CRÍTICA. El hombre tranquilo sube al escenario y su presencia se percibe más por el bullicio y la arrancada manibatiente del público, que por la turbulencia de sus movimientos en modo saludo. Sin inmutarse con el desaforado, sonoro y sincrónico batir de palmas, él –pausado, reposado y en semipenumbra– se ubica en el centro del escenario como esquivando su propia presencia.
El hombre tranquilo comienza a susurrar versos hilados en forma de canciones, canciones ahuecadas como un cesto con mimbres entrelazados en arcoíris de amor, sentimiento, denuncias, retratos de uno mismo, añoranzas compartidas…
Él no tiene voz para cantar. La música que pergeña –dos esforzados músicos completan el grupo– adorna sus relatos; porque él ha llegado para contarnos un cuento, por más que engañe al personal con el señuelo del canto adornado con las preciosistas transiciones en el subeybaja frenético de sus melodías y el pellizco de sus breves aleteos vocales.
Imprecisas las fronteras entre cantar y contar, el hombre tranquilo utiliza mil registros diferentes para cantarcontar historias dispersas y diversas, que suenan similares y distinguibles con sus miles de variaciones en las letras –susurradas bajo el son de los acordes pulsados en sus mil guitarras– dirigidas a un público dividido entre atender el reclamo de sus canciones, las exuberancia visual de las proyecciones en el ciclorama, la deglución a toda marcha de miles de mensajes y la absorbente captación de voluntades del hombre tranquilo; o abandonarse a cantar con él sus cuento-canciones, mil veces repetidas.
Él se sabe poseedor de los corazones de los presentes, que conocen al dedillo su relato, pero que desean dormir sus sueños al son de su cuento. Él inserta historias como si las inventase, aunque la tinta azul emborrone la esperanza contagiosa que escribe con tinta roja. Él nos cuenta que existen otros mundos donde anidan muchos hombres, tranquilos como él, preparando más cestos de colores conformados por bonitos versos en forma de canciones, ahuecadas como cestos con mimbres entrelazados en arcoíris, donde anidan muchos hombres, tranquilos como él, preparando más cestos de colores…
Una luna azul vigila las andanzas del hombre tranquilo que rescata dragones, el lobito bueno, los lobos malos, los cerditos, ratones y el flautista Hamelín para un cuento con la ucronía de un mundo feliz como colorín colorado. Pero a nadie engaña, porque el comer perdices exige un plus de sacrificio que estimula y azuza con tiento y tesón: “No me seas conformista”, “Acuérdate de vivir, que el miedo cambie de bando”,…
Al cabo de un tiempo, él se despide, incluso de sí mismo, con la misma tranquilidad como vino –más viejo, más cansado–, para descansarse sueños donde fabricar nuevos versos que nos hablen de un nuevo futuro. Un futuro donde nuestros nietos recuerden con emoción el cuento del hombre tranquilo. O quizá no, quizá deba aún andar por ahí el mismo hombre tranquilo reclamándonos de nuevo escapar de las garras de un futuro construido con nuestra cobardía:
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL CONCIERTO:
La llamada.
Ismael Serrano, voz y guitarra. Jacob Sureda, teclado. Juan Carlos Meliá El Pana, percusión. Programa: El día de la ira / ¿Dónde estás / Te vi / Pequeña bachata mediterránea / Absoluto / Vértigo / Últimamente / Rebelión en Hamelin / Peces de ciudad / Recuerdo / La casa y el lobo / Ahora que te encuentro / Ya ves / Todo empieza y acaba en ti / La extraña pareja / Candombe para olvidar / Te debo una canción / Papa cuéntame otra vez / La llamada / Ana / Cien días.
Lugar y día: Baluarte de la Candelaria en Cádiz, 28 de julio de 2015. Asistencia: tres cuartos de aforo.