Cetárea del Sur, instalada en el recinto fiscal de la Zona Franca de Cádiz, se dedica a la comercialización y distribución de crustáceos y moluscos vivos y surte a restaurantes de Cádiz y Sevilla desde su nave de 320 metros cuadrados. La firma está a punto de cumplir la mayoría de edad con una peculiaridad: es la primera empresa especializada en este sector “dominado por hombres” dirigida por mujeres; fruto de la idea y el trabajo de Irene Sánchez de Sardi y Ana Parrabano Jiménez.
Restaurantes, pescaderías, mercados y alguna gran superficie son clientes de sus productos: ejemplares de bogavantes, langostas, centollos o almejas, por citar algunos, que ellas “cuidan” con esmero en un estudiado hábitat compuesto por piscinas en donde permanecen los animales hasta su distribución.
Sus dos responsables y creadoras eran todavía estudiantes en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Cádiz cuando cruzaron por primera vez las puertas de la Zona Franca para presentar su proyecto a un concurso de ideas convocado entonces por la institución.
Era el año 1998 y tres alumnas de la UCA se unieron para desarrollar la asignatura de creación y viabilidad de empresas. Ese fue el embrión de Cetárea del Sur, aunque “hasta llegar a la idea final se nos ocurrió de todo desde montar un cine hasta producir alimentos para peces. Hubo quien nos llegó a decir en un tono más bien despectivo que lo mejor era que nos dedicásemos a montar una gestoría y dejáramos de escudriñar en terrenos pantanosos”.
Pese a los comentarios negativos y las trabas en el proceso, continuaron su andadura y consiguieron la beca otorgada por el Consorcio. La formación, el apoyo y asesoramiento de la entidad fue clave para desarrollar un proyecto completo y muy trabajado que tuvo el reconocimiento de la Zona Franca.
“NADIE QUERÍA VENDERNOS”
Como cualquier empresario han tenido dificultades y a ello hay que añadir que “somos la única cetárea creada y dirigida exclusivamente por mujeres, lo que supuso en su principio una revolución para ciertos sectores pero no para el que nos dirigíamos, ya que nadie quería vendernos”, remarcan estas emprendedoras en el comunicado remitido por la propia Zona Franca a DIARIO Bahía de Cádiz.
“Tuvimos que demostrar que podíamos realizar tareas propias de la actividad que son bastantes duras. Ganarnos el respeto de nuestra competencia, clientes y proveedores supuso un sobreesfuerzo”, añade.
Pero recompensa. Dicen sentirse satisfechas de lo hecho y lo conseguido, de su emprendimiento, de su carrera de Empresariales, de su trabajo en el que han tenido que aprender sobre biología, sobre las condiciones de vida de los crustáceos y moluscos, su hábitat. Y fueron premiadas por su buen hacer en 2009 con un premio de la Cátedra de Emprendedores de la UCA, que muestran las dos con orgullo en su pequeña oficina.
Y es que pequeña se les está quedando ya la nave de 320 m2, más aún cuando estudian una nueva línea del proyecto que les proporcionará un mayor horizonte profesional y les creará también nuevas necesidades de espacio.
Mientras tanto siguen con su día a día de trabajo a tiempo completo y con la campaña de Navidad en puertas. “Todas las dificultades que tuvimos que solventar nos demostraron que la capacidad de perseverancia y disciplina adquiridas tanto por naturaleza y educación como por formación han sido y seguirán siendo de capital importancia en el camino emprendido”, concluyen, recordando que el apoyo de Zona Franca de Cádiz fue fundamental en sus inicios y en toda trayectoria.