La editorial Dalya despedía el año 2016 con la publicación de ‘Villa en Fort-Liberté’, una novela muy intensa y envolvente: un hombre, Chilo, busca su lugar en la vida a la vez que asistimos a la ruina de un país, Haití, descabezado por las armas con el beneplácito del primer mundo. Su autor, Eduardo Flores, natural de Cádiz. Charlamos con este autodidacta en el mundo literario, que presenta esta, su segunda novela tras ‘Una ciudad en la que nunca llueve’, y ultima la tercera.
La editorial gaditana Dalya despedía el año 2016 con la publicación de ‘Villa en Fort-Liberté’, una novela muy intensa y envolvente: un hombre, Chilo, busca su lugar en la vida a la vez que asistimos a la ruina de un país, Haití, descabezado por las armas con el beneplácito del primer mundo.
Según el texto de la solapa del libro que llevo en mis manos Eduardo Flores nació en Cádiz en 1981. Autodidacta en el mundo literario ha sido soldado, estibador portuario y en la actualidad trabaja en el sector de la seguridad privada en África. Es autor de los blogs literarios en internet La muerte del suspiro y más recientemente La victoria de la carne. En 2009 sus poemas formaron parte del libro colectivo ‘Estrofalario’ (Quorum Editores). Con ‘Una ciudad en la que nunca llueve’ (Ediciones Mayi, 2013) hace su primera incursión narrativa en el mundo editorial. Ha colaborado con artículos y reseñas en la revista cultural digital CaoCultura.com y con textos de opinión en El Tercer Puente. ‘Villa en Fort-Liberté’ es su segunda novela.
Cuando llego ya está sentado a una de las mesas en la terraza de la cafetería de la plaza de San Francisco que acordamos por teléfono. Se le cierra hasta la bufanda a rayas un largo abrigo de paño gris. Lo reconozco por las fotografías en Facebook.
“¡Qué frío!”, le digo al sentarme precipitadamente, sugiriendo que tal vez sería mejor pasar al interior. “Es por fumar” aclara, muy serio, exhalando hacia arriba el humo del cigarrillo a la vez que alza la mano para llamar la atención del camarero. Se pide un segundo café solo, yo un cortado. Parece ligeramente inquieto; ni siquiera mira el libro que coloco sobre la mesa; su libro. Es al verme sacar la libreta que esa inquietud sube algunos grados.
“El primer mundo no es representativo de la humanidad que habita el planeta”
‘Villa en Fort-Liberté’ es tu segunda novela.
Sí.
¿Quién o qué es ‘el Francés’?
¡Coño! Empiezas fuerte.
(Reímos. De hecho sin haberlo visto sonreír todavía la espontaneidad de su risa me sorprende.)
Por lo menos ya sé que la has leído. ¿Sabes algo sobre los estudios de los sistemas complejos?
(Niego con la cabeza.)
En realidad no me gustaría hablar de ese personaje. Es de esas cosas…
Su peso es notable en la historia de Chilo.
Son muchos los factores que pesan en la vida de cualquiera. Creo que mis novelas se construyen a partir de una colección abundante de preguntas, de encrucijadas que me van obsesionando durante mucho tiempo. Chilo aglutina gran parte de esa colección; es el protagonista, vertebra un argumento existencial en el que, como ocurre en la vida fuera de la ficción, se va a cruzar con otros personajes. Uno de ellos es ‘el Francés’.
(La mirada de Eduardo Flores solicita un pacto a este respecto, reacio a hablar de su personaje.)
No he leído ‘Una ciudad en la que nunca llueve’…
Haces bien (Interrumpe. Risas.)
Pero he leído sobre ella (la he hojeado furtivamente en una librería cercana no mucho antes de la entrevista, no se lo digo), me he informado. ‘Villa en Fort-Liberté’ es una novela muy diferente; el estilo, la voz, los temas principales y coincidentes en la ficción literaria son tratados como si ambas obras no fueran del mismo autor.
No sé si eso es motivo de alegría para mí o no. Desde luego te aseguro que las dos fueron escritas por la misma persona. De hecho casi se solapan. Acabé la primera cuando ya había empezado con la segunda. A ver, soy un aprendiz de este oficio; permeable; el estilo todavía no es un problema para mí. El proyecto primigenio de ‘Villa en Fort-Liberté’ era sobre la violencia humana. Después esa violencia se expandió reduciendo lo humano a algo más dentro de la naturaleza, y después, en algún momento que no sabría precisar, observé que también la violencia se había apoderado del texto, que las frases se construían de forma violenta. Me resulta complicado explicarlo. Nada de eso tiene absolutamente nada que ver con ‘Una ciudad en la que nunca llueve’, que era otro proyecto muy distinto y en el que el narrador también era protagonista de la historia.
Conocemos a Chilo en Fort-Liberté, un pueblo de Haití. Es un hombre ya maduro. No sé si es conveniente hablar de sus orígenes.
