El Centro Unicaja de Cultura, en la calle San Francisco de Cádiz, acoge hasta el 1 de diciembre la exposición colectiva ‘+31’, una muestra multidisciplinar de cinco artistas que reúnen en la ciudad su obra 31 años después. La exposición se compone de 42 creaciones de Manuel Cano, Candi Garbarino, Lita Mora, Antonio Alarcón y Miguel Ángel Valencia; busca mostrar los diferentes caminos recorridos por cada uno.
El Centro Unicaja de Cultura (CUC), en la calle San Francisco de Cádiz, acoge hasta el 1 de diciembre la exposición colectiva ‘+31’, una muestra multidisciplinar de cinco artistas que reúnen en la ciudad su obra 31 años después.
La exposición, organizada por la Fundación Unicaja, se compone de un total de 42 creaciones de Manuel Cano, Candi Garbarino, Lita Mora, Antonio Alarcón y Miguel Ángel Valencia. Son obras de óleo sobre tela y dibujo o aguada sobre papel, vídeo-arte, instalación, audiovisual o vinilo, además de un gran mural elaborado conjuntamente por los cinco artistas y compuesto por otras 46 obras sobre papel.
En 1984 una exposición conjunta bajo el título ‘5 pintores en, de, sobre Cádiz’ reunió a cinco creadores para abordar de forma individual un tema conjunto: Cádiz. Cada uno interpretó de forma individual la manera de concebir de forma plástica la ciudad. Por aquel entonces iniciaban su andadura en la creación artística y esa exposición no sólo fue un lugar de encuentro, debate y fructificación de una amistad que aún perdura, sino el comienzo de un camino individual de búsqueda en la creación plástica. Han pasado 31 años y esta nueva exposición quiere mostrar los diferentes caminos recorridos por cada uno, “poniendo en diálogo las obras realizadas en torno a 1984/1985 con piezas posteriores y otras de reciente ejecución.”.
El discurso narrativo de este nuevo proyecto, según se señala en un comunicado remitido a DIARIO Bahía de Cádiz, se ha planteado articulando las piezas de cada artista en el espacio expositivo, de forma que la primera sala permite a cada autor poner en relación una pieza suya realizada en torno a 1984, junto a otra de reciente ejecución. En la sala dos se entremezclan e interactúan obras de todos ellos realizadas en el trascurso de estos últimos 31 años. En la última sala, cinco espacios diferenciados, uno por cada artista, albergan las últimas propuestas de cada uno de ellos.
Esta muestra es buen exponente de la “vigencia y potencialidad” del lenguaje plástico, de modo que se hacen evidentes los posicionamientos en el ámbito de la creación contemporánea.
CINCO ARTISTAS
Manuel Cano pasa por ser un acreditado catador de paisajes urbanos. Ha sabido trasladar a la tela la textura de las paredes roídas por la sal, el efecto de la luz sobre las torres y la humedad de los aljibes que presiden los viejos patios. Su pintura ha ido haciéndose cada vez más esencial, desvistiéndose de detalles y transitando hacia los predios de la abstracción. Sus estancias en Marruecos han representado para Cano la escuela de la imagen, de la intuición, del cromatismo y de la composición audaz.
La obra de Candi Garbarino está centrada en la expresión formal y cromática. Desde sus comienzos se inclina por la expresión del color y el estudio de las formas desde un punto de vista naturalista, derivando en la evolución de la forma hacia una simplificación que a veces culmina en la abstracción expresionista. Su admiración hacia los maestros de la pintura: Velázquez, Rembrandt, Goya y los expresionistas abstractos: De Kooning, Pollock, le han marcado desde los inicios.
Lita Mora han ido configurando en sus obras un complejo entramado de formas tratadas con una técnica cada vez más depurada y exquisita. Obras de muy diversa índole: cuadros de gran formato con aplicaciones de papel pintado, composiciones heterogéneas de extraños materiales, instalaciones que recrean un cielo imaginado plagado de trocitos de papel o de pequeños lienzos.
La obra de Antonio S. Alarcón se mueve entre un tono intimista y vivencial con colores cálidos y expresivos que muestran un personal universo creativo. Sus últimas obras surgen a partir del encuentro con unos grabados de los años sesenta y setenta que muestran imágenes idílicas de paisajes, ciudades, etc.. Piensa que ese “paraíso” creado no es real, y menos en estos momentos históricos y vitales. Decide pintar sobre los mismos y aprovecha para buscar la renovación, abandonando la pintura que ha estado haciendo durante los últimos años, recuperando la frescura y la fuerza de los dibujos y apuntes que le identificaban. Como resultado se observa una serie de piezas bastante expresionistas, poco figurativas y con las que ha disfrutado enormemente. “Se acabó el paraíso” se refiere más que nada a ese festejo irónico de celebrar una ruptura con algo que él cree que nos aletarga y nos aparta de la realidad, pero en la que nos sentimos cómodos.
Finalmente, la obra de Miguel Ángel Valencia está en gran medida influenciada por el espacio geográfico donde reside. Sus conocimientos artísticos no sólo han servido para establecer una obra con criterio, argumentada en los planteamientos de un arte conceptual y acertadamente distribuida desde un ejercicio claro, riguroso y con carácter. Su producción multidisciplinar abarca aspectos de temporalidad, acontecimientos y sentimientos que suelen ser representados con un marcado carácter pedagógico, reflexivo y cargado de dosis de humor.
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