CRÍTICA. En la historiografía musical queda el registro de la primera negativa del gobernador militar de Venecia para la representación de la obra de Verdi, Rigoletto, por su “repugnante inmoralidad y obscena trivialidad”. Claro que el gobernador tenía en cuenta que el libreto de Piave se basaba en la obra de Victor Hugo El rey se divierte, censurada en Francia, tildada de escandalosa por su vitriólico ataque a la nobleza y, por tanto, prohibida por todas las instituciones (monárquicas) del momento.
Verdi y Piave tuvieron que negociar muchos cambios –fundamentalmente, ubicar la acción en el Ducado de Mantua– para mantener la esencia de la obra: la compleja personalidad del bufón Rigoletto y sus extremos pasionales: el amor a su hija y el odio al Duque y sus cortesanos. Cambios inevitables y necesarios para que la repugnante inmoralidad y obscena trivialidad se transformara en un melodrama excelso que cautiva al mundo desde su estreno en 1851.
Opera 2001 parece tener una plaza segura en Cádiz y una apuesta fija en el Teatro Falla, que tiene un público incondicional para la oferta regular de esta productora. Tanto que ofrece ya dos producciones anuales en esta plaza (anuncian La Bohéme para el próximo otoño). Sin duda por las experiencias anteriores, y sobre todo por el impulso de la última obra puesta en escena, Madama Butterfly, también de Ópera 2001, que tan buen sabor dejo en el público gaditano, casi se llenó el aforo del magnífico coliseo gaditano.
No puede afirmarse que la versión de Rigoletto que puso en escena en esta ocasión, alcanzara la redondez de otras producciones de Ópera 2001 vividas aquí, o la desazón que el desarrollo dramático deja en el espectador pueda haber influido en la apreciación personal que expongo.
La obra relata la historia de Rigoletto, bufón del libertino duque de Mantua que se dedica a innoble misión de seducir a las damas y doncellas de su feudo. Rigoletto se burla en público de los cortesanos engañados y provoca el rechazo de todos, al punto que el conde Monterone le maldice. Como medida de prevención, mantiene oculta a su hija Gilda, de tal forma que algunos cortesanos sospechan que es la amante del bufón jorobado. Pero Gilda se ha enamorado del duque, quien se hace pasar por un estudiante pobre que le corresponde en el amor; aunque tanto los encuentros con el duque como su amor los mantiene en secreto, incluso a su padre. Mediante engaños y la ayuda involuntaria de Rigoletto, raptan a su supuesta amante para llevarla al duque, pero el bufón consigue rescatar a su hija y jura vengarse. Concierta con un sicario el asesinato del duque, pero Gilda que sigue perdidamente enamorada del Duque de Mantua, se hace pasa por él en última instancia sufriendo la acometida mortal del sicario, que la introduce en un saco para arrojarlo al río. Rigoletto decide tirarlo él y entonces se da cuenta que ha matado a su propia hija, cumpliéndose la maldición.
Rigoletto es pues un relato fluido y vibrante que reflejan las pasiones más extremas del ser humano; desde el amor extremo –hasta el sacrificio personal– de Gilda, la indignidad del duque propio duque, indiferente a la suerte de sus víctima, y las venganzas personales, especialmente la de Rigoletto. Por tanto, no es de extrañar el acento en la tenebrosidad de las escenas. Pero en esta versión se enfatiza el tono triste y dramático de toda la obra con una ambientación grisácea y descolorida, en la medida de lo posible, incluso en las escenas desvaídas introductorias de los dos primeros actos. Sin embargo, hay que destacar la excelente disposición de elementos escénicos del tercer acto y el verismo en este acto de la tormenta atmosférica –paralela a la tormenta de pasiones que se desarrolla en las escenas preparatorias y ejecutoras de la muerte de Gilda–, que elevan notablemente la buena apreciación de esta versión operística.
Desde el punto de vista musical, la obra descansa fundamentalmente en quien encarne al deforme personaje sobre las tablas. En este caso, Paolo Ruggiero. El barítono también es una apuesta segura por su oficio y experiencia; una voz firme e inmarcesible que aguanta sin desmayo –en la dulce rutina de su fiabilidad– el exigente repertorio, aun a costa de una coloratura restricta y menguada flexibilidad dinámica. Por el contrario, la voz de Juan Carlos Vals –imponente en los registros donde se siente cómoda su voz– tuvo una andadura errática, con grandes momentos –léase el segundo acto casi al completo– como también interpretaciones “fuera de onda”, especialmente la archiconocida La donna è mobile, francamente mejorable. Digamos también que me sorprendió la frescura del tenor en el desenvolvimiento escénico, más destacable y de agradecer por su contraposición con el estatismo con que se resuelven las escenas corales. La soprano Sonia Bellugi mantiene bien el tipo durante su participación. No solo por la interpretación de las piezas; resuelto el desbalance de su entrada inicial –el duetto Figlia! Mio padre! francamente dominado por la absorbente voz de Ruggiero– la soprano dio una imagen verídica y emotiva de la pureza de una doncella, de candorosa enamorada, y de amorosa y sensible hija. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
‘Rigoletto’, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi.
Libreto de Francesco Maria Piave según la obra de Victor Hugo «El Rey se divierte”. Producción Ópera 2001. Dirección musical: Martin Mázik. Dirección artistica y de escena: Roberta Mattelli. Escenografía: Alfredo Troisi. Vestuario: Sartoria Arrigo. Elenco: Paolo Ruggiero, tenor (Rigoletto). Sonia Bellugi, soprano (Gilda). Juan Carlos Vals, tenor (Duque de Mantua). Liliana Mattei, mezzo-soprano (Maddalena). Ivaylo Dzhurov, bajo (Sparafucile). August Metodiev, bajo (Conde Ceprano). Nikolay Bachev, barítono (Marullo).
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 11 de marzo de 2016. Asistencia: casi lleno.
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