Sí, por qué no. Chilo nace en Cádiz y trabaja como estibador portuario. En algún momento de la narración lo vamos a redescubrir. Es joven y a su personalidad le falta mucho para ser el que ya conocemos en Haití. Toda historia es siempre un viaje. En el espacio y en el tiempo. Soy aficionado a leer sobre divulgación científica y tengo muy asimilados esos conceptos, espacio y tiempo, también su relación. Es el viaje de Chilo una novela, tanto en una dimensión como en la otra. Que por qué Cádiz, pues porque también quería decir cosas de mi ciudad, retratarla como la imagino no mucho antes de nacer yo. Los lugares de la ficción sólo existen en la mente del lector. No tiene mucha importancia el nombre que se les dé.
Pero Fort-Liberté sí es importante.
Bien. Veo que no me has entendido.
Lo dice el título.
(Más risas. Hace ya rato que disfrutamos del café.)
Al final un título sólo es eso, un título. Si el proyecto original tenía que ver con la violencia humana, el resultado, el tocho de folios con el que me encontré al terminarla, ya era otra cosa. O al menos no sólo era eso. También esta novela es una ventana. El primer mundo no es representativo de la humanidad que habita el planeta, es sólo una parte, una más pequeña de lo que cree el civilizado urbanita, del peatón, y el resto no lo vemos; por mucha televisión, cine o Internet que tengamos. Así que al final me encontré con que había abierto una ventana por la que poder ver cosas que son y que ocurren en el mundo, por muy inverosímiles que nos parezcan.
Sigues sin decir nada de Fort-Liberté.
Haití es uno de los países más desgraciados del mundo. Estuve allí. Nada más.
(Queda un momento pensativo.)
Bueno. No es cierto. Sí, sí que estuve, y algo de aquel lugar debió de agarrarse dentro de mí, porque hubo un tiempo en el que fantaseaba que me escapaba de todo para volver y vivir como creía que podría vivir allí. Así que recreé ese mismo Fort-Liberté para Chilo.
¿Cómo es?
Como se cuenta en la novela.
El mar parece estar siempre muy presente.
Sí. El mar es importante en mi vida. De un modo o de otro, siempre lo ha sido. Literatura y vida son una misma cosa para quien sangra con tinta. En la novela así como en la vida la mar son todos los caminos, Homero ya lo sabía, y con Homero empezó todo. Chilo sale de Cádiz por la vía del mar. Sale de una ciudad que bordea una bahía y acaba en un pueblo haitiano en el seno de una bahía. Lo que el mar le hace al ser humano lo había leído en Melville y no lo vi, lo había leído en Conrad, y tampoco lo vi; después lo experimenté, y volví a leer a Melville y a Conrad; yo quería contarlo también. No sé si lo he conseguido.
En la villa acaban una serie de personajes que nada tienen que ver unos con otros y que se encuentran conviviendo en uno de los lugares más remotos de la tierra. Eso no es nada realista. Quiero decir, no parece creíble. Un pintor famoso, una doctora, el mismo Chilo, Anelio,…
Lamento que no te haya parecido creíble.
Quiero decir que resulta extraño.
En realidad no lo es. El mundo de ahí afuera es diverso. Lo que pasa es que no lo vemos. Todos esos personajes tienen un motivo para estar donde el lector se los encuentra. Tal vez no lo supe hacer. Pero te puedes encontrar con un comandante de la Legión Extranjera nacido en Algeciras meando a tu lado en el baño de la discoteca del Sheraton de Djibuti un día cualquiera de tu vida. Eso me ha pasado a mí, joder. Yo he vivido como unos trece años en Algeciras, en un tiempo en el que ni siquiera podía señalar Djibuti en un mapa. Desde luego están ahí porque yo los he puesto, porque tienen algo que decir o hacer para la historia que cuento. Pero no, realmente no es descabellado que se dé tal circunstancia. La novela como género, en el caso de que realmente existieran los géneros -algo en lo que no creo-, es como un laboratorio en el que experimentar con muchas preguntas y sus muchas posibles respuestas. En este caso el laboratorio es casi siempre un mundo salvaje porque me era necesario. Y para las muchas posibles respuestas necesitaba personajes dispares, casi a la contra, no sé.
‘El Francés’ sí es inverosímil.
¿Lo es?
(Ríe)
‘El Francés’ es el personaje que más me ha hecho sudar escribiendo en toda mi vida. Tiene que ver con esa afición mía a leer libros y artículos de divulgación científica. Pero también tiene mucho que ver con cierta literatura. Mis novelas son el resultado de un proyecto muy personal en su conjunto; y ‘el Francés’ tenía que aparecer. Insisto, es un personaje sobre el que no quisiera predisponer al lector.
¿Ya estás escribiendo tu próxima novela?
Terminé otra novela. Que se publique o no… quién puede saberlo. Y escribir… bueno… creo que uno nunca deja de hacerlo.
Acabamos la entrevista y Eduardo Flores sigue tan inquieto como lo encontré. Sonríe poco y cuando lo hace parece forzado. ‘Villa en Fort-Liberté’ es su segunda novela tras ‘Una ciudad en la que nunca llueve’ y ya la pueden encontrar en cualquier librería. DIARIO Bahía de Cádiz
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