JORNADA 26. Partido clave para el futuro de los amarillos en el Nuevo Mirandilla en pleno domingo de carnaval chiquito, y en horario antifútbol, para meterse en la pelea por la permanencia o para empezar a verlo todo más negro aún, después de veintiuna jornadas sin ganar, y con una docena de choques todavía por delante. Una final ante el Real Celta para tratar de sacar la cabeza momentáneamente de la zona de descenso y sobre todo para inyectar moral a una plantilla que lleva demasiadas semanas hundida futbolísticamente y sobre todo moralmente.
Con degustación de churros matinal, entradas regaladas a los abonados, una ¿oportuna? camiseta celeste especial dedicada a la mar y a sus hombres, y una controvertida rueda de prensa previa del presidente Manuel Vizcaíno apelando a la “unidad” de todos, llegaba este duelo frente a los gallegos, también sumergidos en lo más bajo de la tabla.
“Estamos con mucha ilusión. A pesar de la dificultad, tenemos una gran posibilidad. Los chicos saben que tenemos que mejorar, ojalá podamos encontrar esos estímulos que nos eleven la confianza. El equipo está muy bien físicamente y mentalmente”, aseguraba Mauricio Pellegrino en su comparecencia pre-partido, en la que también, mirando al cadismo, llamaba “a tirar todos en el mismo sentido”.
Y sorpresa en el once inicial, con el insospechado banquillazo a Chris Ramos, contando para la delantera con Juanmi y Maxi Gómez. Por detrás, en los extremos, Sobrino y Robert Navarro, y en el centro del campo, Alcaraz y Escalante. Y en la línea de atrás, Iza, Javi Hernández, Chust y Meré, con Conan Ledesma en la portería, pese a estar tocado en los últimos días.
Minuto de silencio en recuerdo a las víctimas del incendio de Valencia, y a rodar la pelota ante más de 18.000 espectadores. Y un primer cabeceo forzado de Juanmi tras una jugada de insistencia, metía pronto a la grada en el juego. Rabia, coraje y ganas, al menos, se demostraban en los primeros minutos, ejemplificados en el trallazo de Iza Carcelén a las nubes.
Sin embargo, en el minuto 10, en la primera llegada del Celta hasta entonces ausente, marcaba Iago Aspas desde la frontal del área, haciéndose el silencio en el estadio. Un injusto varapalo tempranero del que tocaba reaccionar (¿pero este Cádiz sabe qué es eso…?, o más bien no hundirse. Juanmi probaba en el 16, con el equipo tratando de recomponerse y parte de la afición volviendo a despertar, con solidaridad incluida hacia los trabajadores de Acerinox desde Brigadas Amarillas.
Los locales, desesperando con tanto toque de balón insulso atrás, pasaban a no encontrar cómo meterle mano a un rival con calidad metido atrás y peligroso a la contra. Con un sector de la grada ansioso por pitar a los suyos, y otro celebrando hasta los saques de esquina; en uno de ellos, en el 36, Maxi tenía el empate, pero su cabezazo se iba fuera por poco. Dos después, era Juanmi el que tenía cerca el 1-1. Y ya metidos en el tramo final, Rubén Alcaraz ponía a apuros a Guaita de falta directa. Poco más, salvo algún grito de “Vizcaíno, dimisión” al llegarse al ecuador, y la resignación invadiendo el Nuevo Mirandilla a la hora del almuerzo.
IGUALANDO UN 0-2 EN CONTRA
El segundo tiempo arrancaba con un Alcaraz probando de volea de nuevo al acertado portero gallego; e Iza, otra vez, mandándola por encima del larguero. A los de Pellegrino no les quedaba otra que meterle corazón y revoluciones al encuentro frente a un conjunto de Rafa Benítez contemplativo de inicio, que se hacía con el control del choque unos minutos y en el 57 marcaba el 0-2, firmado por el sueco Williot Swedberg, recién salido al verde.
Con el estadio camino de convertirse en tanatorio, el técnico argentino meneaba el banquillo recurriendo a Kouamé, Sergi Guardiola y Chris Ramos por Escalante, Sobrino y Maxi Gómez. Y daba resultados: sin esperarlo nadie, en el minuto 66 el Cádiz volvía a meterse en el partido con el gol de un activo Juanmi con la pierna derecha tras pase de Guardiola. El tanto resucitaba a la afición, mientras el Celta ya no se cortaba a la hora de perder tiempo.
Con la desesperación haciéndose patente en ambos bandos, en el 79 el ex del Betis tenía en sus pies el empate, pero remataba sin potencia el centro del portuense; y en el 82 era Alcaraz el que se veía con el gol tan cerca que se dormía y le robaba la cartera un rival.
Para el remate se incorporaban Machís y Zaldua por Robert Navarro e Iza. Y el de negro decretaba ocho minutos de propina. Mas ni el ambiente ni el empuje gaditano terminaban de dar la sensación de ser el final de una final. Había más nervios que nervio. Y sin al menos intentar tirar a puerta es imposible…
Cumplido el descuento, Guardiola fallaba lo increíble… y en la siguiente acción el muy criticado Darwín Machís, que lleva toda la temporada sin reivindicarse, se inventaba el 2-2, uno de sus golazos: desde el pico del área por la derecha con una rosca imparable a la escuadra.
Un empate in extremis en la sobremesa muy celebrado, un puntito que ilusoriamente parece mucho más de lo que es por cómo se logra: insistiendo sin bajar los brazos hasta el pitido final pese a las limitaciones evidentes que arrastra este equipo; y además, porque evita que el Celta se vaya a seis puntos del descenso.
“A nivel de resultados, el empate nos sabe a poco, pero el destino quiso que no lleváramos este punto en una situación compleja. Eso sí, jugando así hemos demostrado que tenemos posibilidades de ganar partidos, con eso me quedo, a diferencia de otros encuentros hemos competido hasta el final. La sensación es que estamos vivos, es la buena noticia”, reflexionaba Pellegrino tras el duelo. DIARIO Bahía de Cádiz