Un convenio suscrito entre el Ayuntamiento de Cádiz y la asociación Abaniko el pasado mes de septiembre va a permitir a dos jóvenes con discapacidad intelectual realizar prácticas como ordenanza en el Consistorio, hasta finales de junio de 2018.
Inicialmente, Francisco Anglada Abeijón y María del Carmen Hernández García, de 29 años de edad ambos, acudirán todos los jueves al Ayuntamiento para desarrollar las tareas propias de ordenanza, aunque conforme vayan integrándolas pasarán a realizar dos días de prácticas a la semana. Y en diciembre, Javier Parra Díaz, de 28 años, se incorporará a la Jefatura de la concejalía de Tráfico, para realizar también prácticas hasta el próximo mes de junio.
Este proyecto surge de los contactos que mantuvo el anterior concejal de Personal, Manuel González Bauza, con la asociación Abaniko, ya que fue invitado por su junta directiva a conocer la sede (ubicada en el colegio Campo del Sur) y se interesó por las actividades organizadas por la entidad, ofreciéndose el entonces edil a iniciar el procedimiento para establecer el convenio de colaboración que finalmente se rubricó el pasado mes de septiembre.
Estos tres jóvenes llevan formándose en el perfil de Auxiliar de Servicios Generales desde el curso 2015/2016, en un taller de formación para personas con discapacidad intelectual. Se trata de una formación propia de la asociación Abaniko, en la que el alumnado aprende no sólo las tareas propias del perfil de ordenanza, sino que también trabaja otros contenidos que complementan dicho aprendizaje, como orientación laboral, informática y formación académica básica, habilidades sociales y autonomía personal.
Desde la entidad señalan que el objetivo principal es que estas personas adquieran una capacitación profesional en un puesto de trabajo real, con el apoyo de una mediadora (de la asociación) y una tutora laboral por parte, en este caso, de la institución. La mediadora, previamente, analiza el puesto de trabajo (tareas, organigrama, barreras, etcétera) y aprende las tareas gracias a la colaboración del tutor. Esta persona, a su vez, aprende cómo debe trabajar con una persona con discapacidad intelectual.
Una vez iniciado el período de prácticas, el mediador va enseñando las tareas al alumnado con la supervisión de la tutora, y conforme el alumnado va aprendiendo sus tareas y es más independiente, el mediador o la mediadora se va retirando. La tutora laboral es ahora el referente de la persona en prácticas, así como del resto de compañeros en una relación idéntica a la que mantiene cualquier trabajador con su jefe y el resto de la plantilla.
TAMBIÉN QUIEREN SER FELICES
“Las personas con discapacidad intelectual tienen las mismas necesidades e intereses que todos nosotros: ser felices. Por ello quieren tener un trabajo, para sentirse útiles y ganar dinero que les permitas acceder a lo que les gusta, disfrutar con su grupo de amigos haciendo actividades propias de su edad, hacer deporte, aprender a valerse por sí mismo… Para ello, nuestra asociación trabaja con diferentes programas: formación e inserción laboral (en los perfiles de ordenanza y auxiliar de jardinería), ocio, deporte, salud y refuerzo escolar”, exponen desde Abaniko en una nota remitida a DIARIO Bahía de Cádiz.
Participar en este conjunto de programas no sólo hace que mejore la calidad de vida de las personas en riesgo de exclusión social, sino que a la vez las visibiliza, “demostrándole a la sociedad que son personas capaces, con voz y pleno derecho, a tener una vida completa y feliz”.