CRÓNICA J-31. El Cádiz este año está jugando claramente como el alumno que va a conseguir el aprobado. Parece no tener ganas de intentar algún premio más, y se conforma con pasar de curso sin exponerse mucho en vez de apretar un poco el culo para ver si consigue que su padre le regale el vespino.
El empate conseguido en la ventosa tarde del domingo en Carranza ante uno de los peores equipos de la categoría deja ese sabor, el de una oportunidad perdida pero que no tendrá muchas consecuencias ya que el manido objetivo de la permanencia se antoja conseguido hace muchas jornadas. Quizá habría que arreglárselas para, por lo menos, plantarse al final de la liga como uno de los candidatos al ascenso, y los amarillos este año parece que han dicho que eso se la sopla, y que demasiado han hecho ya. Que lo suyo no es jugar al fútbol, porque no saben cómo se hace eso, y que con robar y correr como maquinitas ya han cumplido, porque el año que viene no tendremos que visitar al Mármoles Macael o al San Roque de Lepe.
Salió el Cádiz al campo sin Vallejo, sin Machís, sin Álex Fernández y sin Aketxe, pero con el levante a favor y la idea clara de lanzar balones arriba para que la pelea continua de Lekic y Querol y la velocidad, sobre todo, de Salvi, pusieran la pelota siempre en las cercanías de la portería visitante. De esta forma, en el minuto 8, la colaboración del viento y la esperpéntica defensa cordobesista dejaron a Querol solo delante del portero pero lanzó, con mucha malage, directamente fuera.
En el 13, una internada peligrosa de Jairo por su banda tras un buen pase se José Mari acabó en un centro sin remate. Los locales tenían el partido totalmente controlado y los blanquiverdes corrían para todas partes aunque siempre sin tapar, siempre llegando tarde y siempre saliendo derrotados en cualquier balón dividido. Así, en el minuto 20 tras una bonita triangulación de los locales, el de Sanlúcar por la izquierda centró para que Lekic rematara defectuosamente.
El partido era un monólogo amarillo, que sin tampoco mucha intensidad pero con constancia, hacía que los locales rondaran casi siempre cerca del área visitante. Parecía que, en cualquier momento, llegaría el primer gol, pero a eso de la media hora, los cadistas se fueron atragantando en su propio asedio mientras la defensa califal se asentaba un poco y adquiría cierta seguridad escuchimizada. Incluso los visitantes empezaron a acercarse a trompicones a la portería de Cifuentes. A estas alturas del partido, cuando el Cádiz cogía la pelota, la meneaba para acá y para allá sin saber muy bien qué hay que hacer con ella, hasta que la perdían sin que ocurriera nada reseñable. El roteño José Mari era el único que dejaba alguna vez balones francos a los extremos para que estos incidieran por sus bandas.
Como no pasó nada en los últimos 20 minutos de la primera parte, echaremos el rato comentando un asunto llamativo. A eso del minuto 35, el Córdoba había cedido cinco córners. Y hay que reseñar que es dramático ver cómo resuelven los locales esta jugada. No hay quien bote un saque de esquina que sea capaz de crear cierto peligro, a no ser que esté jugando Aketxe. Por otro lado, el vasco es que no hace otra cosa, y quizá eso explica su ausencia en la convocatoria. Sería interesante que Cervera llevara a cabo durante la semana algún repaso del tema en los entrenamientos, ya que en este fútbol actual en el que los resultados llegan tras pequeños detalles más que por lo que es jugar en sí, desperdiciar esta suerte que otras veces ha sido tan beneficiosa es un auténtico despropósito.
Antes de acabar la primera parte, los locales reclamaron un penalti por unas evidentes manos de un defensa blanquiverde, pero el colegiado no lo vio y se llegó al descanso con el empate inicial.
Comenzó la segunda mitad con la misma decoración, aunque los amarillos intentaban empantanarse menos en pases inanes y correr más al hueco. En cuanto hacían esto, los cordobeses se descomponían y entraban en alerta roja, sin embargo los locales eran incapaces de hacer algo más que sobrevolar gentilmente el área como gráciles mariposas, sin ninguna clase de maldad. Sin plantear realmente problemas a los visitantes.
Así que en el 54 Álvaro Cervera decidió sentar a Querol y poner a jugar a Álex Fernández. Y las cosas no cambiaron demasiado. El Córdoba estaba mejor asentado que antes, pero su defensa seguía siendo suicida e inescrutable, y en el minuto 60, y nadie sabe cómo, en una de esas jugadas en las que el Cádiz hacía pasear el balón inocentemente por el área visitante, entre el cancerbero Abad y el central Quintanilla acabaron metiéndolo en su propia portería, regalando a los amarillos el 1-0 inesperadamente.
En respuesta a este autogol los visitantes se pusieron a jugar y en el 65 una gran jugada de Martín regaló a Piovaccari el empate. El lateral izquierdo del Cádiz sigue siendo una apisonadora de destruir jugadores, y la llegada de Espino, que se mostró inseguro y feble, parece que no ha resuelto nada. Encima, los gaditanos perdieron completamente el norte y el Córdoba cogió la batuta claramente, embotellando al rival durante unos minutos e incluso lanzando un balón al poste.
El técnico sustituyó a Lekic por el debutante Jovanovic y al lesionado Mauro por el italiano Renella. El balcánico pasó desapercibido y lo del italiano lo veremos más tarde. El choque se puso bonito, con ambos equipos un poco desmelenados, olvidándose de la escuela holandesa y tirando de la furia española, pero sólo durante un ratito. Luego, empezaron las imprecisiones, paradas, protestas e interrupciones tan habituales en este deporte que hacen de los partidos un suplicio en el que lo único que hace que el espectador no salga corriendo es la incertidumbre del resultado.
Y en los últimos minutos, la tónica fue esa. Renella tuvo el gol en un error catastrófico del Córdoba que regaló un balón al siempre imprevisible Jairo, capaz de lo mejor y de lo peor, y luego en otro remate de cabeza que peinó muy malamente. Se ve que el italiano es el típico delantero ideal para el Cádiz. De esos que no mete un gol ni aunque juegue David el Gnomo sin gorro de portero. Los ojeadores amarillos han tenido históricamente una gran habilidad para escrutar el mercado en busca de este tipo de jugadores.
En definitiva, otro empate en casa que no sirve de mucho. Visto los méritos locales, es lo que se merecían. Lo intentaron someramente al principio, pero no se sabe por qué, este equipo no es capaz de mandar y matar. Al final va a llevar razón el técnico guineano en lo que dice que este grupo de jugadores da lo que da, y está hecho para jugar de una forma determinada. Y de esa forma se consigue holgadamente la permanencia, pero no hay que pensar en un posible ascenso. Simplemente, vivir en una cómoda situación sin peligro… y también sin ambiciones. Y si para alguien le felicidad es eso, pues este equipo es para ellos. No pasarán a la historia. Nadie se acordará de ellos dentro de unos años. DIARIO Bahía de Cádiz