JORNADA 12. “¡Vete pa Sevilla, no te queremos!”, “¡el Cádiz somos nosotros!”. Son algunos de los cánticos reproducibles de la caldeada previa del encuentro de la sobremesa del sábado, nuboso (literal y metafóricamente hablando), en el Nuevo Mirandilla; con el Real Oviedo, con el veterano Santi Cazorla en sus filas, visitando a un Cádiz gris hundido en zona de descenso, y a una afición harta, muy harta, explotando un rato antes de rodar la pelota y concentrándose en los bajos de tribuna.
“No tenemos tiempo para lamentaciones. A nadie se nos escapa que la situación no es buena. Sufro porque sé que hay mucha gente que está sufriendo. Tenemos que poner el foco en que son dinámicas y que hay que cambiarla cuanto antes. Tenemos que pensar que somos capaces de hacerlo. Los jugadores están jodidos, dolidos, pero con muchas ganas de revertir la situación”, incidía en su rueda de prensa de cara al partido Paco López, que ha ido perdiendo crédito entre un cadismo que acogió su fichaje con mucha ilusión. De la ilusión al desencanto en apenas unos meses. ¿Culpa del técnico, de la plantilla, de la directiva?
Tras las probaturas con el equipo B en el campo del Éibar, los amarillos volvían a su once más reconocible aunque con varias novedades curiosas: la inesperada presencia en el titular de Kovacevic y de Mwepu. Conformándose una alineación titular con: David Gil, bajo palos; Iza, Matos, Chust y el serbio (que debutaba el pasado miércoles) en defensa; Alcaraz y Kouamé, en el centro del campo; Ontiveros y Ocampo, de extremos; y en la delantera, Carlos Fernández y el zambiano.
La crispación vivida fuera del estadio se trasladaba al interior al saltar los jugadores al campo; ni el pasodoble de Manolito Santander sonando a volumen infernal por megafonía podía acallar la pitada y los gritos de “¡Vizcaíno, dimisión!”. Un recibimiento de los casi 14.000 presentes en la grada que no auguraba nada bueno… Y encima, comenzaba a lloviznar, junto al pitido inicial.
Un lanzamiento lejano de Rubén Alcaraz suponía la primera ocasión medio seria del Cádiz tras diez minutos de partido en los que, poco a poco, ante un rival atrás con fobia al balón, iba tomando el control, tocando y tocando tratando de encontrar fisuras, merodeando de vez en cuando los dominios de Aarón. Y ganándose así algunos aplausos al fin de su público, como en el tímido disparo de Paquito Mwepu en el 20. En la siguiente acción, aprovechando un mal despeje de Iza, Sebas Moyano probaba con poca puntería a Gil.
Los gaditanos mandaban, sí, quizá con más parsimonia de la debida, intentando derribar el muro ovetense, que casi sorprendía en una contra ya en el minuto 39, arreciando entonces la lluvia y con los asistentes más pendientes de buscar cobijo que del verde. Y precisamente en un fallo en la otra área, un avispado Iza Carcelén metía la pierna y hacía el 1-0, merecido para los de casa por al menos tratar de jugar ante un inoperante rival. Aunque la celebración del portuense no gustó demasiado, entre la rabia y la euforia (y al final del partido se acercaría a las Brigadas en fondo sur a pedir disculpas).
TRAS LA TORMENTA SIEMPRE SALE EL SOL
El partido se abría tras el descanso, con los asturianos queriendo ahora la pelota, y en el minuto 50 David Gil intervenía bien ante un lanzamiento de Cazorla. Cinco después, con el portero visitante adelantado, Brian Ocampo trataba de colarla casi desde mitad de campo.
Llovía y llovía, y el Cádiz por momentos achicaba aguas. Y Chris Ramos, fresco, relevaba en la delantera a Mwepu; y más adelante, Ontiveros y Carlos Fernández eran reemplazados por Sobrino y Escalante. El Oviedo iba perdiendo ímpetu y fe, y los gaditanos volvían a controlar la situación, al menos teniendo el balón lejos de su portero. Y lo más importante, mostrándose un equipo serio que sabía lidiar con la presión.
Se olía el segundo amarillo más que el empate oviedista, y en el 80 Rubén Alcaraz con un zapatazo al borde del área hacía ese 2-0. Sin embargo, el dichoso VAR intervenía y el árbitro, como suele ocurrir, se dejaba rearbitrar y anulaba el tanto por falta previa.
Para la recta final, entraban en el juego Zaldua y San Emeterio por Ocampo y Kuamé, y el Cádiz, sin desmoronarse pese al varapalo, se mantenía al ataque y volvía pronto el alivio: el 2-0 al electrónico con justicia, en el 85, con un cabeceo de Chris Ramos a una falta botada por Alcaraz.
“¡Con cohones, se ganan los partidos”, ¡vete pa Sevilla, no te queremos!”, se voceaba en parte del Nuevo Mirandilla mientras se decretaban siete minutos de añadido, sin más historia, y hasta un tímido sol se asomaba entre el cielo encapotado. Después de la tormenta siempre sale el sol, dicen.
Se concretó al fin el primer triunfo en casa de la temporada (donde no se ganaba desde el pasado mayo), tres puntos que deben suponer (ojalá todo fuera tan fácil) el hito que cierre la dinámica autodestructiva del Cádiz y su entorno.
“Teníamos muchas ganas de brindar una victoria a la afición. Afortunadamente hemos acertado en área rival y no hemos encajado. Hemos tenido personalidad, hemos sido un equipo unido, comprometido, es lo más valoro. Creemos mucho en lo que hacemos”, reflexionaba en el post-partido un Paco López contento pero serio, admitiendo que “he pasado una semanita jodida, no lo voy a negar. He sentido una cacería, lo llevo por dentro, somos humanos”. Y añadiendo que “me he sentido muy apoyado por el presidente. Noto una confianza total”. DIARIO Bahía de Cádiz