¿Se acabó el Carnaval 2016? “Que arda el momo, si es que tiene que arder. Pero que el fuego de la fiesta no lo apague nadie”, sentenciaba desde San Antonio el escritor y periodista Juan José Téllez, encargado de recuperar, tras un año de parón, la figura del Gran Momo y su pregón, antes de la quema, que de forma oficiosa marca la llegada de la Cuaresma, en la víspera del miércoles de ceniza. Mas al presente Carnaval de Cádiz le queda todavía… Carnaval, flamenco, periodismo… pusieron el acompañamiento a la parrafada “paranormal” entre prosa y verso de Momo con su toque de guasa y de compromiso social, salpicada de gaditanismo e inconformismo: “soy del Cádiz que espera al rey con pancartas y no con banderitas bicolores, gaditano del Cádiz que mira al mundo y no del que se mira el ombligo”.
¿Se acabó el Carnaval 2016? “Que arda el momo, si es que tiene que arder. Pero que el fuego de la fiesta no lo apague nadie”, sentenciaba en la noche del martes día 9 desde el tablao de San Antonio, rodeado de libros y ante una enorme luna, el escritor y periodista algecireño Juan José Téllez, encargado de recuperar, tras un año de ausencia, la figura del Gran Momo y su pregón (el último, en 2014, lo encarnaba el comparsista Tino Tovar), antes de la quema, que de forma oficiosa marca la llegada de eso que llaman Cuaresma, en la víspera del miércoles de ceniza. Mas el Carnaval de Cádiz, sigue…
Para Téllez, “Cádiz es mucho más que un punto en el mapa, es una forma de ser”, sentenciaban desde la Federación Provincial de Peñas Gaditanas en el momento de designar esta figura recuperada. Y el actual director del Centro Andaluz de las Letras (CAL) dentro de la consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se rodeó de amigos y artistas para darle forma a su pregón que muchos confrontan ya con el fallido (e incomprendido) acto de apertura de la fiesta a cargo de Pablo Carbonell el pasado sábado. Peras y manzanas, no son comparables.
Juan Ochoa (como narrador); Javier Galiana; Chipi, de La Canalla; Paco Rosado, Antonio Martín, Antonio Martínez Ares y Jesús Bienvenido, cantando a capela pasodobles de Enrique Villegas y Pedro Romero; La chirigota de las niñas; David Palomar, Anabel Rivera, Carmen de la Jara, Juan José Alba, El Junco, David Morales y Rosario Toledo; Pasión Vega cantando ‘Las habaneras de Cádiz’; Javier Ruibal; Felipe Benítez Reyes, vestido de guiri diplomático guatifó; Sergio Monroy; el cuarteto del Gago; Tamara García; y Los Guatifó. Carnaval, flamenco, periodismo… pusieron el acompañamiento a la parrafada “paranormal” entre prosa y verso de Momo con su toque de guasa y de compromiso social, salpicada de gaditanismo e inconformismo.
EL DIOS DE LOS ESCRITORES Y POETAS, Y DEL FLAMENCO
“¿Qué es un momo? –se preguntaba en la introducción el locutor isleño Juan Ochoa, cual reportero del programa de misterio de Iker Jiménez-. Los científicos no se ponen de acuerdo. Se trata de un personaje, mitad demonio, mitad sátiro, o mitad ninfo, con el permiso del Ayuntamiento, del Patronato del Carnaval y de otras autoridades competentes o tan solo como de costumbre. En algunos lugares se le llama dios y en otros sitios se le llama rey. Aquí, en Cádiz, ni rey ni Dios, sino simplemente grande, como la vida misma y el Carnaval que es su casa. El momo es el duende del Carnaval pero ya lleva un año desaparecido. Nadie sabe nada”. Y ahí surgía Téllez del humo a los sones de la melodía de ‘Soy un gnomo’… “soy un momo, el más mandanga del lugar / Fumo hierbas que yo sé que pueden curar / Soy un momo y lo único que deseo yo / es que termine pronto este pregón / Evitando a los enemigos, a los trolls y a las mofetas, / y que tengan algo de gracia mis cuartetas / Para que no termine diciendo el populacho / el pregón del gran momo ha sido un gran momorracho”.
