“Hace más de veinte años, sobre este mismo escenario vine a ser tu pregonero… Hoy la historia es bien distinta, que esta noche aquí se libra una batalla, eso sí, de lo más gaditana entre el gran Momo y el coplero…”. Así comenzaba en la noche del martes de Carnaval de Cádiz, con retraso sobre el horario previsto, el pregón del dios Momo, previo a su simbólica quema, a cargo del niño de la Cruz Verde, del veterano Antonio Martín, que anunciaba su retirada tras medio siglo cantándole a Cádiz el pasado 2017. Precisamente esa plaza, desde los presentes carnavales, se rebautizará también con su nombre.
La plaza de San Antonio, con mucho público, disfrutó de un acto que combinó coplillas y versos, que hace pasear por el Cádiz más señero, la memoria sentimental y carnavalera de Martín y la esencia de la ciudad, a su entender. Y ya se sabe, “en Cádiz no hay que morir, en Cádiz hay que vivir… y hay que vivir para sentirlo, quererlo y pelearlo, que lo que no evoluciona hay que revolucionarlo”.
“En la calle de la Palma precisamente empezó todo. A partir de ese momento mi poder de gran Momo se fue apagando. Y no sé ni cómo ni cuándo pero el coplero acabó poseyéndome. O sea, ab-du-cién-do-me, que es como hoy dirían algunos autores del Carnaval que ya por cierto son filósofos y abogaos,-que hay que ver adónde esto ha llegao…-. Y periodistas, historiadores, y catedráticos, y escritores, y profesores y novelistas, y educadores y guionistas… y muchos cuentistas… y una larga lista de… demasiados charlatanes, diría yo. Pues eso, lo mismo que un charlatán el coplero en un plisplás me embaucó, me sedujo, me endemonió y acabó transformándose en mí… Dicho de otro modo, que a partir de aquí, el Momo será Martín y con Martín, ya saben su rollo, más jartible que el Morera…Cádiz, Cádiz, Cádiz y a tomar por culo el dios Momo. Que el Momo que aquí conocemos no es el dios mitológico griego de las islas Rodas, de Creta ni de Itaca, no… el gran Momo, el auténtico, el verdadero es del barrio de la Viña, picha, y lo sacaron los hermanos Carapapa… ‘Que si al dios Momo desterraron los dioses como castigo, Momo se lo tomó a risa y para Cádiz se vino… y en la Tacita ha aprendío a usar el doble sentío, y dice que vivir en Cadiz es un castigo divino…’, no ni ná… Cádiz, Cádiz, Cádiz…”
“Ay, Cádiz, si yo tuviera que decirte todo lo que siento por ti, necesitaría toda la eternidad –continuó apuntando avanzado su pregón-. Pero en Carnaval, como en la vida misma, todo tiene un principio y un fin. Aunque aquí, esta noche, no hemos hecho más que empezar. Y antes de que el dios Momo arda veréis pasar por estas tablas el mundo entero, o sea, Cádiz. Sí, porque Cádiz como sabrán es el mundo. Discrepar sobre esto es perder el tiempo… que aquí se dictan las leyes de cómo vivir en libertad sin morir en el intento. Y lo hacemos siempre…’al compás del 3×4, 3×4 gaditano lo que es un 4×4 p’al resto de los humanos’ –pero cómo se puede discrepar en algo tan simple, joé?… po discrepamos- . Y discutiendo y discrepando, desde que el mundo fue Cádiz, tolo decimos cantando… que el pueblo que canta sus males espanta, dice la copla popular. Todo lo que sucede en el mundo, o sea en Cádiz, está en nuestras coplas (…) Y es que en Cádiz, un grupo de amigos sentados a la mesa, dice más verdad en una sola copla que todo un parlamento de golfos, corruptos y sinvergüenzas… blam, blam… como diría el gran Libi: he dicho”.
Una perorata que se va acercando al remate, al fuego final, pero sin prisas, “que si por quemar fuera, antes que ná yo metería en la hoguera, aunque solo fuera por un ratito, hasta que salieran por sus propios pies, eso sí,bien chamuscaítos y jartitos de ceniza, a esos hijos de puta que quemaron los campos de Andalucía y Galicia. Y quemaría a fuego vivo la ira, el odio y la avaricia. El cinismo, el chantaje, cualquier terrorismo, la envidia, el ultraje, las malas lenguas, la xenofobia, la pederastia, la homofobia, el racismo, el machismo, el maltrato… y basta… ya basta… para el carro, compañero… que van a faltar mangueras para apagar tanto fuego…”.
Ese paseo hablado por la ciudad no se aleja mucho de la Viña, y es que “si el ombligo de Cádiz es la Viña, ay, niña, qué ombligo. Y es que la Viña es ese bendito barrio en donde todo Cádiz se reconoce. Que la Viña es el gran broche del flamenco y el carnaval como bien dice Javi Osuna. La Viña son todas las Cádiz en una. Y en ella se dan la mano el carnaval y el flamenco”.
Y el final se huele: “perdóname, Cádiz mío, pero con esta mi última copla te digo adiós. Que todo tiene un principio y un fin… Todo lo que comienza termina… Lo que nace acaba por morir…Es ley de vida… Aunque esta noche, cuando todo quede reducido a cenizas… mi alma coplera seguirá rondando tus calles como el Levante y el Poniente… sin saber siquiera si en verdad me he ido o me he quedado contigo y a tu vera para siempre…”. Un pregón que no podía terminar de otra manera, sin que sonara la mítica presentación de ‘Caleta’, de 1980, dicen que un cajonazo… “Viva la suerte de poder gritar / contemplando su mar, / yo nací caletero… / viva la suerte de poder gritar / contemplando tu mar… / Caleta, Caleta, Caleta, Caleta”.
En este acto organizado por la Federación Provincial de Peñas Gaditanas, arroparon a Martín en el tablao de San Antonio, bien en escena o por la pantalla, otros cinco pregoneros del Carnaval gaditano (Las Niñas de Cádiz, la chirigota del Love, Julio Pardo y su coro, Alejandro Sanz y Niña Pastori). Además, intervinieron en el mismo Los Caballati; el último grupo de Martín; su hija Amparo; el cuarteto de Morera; Anabel Rivera, David Palomar, Caracol, Memi y Lali; Sandra Ramos y Carmen Jiménez Barea; y la chirigota de Manolito Santander. DIARIO Bahía de Cádiz