El Carranza recibió en la tarde del sábado, con gran ambiente en las gradas, al Mirandés. Un choque que pronto se torcía por un gol prematuro de los burgaleses tras saque de esquina. El Cádiz no se hundió, se mereció el empate antes del descanso, y lo logró. Y ya en la segunda mitad, con el encuentro abierto, ambos buscaron el tanto de la victoria, con algo más de ímpetu los de casa. Fruto de esa convicción, a diez minutos del final llegaría la remontada, el 2-1, y la fiesta carnavalera a la grada. Tres puntos para seguir creciendo en lo más alto de Segunda. Se juegue peor o regular, el secreto es no rendirse.
Con el cartel colgado de no hay entradas, el Ramón de Carranza en una tarde de sábado bajo la amenaza de lloviznas y unos 18.000 aficionados en las gradas –la tribuna, casi al completo-, se abrió para recibir al Mirandés, un equipo de infausto recuerdo para el cadismo tanto por el arbitraje sufrido en la primera vuelta como por aquella liguilla de ascenso a Segunda de años atrás. Mas no toca mirar atrás. Este Cádiz de Álvaro Cervera se ha empeñado en mirar adelante y arriba, encaramado a la tercera plaza de LaLiga 1|2|3; y desde ya con tres refuerzos invernales para “refrescar” lo que queda de campeonato: Imaz y Malón en la convocatoria, esperando su debut en el banquillo, y el vasco Aketxe.
El once de los de amarillo, el más habitual, supliendo la baja por una pequeña lesión de Garrido en la medular con la incorporación lógica de Jose Mari, recién salido de la enfermería. Y arriba, en las bandas, Salvi y Álvaro García, y Ortuño en la delantera.
No empezó mal el choque para los de casa, y en apenas tres minutos ya se habían contabilizado dos acercamientos con cierto peligro, una internada de Salvi y un disparo de Rubén Cruz. Sin embargo, a la siguiente, en un saque de esquina llegaba el tempranero jarro de agua fría. Los burgaleses se adelantaban en el marcador con un cabezazo de Guarrotxena.
Tras momentos de desconcierto local, Salvi volvía a poner en aprietos a Roberto en el 11. Y el encuentro se convirtió en un monólogo amarillo, merodeando el área del conjunto rojillo, que tuvo su culmen en una ocasión también de Salvi en el minuto 32: en el área chica con todo a favor mandaba la pelota al travesaño, ante la desesperación de la grada. De la incredulidad se pasó a la alegría colectiva dos minutos después. Ahora sí subía el empate, con tanto de Abdullah a pase del de Sanlúcar. Igualada más que perseguida y justa.
Con el 1-1, el Mirandés salió de nuevo de su campo y sumó varias llegadas a los dominios de Cifuentes, hasta el pitido arbitral en mitad de una jugada amarilla. Como para no quejarse.
Con alternativas en el juego se reinició la partida –y el cambio de Servando por Sankaré en la defensa-, con ambos conjuntos buscando de alguna manera la victoria, sin mucha concreción; con más convicción, los de Cervera. Lo más destacado, en el 9, un disparo de lejos de Brian Oliván arrancaba el uyy del personal.
Ya pasada la media hora, la grada vio un penalti en el área visitante al propio Oliván, y lo protestó sonoramente, pero el árbitro ni se inmutó. Y quien la sigue, la consigue: a continuación, en el 35, Ortuño prácticamente en línea remataba con el pecho un pase de Aitor –en el campo desde poco antes por Salvi-, desatando la locura en Carranza: ¡qué bonita está mi Cái, cuando llega el carnaval!
Se confirmaba otra remontada sin sufrir en exceso en los minutos finales –salvo un disparo lejano de Usero en el descuento que hizo esmerarse a Cifuentes-, se alcanzan los 40 puntos en la clasificación –el objetivo para no descender eran los 50…-, y se mete presión a los de arriba, Levante y Girona. Y la semana que viene se puede abrir brecha con el cuarto, con la visita al campo del Getafe. Todo invita a soñar despiertos. El secreto, a voces, es no rendirse. DIARIO Bahía de Cádiz
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