“En la antigua Grecia, el dios momo era el dios de la ironía, el de la retranca y el de la mala leche. También era el dios de los escritores y de los poetas. Yo invoco –continuaba- al momo de Eloy Gómez Rube, a los murcios de Rafael de Cózar, a la viudita naviera de José María Pemán, a las viejas ricas que le gustaban a Pío Baroja y a los aerolitos de Carlos Edmundo de Ory, vestido de Mefistófeles, que dijo que todos estamos enfermos de libertad incurable y que mi patria es el aire que respiro. Ese es el Cádiz de los poetas, el de Cañamaque y el de Rafael Alberti, el de los letristas del Carnaval que escribieron entre líneas de los censores y el de aquellos que hoy escriben versos en el aire a pesar de todas las leyes mordaza. El Cádiz de Macías Retes, el del Quini y el del Chimenea, o de Fernando Quiñones, que también pregonó esta fiesta con sus laureles de mojarras. Quiñones, quien le escuchó decir a Hortensia Romero, La Legionaria, que con la dictadura, la mierda estaba tapada, y con la democracia, está destapada pero que en el fondo era la misma mierda”.
Téllez supo fundir en su pregón además el Carnaval al flamenco, la ciudad de los dos cantes, subiendo al escenario a Carmen de la Jara, David Palomar, Anabel Rivera, Rosario Toledo, Juan José Alba, Juan José El Junco y David Morales: “Cádiz muerto, Cádiz vivo, eterno Cádiz. Cádiz andaluz y americano, gallego y vasco. Olor a churros y a freidurías, entre pregones de Macandé, un paisaje de babis de montañeses, los fruteros pregonando en La Merced las naranjas del Tesorillo y alguien que acababa de pescar lisas vendiéndolas de extranjis en una bicicleta junto a una bocacalle de la plaza de la Cruz Verde. Por el barrio de La Viña, camisetas de tirantes esperando las batas de guatiné. Embustes de Ignacio Espeleta y de Pericón, la guasa sin trincar del Beni de Cádiz, al que no le gustaban los carnavales, y la gracia eterna de Chano Lobato, a quien le gustaban todas las máscaras que fueran capaces de romper el silencio. Esta fue la ciudad de los dos cantes, como dijo Javier Osuna. La del carnaval y la del flamenco, la que unía en las coplas a Camarón y a La Perla, a La Niña de los Peines y a Pericón. El carnaval y el flamenco se saludaron siempre desde el ojo con rejas de una guitarra, o desde un pito de caña que convierte en música al ruido del mundo”.
“EL CÁDIZ DE HOY DUERME SOBRE UN CÁDIZ ANTIGUO”
Para Momo, “la ciudad de hoy es una ciudad enmascarada. Una bahía sin blanca, la plaza de toros sin plaza de toros, la cuesta de las calesas sin calesas, cuarteles sin cuarteles, el Mora que no es el Mora, en el puerto que es el muelle, los astilleros sin astilleros. En otro tiempo, las aguas de La Caleta eran plata quieta pero todavía nadie lo cantaba y Puerta Tierra era el luto del polvorín, el silencio de San José, los chalets desperdigados por un istmo de arena que llevaba al balneario nuevo en lentos trolebuses cargados de domingo. Cádiz empezaba en El Chato, con una playa color Carmen Bustamante, pero no moría en el faro de las puercas sino en La Habana o en Montevideo”.
