JORNADA 38. El Cádiz consiguió en Vitoria-Gasteiz la ansiada salvación tras su victoria ante el Alavés con gol de Lozano y el empate del Granada en su casa con el Espanyol. Osasuna no pudo vencer al Mallorca, pero con estos resultados los amarillos adelantan a los granadinos que son los que, a su pesar, caen en el pozo de la Segunda.
Y con la mirada puesta en los otros partidos, Sergio González sacó el once que todo el mundo podría esperar, con Álex y Alcaraz haciendo como si llevaran la batuta; Sobrino e Idrissi como si atacaran por las bandas, y Lucas y Negredo como si remataran alguna, porque lo cierto es que lo que es hacer, nadie hacía nada. El holandés nacionalizado marroquí cedido por el Sevilla fue el que más lo intentó al principio, con algunos insípidos acercamientos en los primeros diez minutos de encuentro. Pero el primer susto lo dieron los locales por medio de Jason en el 14, que aprovechando la falta de acierto de Iza para despejar un centro llovido, remató flojo a las manos de Ledesma.
En realidad, el partido en Mendizorroza, con una notable representación de aficionados amarillos en la grada, comenzó ramplón y sin tensión, con los gaditanos atenazados y asustados, sin poner sobre la mesa lo que se estaban jugando; mientras los vascos echaban el rato haciendo sus cositas ante los nerviosos defensores, como un disparo lejano de Loum en el 25 que hizo lucirse a Conan y acrecentó la lividez del cadismo.
A eso de la media hora los visitantes estaban totalmente aplatanados, como el color de su uniforme apócrifo mostraba, y los locales amenazaban la puerta del meta argentino con algunas internadas y faltas desde la frontal causadas por la escasa preponderancia de los cadistas en el juego. El Cádiz estaba desaparecido, y no demostraba tener ningún arma, ni tampoco, lo que era más grave, ningún alma. Los acercamientos más peligrosos fueron un torpe control-remate de Idrissi a un largo centro a balón parado de Lucas en el 36 y un cabezazo inocente e infantil de Sobrino en el 42. Acabó la primera parte, y el equipo con su desidia y su poca capacidad daba muy pocas esperanzas para la segunda.
Y menos cuando nada más empezar ésta llegaban las noticias del gol del Mallorca en Pamplona, y al comenzar la reanudación, Idrissi fallaba la primera ocasión realmente clara, resolviendo una jugada por la derecha con un disparo digno de un preescolar con anemia.
Sin embargo, este acercamiento parece que dio al equipo de la Tacita un hálito de vida, de manera que se arremangó ligeramente y por medio de Iza o de Lucas fue capaz de poner en aprietos a la defensa alavesa, que tampoco era la del Bayern ciertamente. Con un poquito de intensidad los blanquiazules se veían desbordados, pero tampoco el Cádiz se desmelenaba y no era capaz nunca de dar verdaderas muestras de peligro pese a que Rubén Sobrino en el 62 tuvo otro remate de cabeza que tampoco acertó a marcar, o que Idrissi remató al palo en el 67 a dos metros de la portería.
Cuando a eso de la media hora de la segunda mitad José Mari y Choco Lozano saltaron al campo por Negredo y Alcaraz, y luego Cala por Fali que se había lesionado, tocó el momento cumbre de la noche. Desde Granada llegó la noticia del penalti fallado por los locales, y esto parece que enrabietó a Iza Carcelén que en una internada por la derecha fue capaz de poner una pelota en boca de gol para que el Choco pusiera toda su tinta en el remate, consiguiendo el gol que los aficionados cadistas que habían viajado hasta Euskadi contarán a sus nietos durante los próximos decenios.
En el 77, los gaditanos estaban en Primera, y era el Granada el que se iba a por tabaco. Pero las cosas nunca son fáciles para el Cádiz, ya lo sabemos todos, y en el 87 las imágenes del VAR anularon un pena máxima por manos de Pacha Espino que el árbitro tuvo a bien pitar. Los propios nervios de los visitantes hacían que el Alavés merodeara por el ataque, sin ningún acierto, ni orden ni concierto. La defensa amarilla era en algunos casos más peligrosa que los jugadores babazorros. Afortunadamente, y con Salvi Sánchez en el campo que puede haber jugado sus últimos minutos como amarillo, se llegó al final de los encuentros con la victoria del Mallorca 0-2, el empate a cero en Granada y la agónica victoria cadista en Vitoria. El objetivo estaba logrado.
SE CONSUMÓ OTRO MILAGRO
Esta permanencia significa que el equipo amarillo vivirá el curso que viene su tercera temporada consecutiva en Primera división, cosa que no ocurre desde los gloriosos años 80, y que se han conseguido los objetivos que se plantearon al inicio: la salvación en LaLiga.
La dolorosa pero necesaria sustitución de Álvaro Cervera por Sergio a mitad de temporada, y la llegada de algunos jugadores en el mercado de invierno resultaron muy positivas, ya que el plantel fue capaz de reaccionar, al principio con juego y luego hasta con resultados. Sin llegar a ser nunca una plantilla fiable, parecía que las cosas iban bien hasta que al final, en los momentos clave, no dieron la talla, quizá por su limitada calidad en general, por el decaimiento físico o por las dos causas. El hecho es que ha vuelto a hacer falta un milagro triangular.
Sabemos que no se puede pedir mucho más a estos jugadores, porque no se niega que lo han dado todo, pero poniendo en contexto como estaban las cosas hace cuatro o cinco partidos, no se debería de haber llegado a la situación que se vivió este domingo. Es cierto que somos el Cádiz, y hay que sufrir hasta el final porque si no nos aburrimos. Pero igual que los jugadores y los técnicos hacen milagros en el campo, habría que pedir alguno también a la directiva para que la plantilla que se monte para la 2022/2023 atesore una calidad acorde a la que debería tener un equipo que estará compitiendo, un año más, en la élite del fútbol nacional.
Todo eso ya lo veremos. Ahora toca saborear ese soñado decimoséptimo puesto que se ha logrado en la tabla clasificatoria. Pasadas las tres de la madrugada, el autobús del equipo se asomaba por la capital gaditana y se acercaba a la fuente de las Puertas de Tierra donde esperaba, entre botellones, un grupo de aficionados sin sueño. Y a seguir la fiesta. Viva mi Cádiz, vivan los cadistas, y que vivan también sus gónadas. DIARIO Bahía de Cádiz