JORNADA 28. El Cádiz perdió en la sobremesa de este domingo en Carranza, por un solitario tanto de penalti, ante un Málaga que no demostró ser mucho mejor, pero que estuvo serio y bien plantado el campo. Trató de dominar a los locales, que se suelen dejar, hasta que anotó su gol y luego se dedicó a taponar atrás los inocuos intentos amarillos de lograr algo. Tras esta derrota, sigue líder, pero ya sienten en su nuca el aliento de sus perseguidores, sobre todo del Real Zaragoza, y acentúa una crisis de juego que viene ya de largo.
Los de Cervera salieron al impecable tapete del Ramón de Carranza (con cerca de 19.000 personas en la grada) sin muchas sorpresas en la alineación. Cala y Fali ocupaban el centro de la defensa, y ante la baja por enfermedad de José Mari, a Garrido le tocó ser el escudero de Álex Fernández que atrasó su posición en el campo. Por delante, el Choco, que últimamente no pasaba de chipirón, dejó su titularidad al recién llegado Álvaro Giménez, y otros de los nuevos, el balcánico Malbasic, también compareció desde el inicio. El Málaga, por su parte, jugó de inició con lo poco que tiene su corta plantilla, y disfrazado de rotulador fluorescente rosa. En esta época ya es sabido que la tradición, que es en gran parte lo que mueve al fútbol, se rinde siempre ante las técnicas de márketing: es lo que hace que equipos tan históricos como el de la Costa del Sol ande como alma en pena por la Segunda división y protagonizando historias rocambolescas.
La primera parte fue un tratado de lo que este año es un partido de los de la Tacita: dejar que los rivales lleven la iniciativa, robar y salir desmelenados al ataque. Pero hace mucho que este A-E-I-O-U no le sale del todo bien al equipo. La defensa siempre deja dudas y le falta contundencia. No es un “tú por aquí no pasas”, sino un “pasa, pero no me pises lo fregao”. Cuando roban, que es mucho menos que antes, únicamente Salvi practica la velocidad, siendo Perea siempre el más peligroso, aunque se refocile en regates, malabares, tropiezos, cachitas y cabriolas que habitualmente no llevan a nada.
No obstante, como el Málaga tampoco es el Brasil de Pelé no se puede decir que creara muchas oportunidades. Más bien ninguna. Hasta que se dio cuenta de que tocar la pelota delante del Cádiz, que defiende por acumulación, es jugar ante un frontón, y empezó a pegar balones largos, y a aprovechar el juego parado y las segundas jugadas que la meliflua defensa local no sabía bien como contrarrestar. De esta forma, los visitantes tuvieron tres oportunidades más o menos claras, dos en saques de bandas y otra en un pase largo mal defendido. Incluso marcaron un gol, por medio de Adrián, que el colegiado anuló tras revisar el VAR. En todo el primer tiempo, sólo un centro bien cabeceado por Malbasic y un disparo bastante deficiente de Salvi llegaron a inquietar a los costasoleños.
De esta mala primera parte pagaron la cuenta Malbasic y Giménez, que fueron sustituidos por Edu Ramos (un jugador que pasará a los anales como uno de los más anodinos de la ya larga historia cadista) y Nano Mesa. Y todavía estaba el público volviendo a sus asientos tras pasar por el mingitorio en el descanso, cuando Pacha Espino concedió un penalti infantil al cortar un avance visitante con la mano. Como si no estuviera ahora todo más que vigilado y no se fueran a dar cuenta. La pena máxima la transformó Adrián González en el 0-1 para los malaguistas, pese a la gran estirada de Cifuentes.
A partir de ahí, este gol no hizo más que hacer notar de manera más acusada las debilidades del Cádiz este año. El equipo se echó el partido a sus hombros, mas nunca llegó a crear ocasiones reales de peligro… en el área contraria. En la propia, los malos pases en defensa y en el mediocampo dejaron en tres ocasiones a los rivales prácticamente solos frente a Cifu, pero entre Cala, Espino y el propio desacierto evitaron que los malagueños anotasen algún gol más. Los de casa lograron crear algún amago de ataque comprometido en el 57, tras una jugada insistente de Espino a la que no llegó Salvi Sánchez, y en sendos disparos lejanos de Álex en los minutos 62 y 67.
A falta de menos de veinte para el final, Álvaro Cervera puso en el campo a Jurado. Se ve que el sanluqueño tiene calidad y temple para hacer muchas cosas, pero sus compañeros tienen que acompañarle algo. Aportó visión en la mediapunta y algunos pases y centros con cierta chicha. Se puede decir que lo mejor del choque fue su aparición, y la esperanza de que si juega más a menudo, puede aportar a este Cádiz parte del orden y el control que necesita, siempre que se recupere de la letanía de lesiones que padece desde que llegó en verano.
En los momentos finales del encuentro, tras una bonita volea en la que el visitante Pacheco pudo poner el 0-2 en el marcador, los amarillos llegaron a tener cierto dominio sobre el rival a base de faltas laterales, saques de esquina y un poco de empuje (tampoco demasiado). El Málaga pudo seguir jugando con la americana puesta y le bastó con aflojarse un poco el nudo de la corbata para quitarse de encima el débil agobio generado por los gaditanos.
Un remate de Iza en el 81, una fantástica jugada de Perea desperdiciada por un mal centro de Salvi en el 90, y un tiro cruzado del mismo Perea en el 91 fue todo el bagaje atacante de los locales en estos minutos, trufados de controles descontrolados, centros malos e infructuosos y remates insípidos que podría ejecutar una colegiala con falda de tablillas. La sensación de que el Cádiz era tan inofensivo como Bambi puesto de THC, y de que podrían estar jugando tres horas más que allí no iba a empatar nadie, era la que sobrevolaba Carranza.
Y así terminó la cosa. La crisis de identidad que lleva atravesando el equipo desde hace ya muchas jornadas sigue vigente, y Cervera continúa sin encontrar soluciones. Lo malo es que, además del mal juego, se encuentre también con los malos resultados y vuelva de nuevo el pálpito de que, una vez logrados los 50 puntos, ya está todo hecho y el resto de la temporada es un trámite que cumplir sin más objetivo que esperar a la siguiente. Habrá que confiar que no sea así, pero en los últimos años ha sido una historia recurrente. No dudamos que el plantel técnico de los amarillos esté pensando en hacer lo que haga falta para ascender, pero a lo mejor la preparación del equipo está planteada desde un principio para currarse los 50 puntos y huir de la Segunda B, y una vez conseguido el objetivo, por mucho que digan los jugadores resulta que no están ni física ni mentalmente para más batallas.
Los demás vienen fuertes. Los amarillos están pidiendo la hora desde hace un par de meses. Y les queda aún mucho por nadar, con el agua está llena de tiburones. DIARIO Bahía de Cádiz