CRÍTICA. El Gran Teatro Falla de Cádiz acogió el pasado 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, la obra Juicio a una zorra, escrita y dirigida por Miguel del Arco e interpretada por Carmen Machi. En la obra, un monólogo de una hora, Del Arco transforma el relato mitológico sobre Helena, la causante de la mítica guerra de Troya, en un drama personal de rabia contra su propio destino y odio hacia los personajes que la convirtieron en objeto de deseo y moneda de cambio de todos. Es una emotiva e interesante versión de la historia personal de Helena, “la luz que brilla en la oscuridad”, que Machi mantiene con vigor y solvencia ante el público.
Rojo: amor, sangre, vino, pasión y lujuria. El rojo predomina en la escenografía de Juicio a una zona y en el corazón de Helena de Troya, que a solas con el público desvela durante una hora su verdad (“¿quién escribe la historia?”, pregunta con recurrencia); la verdad de cómo transcurrió su vida, convertida en objeto de deseo, veneración y moneda de cambio entre espartanos y troyanos. Helena de Troya, hija Zeus, la divina y hermosísima hija de dioses, aparece en el escenario, casi beoda, en la decrepitud de la madurez vital, abandonada y odiada por todos. En ese estado, nos ofrece una versión más carnal, terrenal y dramática de su vida en Esparta y Troya, a golpes de recuerdos y de copas de vino, que escancia con generosidad y descuido. Es una Helena anegada de rabia, dolor, vivificada por los rescoldos que aún se avivan en su corazón con el nombre de su único y verdadero amor, Paris. Es una Helena ajena al poder, brutalmente sometida y vejada sexualmente, enamorada de un antihéroe como Paris, con el que habría compartido amor y pasión hasta la eternidad si no hubiera intervenido la liga aquea en la famosa guerra de Troya que la devolvió a Menelao, su marido.
La versión de Miguel del Arco no sólo desmitifica el personaje –a quien humaniza dramáticamente, casi con crueldad-, también desmonta pieza a pieza los mitos sobre los supuestos héroes de la guerra de Troya y el motivo que encendió el conflicto: recuperar a Helena. La mirada del dramaturgo se centra en ella, “una de las mujeres más famosas y, posiblemente, una de las más despreciadas, que reclama su derecho a elegir las palabras que conforman su historia”, según el autor. A través de su monólogo, aflora el desencanto y la frustración por las propias vivencias de la Bella Helena, la derrota asumida desde pequeña por su condición de mujer, y la rebelión contra el designio marcado por otros –incluido su propio y poderoso padre, Zeus-, designio que muestra la irrelevancia de su papel, incluso en la guerra de Troya (“¿quién puede pensar que todo aquel despliegue era realmente por mí?”).
La primera parte de la narración, imperfecta e irregular, abunda en los mensajes sobre el resultado de la historia: Helena como víctima alienada que busca en el vino y la pócima secreta su salvación de la amargura que le embarga; pero, en su papel, Carmen Machi no termina de asumir el estado de achispamiento y enajenación al que conduce la narración visual de la bebida como elemento catártico necesario para la locuacidad irrespetuosa y enrabietada que arroja palabras y verdades desde lo más hondo de su ser.
Sobre todo, no favorece nada a configurar el personaje la lucidez y socarronería de los chascarrillos que atufan el monólogo, forzados en tono y forma, porque no sólo desvían la atención del espectador –aunque divierten y relajan la tensión a que está sometido el público con la narración- sino que emborronan al personaje con digresiones emocionales y que rompen el hilo del discurso –verbal y visual- hacia una comicidad que recuerda al espectador los registros más populares de Machi como actriz.
Sin embargo, en la fase conclusiva del monólogo Carmen Machi supera de forma excelente la tour de force palabra-imagen a la que se somete en la escenografía de Juicio a una zorra. DIARIO Bahia de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Juicio a una zorra (monólogo).
Carmen Machi, actriz. Miguel del Arco, texto y dirección. Arnau Vilà, música. Juanjo Llorens, iluminación. Sandra Vicente, sonido.
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 27 de marzo de 2015. Asistencia: lleno.