“Cádiz muerto y Cádiz vivo. En otro tiempo, Cádiz era una isla, pero Cádiz era el mar. Cuánto Cádiz cabía en Loreto y en los Pijamas de Ismael Beiro, en el Puntales del Club Alcázar, entre los beduinos de las Puertas de Tierra, de donde zarpa el barco a la deriva del Cádiz Club de Fútbol, un heroico submarino amarillo de goles imposibles. Cádiz también era el olor a dama de noche del cine Brunete, los dos sarcófagos fenicios rodeados por las casas del sindicato vertical, en San Severiano y en la barriada de la paz, que lleva el olor a yeso en las manos de mi padre. Cádiz de las tres marías, o de los chinchorros de Ana Salazar, del Cura Gabriel amparando en Tartesos a los refugiados del hambre. Los niños del Columela tonteaban con las niñas del Rosario, pero payos y gitanos jugaban juntos en el colegio de Franco por el Campo del Sur, no muy lejos de donde estuvo la otra plaza de toros y el futuro era una pelota de trapo chutando a puerta en el patio de La Mirandilla”.
E insistía: “el Cádiz de hoy duerme sobre un Cádiz antiguo, entre la Alameda y el Corralón, las riñas de gallos del Manteca o el Mentidero donde todavía arde la Bruja Piti. Los gaditanos de hoy llevan tres mil años de memoria pero seguro que han olvidado donde han puesto las llaves de sus sueños. Disfrutad de este Cádiz claroscuro, donde caben las calles solitarias o bullangueras, la soledad de un romancero y las cuerdas mágicas de un coro, o el alarido mirlitón de los pitos de caña”.
“SOY GADITANO DEL CÁDIZ QUE MIRA AL MUNDO Y NO DEL QUE SE MIRA EL OMBLIGO”
“La fiesta eres tú, Cádiz, que no te engañen nunca”, subrayaba Juan José Téllez en otro momento de su pregón, para leerlo y paladearlo. “Ni Momo ni Moma, ni alcaldesa ni alcalde, ni la aristocracia de los antifaces en un palco del Falla, ni los derrotistas ni los chupaculos ni los cantamañanas. Cádiz es la patria de una ciudad con alma de niña y de una niña con alma de Cádiz. Es un río en la garganta de un muchacho que calcula la matemática del compás sobre las combinaciones binarias de un pasodoble. Cádiz son cien mil Cádiz, uno por cada quien que resida a un lado y a otro de las murallas. El de las muchachas que lucen coloretes que se los pintó en los cachetes el mismo sol que a La Caleta le da el dorado. El de los dos novios que se pelean, a levante y a poniente, por una misma doncella. El del enamorado que no tiene febrero con que pagarle. O el de la comparsa del Momo, que sabía que la piedra ostionera le da a sus fachadas colorcito de canela. Welcome, vilkome, bienvenue. Parezco el coro de las niñas. Bonjour, amour, oígame, turista, que aquí nadie es turista sino viajero, y no hay forasteros sino paisanos. El rubio calienta los lunes al sol, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes y los días que sean precisos en la cola del paro. El Cádiz que ahora tiene dos puentes, para cortarlos dos veces si hiciera falta, porque las balas de goma siguen dando mal resultado y pelotas nos sobran a los gaditanos”.
Un Cádiz no, dos… “un Cádiz pastueño y otro que se aventura, una Cádiz que besa y otra que calla, un Cádiz señor y un Cádiz truhán; una Cádiz que es la mar y otra que olvidó que el mar existe. Un Cádiz que obedece y otro que resiste. Torre Mirador y Cueva de María Moco, Cádiz de forillo y Cádiz profundo. Todos somos esos dos Cádiz y Cádiz es todos nosotros. Este momo les confiesa que es medio gaditano. Soy del Cádiz de Salvochea y no del Cádiz del 36, del Cádiz que tiene que huir de Cádiz o se queda a luchar para que vuelva el Cádiz de la utopía por el bulevar de los sueños rotos (…). Pero no soy del Cádiz que se lamenta sin protestar o que se conforma con las migajas que le poder quiera regalarle. Del Cádiz que mira al pasado tan sólo para tomar impulso y no del que vive en un tiempo que nunca ha de volver. Soy del Cádiz que espera al rey con pancartas y no con banderitas bicolores, gaditano del Cádiz que mira al mundo y no del que se mira el ombligo. Y ojalá que algún día, el medio Cádiz que yo soy y el medio Cádiz que tú eres, sepamos unirlo en un Cádiz entero”.
