Cádiz ya está de Carnaval, tempranero Carnaval, del 4 al 14 de febrero oficialmente, pese al ¿pregón? de Pablo Carbonell, ofrecido en una Plaza de San Antonio estupefacta. El polifacético artista gaditano cogía el testigo de Merche como pregonero y… podía salir cualquier cosa. Y eso fue lo que se vio: un concierto de Los toreros muertos salpicado de autobiografía y mucho surrealismo, o no. Originalidad indefinible. Irreverencia, pero también compromiso y denuncia. Y viva Teruel. Pero ¿Cádiz?… “Por favor no saquen a los niños de Cádiz, la herida que les abrirán, sé de lo que hablo, no se cerrará nunca”, se sinceraba al finalizar este fallido acto, siendo consciente de que no supo enganchar a los presentes.
Cádiz, tras el mes de concurso en el Gran Teatro Falla, ya está de Carnaval, tempranero Carnaval, del 4 al 14 de febrero oficialmente, pese al ¿pregón? de Pablo Carbonell, ofrecido en la tarde-noche del sábado día 6 en una Plaza de San Antonio atestada y a la vez estupefacta. El polifacético artista gaditano cogía el testigo de Merche como pregonero y… podía salir cualquier cosa. Y eso fue lo que se vio: un concierto de Los toreros muertos salpicado de autobiografía sincera y humorística y mucho surrealismo, o no. Originalidad indefinible. Irreverencia, pero también compromiso y denuncia. Y viva Teruel. Pero ¿Cádiz?
Un acto que dejó en el ambiente –sonaron pitos y abucheos- una honda decepción, tras años de pregones muy aplaudidos de la misma Merche, El Love, Jorge Drexler o Niña Pastori. No se entendió ni llegó a enganchar, sobre todo porque la gente esperaba otra cosa, esperaba que supiera a Cádiz y a Carnaval. Y eso que, leído y digerido, el pregón no es un mal pregón.
“En la vida hay que escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo y dar el pregón del Carnaval de Cádiz. Ya he escrito el libro, plantado el árbol y tenido el hijo; me quedaba dar el pregón”, manifiesta Carbonell en noviembre cuando el alcalde, José María González ‘Kichi’, le hacía la propuesta y lo considera “idóneo” para este papel: “el Carnaval significa para nosotros, los gaditanos, una manera de entender la vida, de estar en el mundo y Pablo Carbonell comparte esa forma de entender la vida”.
Un pregón sin alardes en el que Carbonell –que a medida que avanzaba se daba cuenta de que no estaba conectando con el público local ni foráneo presente- disfrazado de mamarrachada fue cambiándose y quitándose elementos del tipo durante la parrafada, llegando al culmen de una alegoría ¿de la orina? al entontar su afamada ‘Agüita amarilla’. Del atril al micrófono, del micrófono al atril, mientras su grupo, aquel que tuvo su vidilla en los años ochenta del siglo pasado, le ponía banda sonora al ¿espectáculo? Contando con la colaboración testimonial de las ninfas, del Selu –antes de lo previsto, al tener que actuar en el Falla con su chirigota y Juan-, de Javier Ruibal y de Los Gandules, una banda humorística aragonesa, desconocida por estos lares.
“SER CALETERO ES UNA GRACIA QUE ESPERO ALCANZAR EN ESTA VIDA”
“Aunque haber nacido frente a la Caleta no convierte a nadie en caletero, ser caletero es una gracia que espero alcanzar en esta vida y como no creo en la reencarnación ni en la resurrección mi única oportunidad la tengo puesta en este pregón. Donde te cortan el cordón umbilical, ahí, te dejan pegado para toda la vida. Así que así estamos y…, es lo es”, manifestaba al inicio cuando aún había esperanzas entre los presentes en San Antonio.
“No puedo pretender descubrir nada al público aquí presente –recitaba a continuación- de lo que me levanta y me pone en la ciudad más antigua de Occidente. Todo se siente y todo está escrito. No descubro nada si les cuento que en ese claroscuro callejero del laberinto se columpia el tiempo que donde esté una caña con huevas aliñás en plaza Mina a las doce que se quite la plaza Mayor de la capital y su relaxin cup of cofi… Y que se me ahoga la voz ante la lucha diaria por una vida digna de la gente del barrio de la Paz, Puntales, el Populo, la Caleta y el barrio la Viña. No puedo enseñar nada a los que viven en esta ciudad de leyenda. Y los de fuera se van a encontrar con ella en cuanto se den una vuelta. Si pretendiera descubrirles que Cádiz respira arte en cada rincón sería porque me golpeé en la cabeza y me creí Cristóbal Colón”.
El actor y cantante insistía, “quiero hacer un pregón sentido, honesto y a ser posible divertirles. Ahora que lo pienso, si me hubiera presentado con este programa de gobierno habría ganado las elecciones”; y por si acaso, se ponía de rodillas y pedía “a Antonio Rico Segura, Pedro el de los Majaras, y tantas figuras del carnaval, que merecen estar aquí más que yo se cuiden la salud y los veamos aquí plantados en los venideros carnavales del futuro”.
El pregón se desarrollaba entre canción y canción, batallitas autobiográficas, humorísticas y absurdas, piropos y tópicos hacia la ciudad, y alguna que otra pullita política y social, también reparando en la exalcaldesa… “Teófila ha debido de hacer alguna cosa bien porque sino, ustedes, que no son carajotes, no la habrían votado cuatro legislaturas, pero mi opinión es que el alumbrado de la playa no era de las ‘bien mente’ hechas. Y ustedes, que no son carajotes, también la han botado. En esta ocasión botado escrito con b”.
