JORNADA 36. El Cádiz vuelve de Pamplona con una derrota en un partido sin trascendencia –con ambos ya salvados a estas alturas- marcado por la esperpéntica actuación del equipo arbitral, que pitó dos penaltis jocosos, uno para cada equipo.
Por las bajas o por las decisiones de Álvaro Cervera, saltó al verde de El Sadar con una peculiar alineación. David Gil sustituyó al pintoresco Ledesma en la portería, Akapo acaparó el lateral diestro empujando a Iza al extremo. Mauro y Alcalá se situaron en el centro de la defensa y en la delantera Saponjic disfrutó de una nueva oportunidad de demostrar sus esquivas cualidades, acompañado en el ataque por el ubicuo Sobrino y desterrando al Choco Lozano al extremo izquierdo.
Y en el primer minuto, precisamente, estos dos jugadores crearon una buena oportunidad que, tras un bello y sedoso control, el manchego remató muy torcido. A partir de ese primer acercamiento y el posterior corner resuelto con un disparo pueril de Jonsson, en el minuto 8 los papeles se cambiaron y Sobrino cedió al hondureño, que se escapó con velocidad y también remató de aquella manera.
A pesar de estas dos ocasiones, el fútbol desplegado por ambos al inicio del partido era insípido y deslavazado, con Osasuna intentando mover la pelota ante la defensa amarilla y los visitantes cómodamente asentados en el campo como la vaca que ve el tren pasar, excepto en los momentos puntuales donde robaban y trataban de atacar, mostrando más entusiasmo que acierto.
A los 18 minutos Akapo se retiró del campo, con alguna lesión muscular y fue sustituido por Perea, que tomó el extremo izquierdo. Entonces Iza fue a la defensa, el Choco a la derecha y en realidad no cambió nada. La plantilla cadista tiene el esquema tan bien asimilado que las estampitas son totalmente sustituibles. Puede ser que al final del año este equipo fulmine el récord de la temporada 1987/1988, pero no van a eclipsar nunca la elegancia de Enrique Montero, el toque de Salazar, los fallos del Negro Cabrera ni, por supuesto, la leyenda de Jorge González. Aunque en el 31, tras una habilidosa jugada, Choco Lozano pusiera la pelota en la cabeza de Saponjic y este rematara cerca del palo pero por la parte de fuera. Este Cádiz es como unos calzoncillos viejos: te hace el apaño pero sin ningún tipo de lucimiento.
Y pese a eso y a toda la exitosa campaña, y mientras el tiempo pasaba inexorable, en el 37 se produjo un centro milimétrico de Manu Sánchez desde la izquierda que, ante la pasividad de los centrales amarillos que estaban ocupados echando de menos a Fali, permitió a Budimir gustarse con un perfecto cabezazo que se coló a la derecha de la estirada de Gil, colocando el 1-0 el marcador para los locales. Poco a poco los rojillos habían ido apretando en su actitud y mostrando un poco los dientes, y el Cádiz había dejado de robar y de salir despendolado.
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La primera parte acabó sin más novedad ni reacción de los de Cervera, que continuaban a su rollo, como una apisonadora subiendo la cuesta de Medina, esperando algo como lo que pasó al comenzar la segunda mitad. Un manotazo de esos que antes no eran ni falta sobre la cabeza de Garrido al ir a rematar un centro fue decretado como penalti por el colegiado y su séquito de subalternos reales y virtuales, lo que permitió al delantero cedido por el Atlético de Madrid estrenarse como goleador y conseguir el empate que, visto lo visto hasta entonces, era lo más justo.
El tema del arbitraje en este campeonato es tragicómico. Se quiere convertir al fútbol en una especie de asunto mecánico e industrial, cuando lo que debería primar es la interpretación de un juez que para eso está. Si los que mandan en el tema no se fían de los árbitros y tienen que recurrir a tecnologías del futuro (de las que, y no hay que olvidarlo, alguien estará cobrando) o a un cuerpo normativo ininteligible y soviético, hay un problema muy grave.
Este deporte triunfó precisamente por su simplicidad, su ritmo y su imprevisibilidad. Si ya no hay ritmo ni es imprevisible porque la manera contemporánea de jugar es farragosa, militar, asesina de toda espontaneidad y encima intermitente debido a las florituras del VAR y la ristra interminable de cambios. Si ya no es simple por la cantidad de reglas nuevas sobre la posición de los brazos, el lanzamiento de los penaltis o las entradas por detrás. Si están transformando a las aficiones en “consumidores” y su pasión en eslóganes corporativos inventados por los departamentos de márketing de unas sociedades anónimas… entonces no sé por qué se sorprenden los Florentinos de la vida de que la gente se esté aburriendo de este deporte rey, que como el propio Borbón que nos otea desde su palacio, anda de capa caída.
Más allá de reflexiones, el encuentro en martes laborable seguía sin mucha novedad, con Osasuna volviendo a tomar el control y el Cádiz saliendo a veces con peligro, hasta que en el 75 de nuevo sobrevoló la ausencia de Fali sobre los centrales gaditanos y Budimir, con una gran maniobra, lanzó un chutazo con la izquierda ante el que Gil no pudo hace nada. Los locales se volvieron a poner por delante, y Cervera puso en el campo entonces a Pombo y Negredo. Antes ya había sacado a Jairo.
Pero todo el espectáculo que den los jugadores da igual en el fondo. Para aumentar el nivel de diversión hasta límites inalcanzables está el “equipo arbitral”, que pitó un penalti posmoderno por manos de Iza tras consultar el televisor. Se rumorea que para el año que viene los fichajes estrella no van a ser Neymar, ni Mbappé ni Haaland, sino defensas mancos de los dos brazos que eviten toda posibilidad de cometer pena máxima. El 3-1 subía al marcador y duró hasta que en el minuto 90 Alberto Perea hacía el 3-2 tras un blando despeje del portero local a un centro del Choco. Y todo el mundo a su casa.
Esta derrota del Cádiz se puede considerar justa, ya que los navarros insistieron un poco más. Se notó la blandura del centro de la defensa, donde Mauro y sobre todo Alcalá anduvieron debiluchos todo el partido, y también que entre Saponjic, Lozano y Sobrino no llegan a hacer un Negredo. Un encuentro sin objetivo real que habrá servido al técnico, como decía en una rueda de prensa anterior, para sacar conclusiones sobre la continuidad de algunos el año que viene. A todos los demás nos ha valido para corroborar el despropósito en el que están convirtiendo el fútbol últimamente. Y nadie lo había pedido. Esta birriosa calamidad no era necesaria para nada. DIARIO Bahía de Cádiz
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