Y de la literatura, el Carnaval, el flamenco, el Cádiz de ayer que debe mirar al futuro sin conformarse, se pasaba al periodismo, otro de los ámbitos que conoce bien este Gran Momo, recordando a Emilio López Mompell y a Jesús del Río, y dando el ‘parte’ de noticias con guasa, ironía y mucha denuncia social junto a la redactora del Diario de Cádiz Tamara García: “Ganemos Cádiz ha elevado una propuesta para garantizar a todos los gaditanos una renta básica de alegría. Podemos pretende someterla a votación en sus círculos, de sus rectángulos y de sus cuadrados. Ciudadanos está de acuerdo siempre y cuando no salga de los fondos públicos y en el PSOE, cosa rara, hay división de opiniones. El PP, eso sí, ha adelantado que presentará un recurso de inconstitucionalidad”. O bien… “en el contexto de la operación marioneta, el ministerio del interior ha anunciado que tras la detención de unos titiriteros en Madrid por apología del terrorismo, se prepara una redada contra la Tía Norica y Batillo por propaganda subversiva del gaditanismo”. O bien… “la revista Penhouse anuncia su cierre, incapaz de superar el record de Manolo Santander que logró introducir catorce carajos en las letras de su chirigota, durante su última comparecencia en el concurso del Falla: ‘Somos incapaces de competir con semejante autor’”.
LA DESPEDIDA
Y en la recta final del acto, embadurnada de compromiso y de autobiografía de quien nacido en Algeciras tiene “el privilegio de llevar dos bahías, escritas en los mapas de mi alma, con los vientos distintos y diferentes mareas, con dos mares que nunca van a ser el morir”, Ochoa anunciaba: “el Gran Momo empieza a moverse, antes de recibir la antorcha que le permitirá prenderse fuego a sí mismo. Fuentes cercanas a su misterio aseguran, sin embargo, que lo suyo este año habría decidido no quemar al Momo sino a la Cuaresma, prenderle fuego al poder y a todos aquellos que impiden, como quería la Constitución de Cádiz de 1812, que los españoles fuéramos justos y benéficos”.
“Hoy quiero quemar las llamas que queman las viviendas de los refugiados en una ciudad inglesa, la corrupción de aquellos que trafican con la esperanza de un voto, el mar que arde con viajeros a ninguna parte, los bancos que nunca pagan los platos rotos, los nadie que siguen siendo todo para Eduardo Galeano, que no era chirigotero pero hubiera merecido serlo. Quiero quemar las tarjetas black y las listas negras, el popurrí siniestro de aquellos que convierten a sus dioses en asesinos o en pederastas, los gobiernos que le han puesto precio a la enseñanza, tasas a la justicia y una ley mordaza contra la rebeldía”.
Y al mismo tiempo… “no quiero encender con el momo una hoguera sino una barbacoa donde podamos enterrar a la caballa y resucitar al Cádiz que alguna vez fue, el que encerró en la Aduana a un rey absoluto, el que se hizo cantón para ser hermano de todos los pueblos y el que me dio una medicina contra la desesperanza, el Carnaval que es tan mío como vuestro, y que no es una industria sino una hermosa manera de comportarse. Que arda el momo, si es que tiene que arder. Pero que el fuego de la fiesta no lo apague nadie”. Y con los sones del ‘Carmina Burana’ de Carl Orff, Téllez prendía fuego al muñecote en un lateral de la plaza… DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway
Las FOTOS del acto del GRAN MOMO, AQUÍ
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