaditano, se abrió un poco el encuentro y se volvió incluso entretenido durante cinco minutos, por la incertidumbre del marcador y porque podía pasar cualquier cosa. Era como una especie de pin-ball descontrolado, donde el Real Zaragoza jugaba más bolas que el Cádiz y donde Kovacevic empezaba a destacar por su labor eficiente en la defensa amarilla. Pero luego todo regresó a su cauce y volvió el plúmbeo gris a reinar en la tarde invernal a orillas del Ebro.
A falta de diez minutos, el siempre luchador y churrigueresco Rubén Sobrino dejó su sitio en el campo a De la Rosa, que en el minuto 86 se inventó una buena oportunidad en un eléctrico robo de balón que acabó centrando y que la propia defensa local estuvo a punto de colar en su portería. Luego recibió una falta que conllevó la expulsión del local Tasende. En el ratito que estuvo sobre el campo demostró muchas ganas y velocidad. Quizás se merecería una titularidad a ver qué pasa.
La cosa es que el partido acabó ni fu ni fa. El técnico vasco sigue imbatido, y la loca carrera de los amarillos hacia la mitad de la tabla sigue adelante.
Uno piensa que qué bien hubiera venido prescindir de Paco López unas cuantas jornadas antes, para que el margen de mejora que está demostrando el equipo amarillo, que ahora al menos presenta cierta solidez, hubiera redundado en más oportunidades de acabar el curso con posibilidades de luchar por el ascenso, y no en este mediocre e insípido devenir que parece que nos espera de aquí a que acabe el año. DIARIO Bahía de Cádiz