CRÍTICA. El último concierto del ciclo organizado este verano en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz por la concejalía de Artes Escénicas fue la presentación del trío polaco Kroke, en su gira anual por España, quizá el país que más y mejor arropa al grupo. Como era de esperar, el auditorio tuvo una recepción excepcional, reflejada en el pleno de la asistencia del público y en los calurosos aplausos dispensados a cada una de sus piezas.
Ellos saben y no tienen reparo en reconocer que en España tienen más fama que en su propia tierra. Una de las razones, el trabajo infatigable de Ramón Trecet en Radio 3 en la difusión de las creaciones del trío, que en sus inicios bebieron de la fuente de la música judía klezmer, pero que por las improvisaciones variables en directo y por la mezcla con otros estilos musicales, jazz fundamentalmente, ellos prefieren definirla por dichas cualidades como “música Kroke”, una música étnico-jazz-improvisada que entusiasma y conmueve a la vez, sobre todo en las interpretaciones en directo.
Kroke significa Cracovia en yiddish, y es el nombre de su tierra, que fue la capital polaca durante un tiempo. En las fuentes de la música judia bebieron Tomasz Kukurba (viola, flauta) Jerzy Bawol (acordeón) y Tomasz Lato (contrabajo) y el regusto de delicadeza y emotividad agrilduce que transpira su música, tiene que ver con esas fuentes, que nos suena familiar también por las conexiones con la música antigua de nuestra tierra, a través de la herencia sefardí.
Hubiera sido mejor más comunicación con el público para elevar el entusiasmo de todos, para conocer las fuentes que inspiran a los creadores, en busca de la conexión con nuestras raíces, y para comprender las razones que le impulsan a seguir por un camino que cada vez se aleja más de la música étnica; pero Kroke habla al público español con su música, no con discursos; sólo unas palabras en inglés y alguna suelta en español para manifestar que estaban a gusto en Cádiz dan idea de la intensa parquedad expositiva del trío.
Las intervenciones de Kukurba fueron fundamentales para que el público no cayese en la cálida laxitud de la audición de muchas de sus melodías, conmovedoras pero construidas sobre los mismos parámetros en el acompañamiento del acordeón y el contrabajo, con muchas de sus particellas miméticamente reproducidas en ritmo, dinámica y textura.
La intervenciones improvisadas de Kukurba con la viola, que a veces utilizó como guitarra, y sus malabarismos vocales ayudados por ecos y polifonías creadas electronicamente, le dieron un protagonismo esencial en el desarrollo del concierto, en el que hicieron revivir las canciones más significativos de su carrera que tiene ya más de veinte años de existencia. DIARIO Bahía de Cádiz