CRÍTICA. El espectáculo El callejón de los pecados del bailaor flamenco Eduardo Guerrero llenó la Sala Central Lechera de Cádiz. El público se volcó en asistencia y aplausos con su paisano, que exhibió su increíble imaginación y técnica en la interpretación de una obra de baile flamenco, colorida y efectista, en la que estuvo acompañado por un magnífico elenco de músicos.
Barroco. Así definí la primera impresión que tuve del montaje de Eduardo Guerrero. Me sugirieron, que no era la palabra adecuada para un espectáculo flamenco: “¿Barroco? ¿Tú has oído eso de alguien del flamenco?”. Medio en broma o medio en serio, me apostillaron: “Dile a un bailaor que su baile es barroco, verás que te parte la cara”.
Ni remotamente me pasa esto por la imaginación -mucho menos lo espero de Eduardo Guerrero, que tiene cara de buena gente- pero debo modificar mi idea inicial. Fundamentalmente, porque me he dado cuenta de no ser suficiente para la descripción del espectáculo El callejón de los pecados. Me dejé arrastrar, con ese vocablo, del academicismo cultural que sintetiza en él la primacía en las obras artísticas de las emociones, el gusto por el desequilibrio, la distorsión, el contraluz, los bruscos contrastes y el abigarramiento de motivos. Sí, en ese sentido el baile de Eduardo Guerrero es esencialmente barroco… y brillantemente espectacular. Nadie queda insensible a la riqueza técnica y tremendo impacto emocional de sus bailes, entreverados de escorzos y movimientos imposibles, que componen su personal visión del baile flamenco investida de un barroco exquisito y explosivo que despliega con pasión y fe en su proyecto.
Sin embargo, el bailaor gaditano desvela su arte como un envoltorio de un producto esencialmente tradicional y clásico; con los cantes y la sonanta de siempre, la misma hondura en los sentimientos y las mismas letras de desvaríos pasionales por cuenta de amores. En ese sentido, El callejón de los pecados no se aparta de la senda flamenca tradicional. En esta obra –es su segunda creación- Eduardo Guerrero plantea una renovación de las formas, pero no de las esencias, que se mantienen incólumes en su torbellino de idas y venidas sobre el escenario. Y las esencias se perciben mejor con la sonanta del guitarrista isleño Jesús Guerrero –siempre cautivador, especialmente con sus filigranas aderezadas de acordes-, que tuvo también su protagonismo personal en los intermezzos del bailaor.
El callejón de los pecados se compone de una decena de cuadros superpuestos, unidos con un vago hilo conductor. Las entradas y salidas se prepararon como si fueran las del Callejón del Duende, mítico pasaje gaditano que tuvo mucho que ver con historias de quereres y desahogos pasionales. Los cuadros del Callejón de los pecados son autónomos, específicamente diferenciados no solo con texturas musicales y desarrollos diferentes, también por las variantes de vestuario y peinados exhibidos por el bailaor; comenzando con su impactante inicio a torso desnudo. Cada cuadro se sostiene con el soporte musical de un palo específico, guiños a su vez a grandes maestros del flamenco, cantados en un mano a mano, y con voces singularmente diferentes, por Pepe de Pura y Miguel Rosendo.
El público disfrutó de un magnífico espectáculo, singularmente con la exhibición final al son de las alegrías de Cádiz. Un espectáculo donde sus partes más explosivas y aclamadas se distancian poco en brillantez y calidad de sus composiciones más intimistas, planteadas con más libertad y sensibilidad. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
El callejón de los pecados.
Eduardo Guerrero, creación y baile. Jesús Guerrero, guitarra. Pepe de Pura y Miguel Rosendo, cante. Manuel Muñoz Pájaro, percusión. Programa: Instrumental (Jesús Guerrero) / Seguiriyas / Toná / Zapateado / Soleá por bulerías/ Nana del Caballo Grande / Tarantos / Malagueña del Mellizo / Tango / Alegrías de Cádiz.
Lugar y día: Sala Central Lechera de Cádiz, 16 de enero de 2015. Asistencia: lleno