“Pist, pist, un momento: a mí no me han robado ningún carro, a mí me han robado el corazón, y ha sido esta ciudad”, sentenciaba más adelante después de entonar un sui géneris ‘Mi carro me lo robaron’. “¿Podéis creer que cada vez que vengo la vuelvo a descubrir? Vuelvo a flipar, vuelvo a sentir esa alegría… yo debo ser gilipollas porque no entiendo por qué no me vuelvo para acá. Cádiz me cautiva una y otra vez. Por miles de cosas, su hospitalidad…”. Y aquí se acordó de “los fenicios, a los fenicios les debemos muchas cosas, nos han dado el alfabeto y a Fenicio del Toro; los tartesos que nos dejaron dos sarcófagos y más cosas…, ah, sí, la receta de la tarta de queso; los romanos, que hicieron un teatro para ir las tardes de los sábados a ver las agrupaciones y los coros y cómo bailaban las bailarinas de Gades… Todos estuvieron a gusto aquí. Bueno todos, todos no, los franceses no. ¿Por qué? Porque con las bombas que tiraban los fanfarrones se hacían las gaditanas tirabuzones”.
“La ciudad de Cádiz –añadía- le quería demostrar a los de Napoleón, y al mundo entero, que era muy capaz de crear una Constitución con la ilustración propia de las gente sin complejos de lacayos ni arrastrados, ciudadanos libres. Seguro que ya en esa época les llamaron radicales y antisistema, pero en francés”.
“VIVA TERUEL”
Uno de los momentos que empezaba a calentar, o a enfriar, según se mire, el ambiente, iba en paralelo a los gritos de “viva Teruel”, junto a los músicos aragoneses de Los gandules: “yo debería de haberle hecho una canción a Cádiz, aunque a Cádiz no le hace falta y a mí talento sí. Pero no nos importa. Podemos vivir sin ella. Como aparte de hospitalarios somos generosos. Hemos hecho una canción a una ciudad que sufre la invisibilidad y hasta se duda de su existencia: Teruel”.
Tras citar a poetas gaditanos, Carbonell volvía a mostrar su lado más comprometido: “el romanticismo es a la poesía lo que el liberalismo es a la política. Por liberalismo me refiero al que alumbró la Constitución de 1812 no al libertinaje con el que se mueven los neo-tiburones que además de robar las libertades quieren robar la palabra libertad al pueblo. Robar la libertad, o privatizarla que es como se roba ahora”.
“Creo que ‘Atún y chocolate’ –reconocía tras la aparición de Ruibal- es la película más gaditana que se ha hecho hasta ahora. No sé. Igual alguien hace otra con más poca vergüenza que yo o con más amor hacia los supuestos desposeídos, esa gente que sólo tienen el amor que se dan y que nos hacen anhelar ser como ellos”.
“NO SE LLEVEN A SUS HIJOS DE CÁDIZ”
Y también se acordaba en su pregón de los inmigrantes, de “todos los que tienen que abandonar su tierra para fabricarse un futuro o escapar de la guerra o el hambre. La gente de Cádiz ha recogido en sus playas a muchos que vienen aquí buscando el pan y la libertad que se les niega en sus lugares de origen. También por desgracia muchos gaditanos tienen que salir de esta ciudad para poder dar de comer a sus hijos. Salir de tu casa es más que una mudanza, es un exilio. Salir de Cádiz es más que un traslado, es una deportación. En mi caso me trasladaron a Huelva. Ejem”.
“Si alguna vez se quedan sin trabajo búsquelo debajo de las piedras, pero no se lleven a sus hijos de Cádiz”, subrayaba, remarcando que “detrás de mí casa había un patio y cuando yo era pequeño se jugaban varios partidos de fútbol simultáneos, haciendo regates entre niñas que saltaban el elástico. Ahora no hay ni un niño. Por favor no saquen a los niños de Cádiz, la herida que les abrirán, sé de lo que hablo, no se cerrará nunca”.
El pregón terminaba de forma improvisada, ya que era en el remate cuando debía aparecer el Selu y cantar un cuplé –hacía su cameo un rato antes por obligaciones de la chirigota-. En este colofón se descubría algo cubierto con forma de “pollete” con una tela negra junto al atril… que resultó ser un cañón de papelillos que acompaña el último tema de la noche, ese “Cuídame el pato… Manuel”, con la música del ‘We are the champions’ de Queen. Y un “¡viva Cádiz, viva el carnaval!”. Para rematar la frustrada faena, ya fuera del ¿pregón?, Los toreros muertos ofrecían un “concierto más convencional”. DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway
Las FOTOS del pregón de Pablo Carbonell, AQUÍ
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Un mamarracho. Conste que Pablo Carbonel no me cae mal, pero su pregón ha sido infumable (o de fumados, según se vea). Hay algunos que te pueden gustar más, otros menos, pero es que el de este año no ha sido pregón ni ha sido nada. Me ha dado vergüenza ajena y rabia a la vez. Sé que no lo habrá hecho a drede, pero «ese» espectáculo ha sido una falta de respeto al espíritu del carnaval gaditano. Hace tantos años que se fue de su tierra que se ha convertido en uno «de fuera». No se trataba de un concierto intimista en un garito de los madriles. Era algo mucho más grande a lo que no ha sabido estar a la altura.