JORNADA 41. Sin presión alguna, con un inusual once y sobre todo con el alegrón (y resaca) en el cuerpo al saberse ya en Primera división se presentaba el Cádiz en la tarde-noche del viernes en el estadio Montilivi para disputar a puerta cerrada ante el Girona (luchando por asegurarse la promoción) la penúltima jornada unificada de Segunda en la que ya, el único aliciente para los amarillos, es seguir presumiendo del liderato, ese que ha copado prácticamente durante toda la presente campaña 2019/2020, puntuando o esperando el error del Huesca.
“Si podemos conseguirlo, perfecto, pero no me voy a enfadar si no se consigue”, reconocía Álvaro Cervera en la previa del partido, confesando que tras subir el pasado fin de semana (por la derrota del Zaragoza, ya que el propio Cádiz también cayó en casa), estaba “muy contento por nosotros, la ciudad, la afición, los jugadores. Ahora estamos tranquilos, dormimos tranquilos, solo se ven sonrisas. Ahora toca disfrutar de nuestra profesión, que es el fútbol, pero de otra manera”. E incluso ya hablaba pensando en lo que vendrá en la elite a la que vuelve el Cádiz quince temporadas después: “la filosofía no se va a cambiar. El libro será el mismo, pero habrá que releer las páginas y sacar algunas conclusiones. Con las mismas ideas no se puede ir a una liga diferente. Hay que mejorar todo, incluido yo”.
Con el bonito gesto de los catalanes haciendo pasillo a los gaditanos, comenzaba un duelo en el que, como era esperable, el peso al inicio lo asumieron los hombres de Francisco. Sólo había que ver el equipo titular cadista para saber de que lado estaban las urgencias: Cifuentes bajo palos; Akapo, Marc Baró, Fali y Sergio González, en la defensa; Augusto Fernández y Edu Ramos en el centro del campo con Bodiger más adelantado; y arriba, Alejo, Pombo y Malbašić.
En el minuto 8 ya avisaban los rojiblancos con un gol anulado tras fuera de juego, pero ese tanto sí subía al electrónico en el 21: tras una pérdida en el centro del campo, una asistencia de Gerard Gumbau iba para la carrera de Stuani que sorteaba al albaceteño y marcaba a portería vacía.
Por parte visitante, apenas se merodeaba el área contraria, salvo un tímido cabezazo de Sergio González y una falta directa ejecutada por Pombo que detenía Riesgo en dos tiempos. Sin embargo, a raíz del gol, el Girona reculaba y era el líder, serio pese a todo, el que se veía con la pelota en su poder, tratando de irse arriba, hasta el ecuador de la partida. Y como nota más destacada, la actuación del canterano debutante Marc Baró en el lateral izquierdo.
El encuentro se reiniciaba con otro traspiés: un penalti por manos de Duarte, otro debutante del Cádiz B (en Tercera) recién incorporado, que tras minutos de suspense (por aquello de que estaba siendo revisado por el VAR), acertaba a colar, como no, Stuani, en el minuto 58. Y entretanto, el Huesca ya ganaba su partido y se veía también en Primera.
Aparte de Duarte, ya estaban sobre el verde Salvi y Álvaro Giménez, y se fueron a la grada Augusto Fernández, Iván Alejo y Malbašić. Y con un cuarto de hora reglamentario por delante, se incorporaban Álex Fernández (y se notó) y Perea por Fali y Ramos.
La emoción en este periodo llegaba en el tramo final, a partir de otro penalti tonto, ahora en el otro área (un manotazo de Mojica, que encima veía la expulsión), e igualmente tras ser revisado por el VAR. Álex hacía desde los once metros el 2-1.
Los amarillos le ponían ganas para buscar el empate ante un rival a la defensiva, pero, ¡vaya!, en el 87 Alberto Perea también se iba a la caseta con roja directa por reclamar airadamente algo al árbitro. Diez contra diez, siete minutos de tiempo extra, presión del líder, ocasión lejana de Álex Fernández, cague del Girona… y los tres puntos se quedaron en casa.
El Cádiz sigue dependiendo de sí mismo para ser campeón de Segunda en la última jornada, en la que visitará el Carranza (el lunes) el Albacete, jugándose el descenso. DIARIO Bahía de Cádiz
/ FOTO: Cádiz CF