“La vergüenza no es tanto vivir en la calle como consentir que nuestros vecinos no tengan otra opción y, además, les afrentemos por pobres”. Es una de las contundentes reflexiones que hacen una vez más desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha) para volver a exigir a las administraciones “un techo digno para todas las personas, no valen más excusas de quienes tienen la obligación de conseguirlo”.
En el caso concreto de la ciudad de Cádiz, el último censo promovido por el Ayuntamiento el pasado noviembre contabiliza 105 sintechos, una cifra más o menos parecida a la de los últimos años (personas que “dados sus nulos o escasos ingresos, solo les queda la calle para vivir y dormir”). Sin embargo, los recursos existentes para alojarlos son insuficientes. Y para más inri, “no les queda ni la calle pues, con unas u otras razones, son sucesivamente desalojados de los lugares públicos en que se refugian”.
Así, esta entidad recopila en el comunicado remitido a DIARIO Bahía de Cádiz que en la capital gaditana existen 32 plazas para personas sin hogar durante todo el año, que, durante la campaña de frío se incrementan en 16, lo que da un total de 48 plazas en esta temporada: “esto supone que más de la mitad de estas personas tienen que dormir forzosamente en la calle”.
Por otro lado, las plazas del centro de acogida municipal (el albergue), de 20 a 26 según temporada, son rotatorias, por lo que la estancia máxima es de unos cinco días por persona, “y al cabo de ellos debe abandonar el centro y volver a la calle hasta que, transcurridos tres o cuatro meses, vuelve a tener plaza”. Además, no pueden convivir con su pareja, en caso de tenerla; deben abandonar a sus mascotas, “que es como abandonar a su familia”; y someterse a unos horarios y reglas nada flexibles “y que pocos de los ‘con techo’ aceptaríamos”.
“Y TAMPOCO PUEDEN VIVIR EN LA CALLE”
Esta es, para la Apdha, la realidad de estas personas abocadas a vivir y dormir en la calle, o ni eso: “con unas u otras razones, son sucesivamente desalojadas de los lugares públicos en que se refugian”. Así, hubieron de abandonar el anfiteatro Pemán, la pérgola de Santa Bárbara, las bóvedas de Santa Elena y, últimamente, los bajos del balneario de La Caleta (donde recientemente se lamentaba la muerte de un sintecho).
“Son muy mal vistos y criticados y expulsados de plazas y paseos, también el mobiliario urbano se diseña de modo que no puedan dormir sobre él. Es una auténtica procesión la que tienen que hacer a la búsqueda de un lugar mínimamente amable donde acurrucarse, hasta ser nuevamente expulsados”, se denuncia.
Este colectivo lamenta que “olvidamos que son personas, las más excluidas de todas y, en la mayoría de los casos, herederas de la pobreza. Pues sí, la pobreza se hereda, se transmite de generación en generación, al igual que la riqueza, sólo que esta no nos espanta, sino que la veneramos; pero es igual de aleatoria, de ciega, llega también sin unos méritos propios previos. La diferencia es que de la pobreza hay muy pocas manos que quieran ayudarte a salir. La mayoría señala al pobre como causante de su situación sin mirar más allá y ver los condicionantes que acompañan a cada vida y que nuestra sociedad perpetúa con su falta de equidad”.
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía insiste en que en Cádiz “hace falta poner fin a esta procesión continúa e inhumana” y para ello deben las administraciones determinar, “de manera decidida”, medidas “convenientemente presupuestadas” que den techo digno a ese centenar de personas, “junto a un apoyo profesional para ayudarlas a rehacer sus vidas”.
Empezando por un albergue “más amplio, mejor equipado y más flexible en sus normas y horarios”, y pasando por disponer de viviendas donde alojarlas ya que “haberlas haylas: resuena estrepitosamente las viviendas vacías de los fondos buitres, de los bancos, de la iglesia…”. “La propiedad privada no puede ser ilimitada y permitirse arrollar sin pudor los derechos de las personas”, sentencian desde esta entidad.
“Es signo de sensibilidades abotargadas -remata la Apdha- seguir permitiendo esta realidad en una sociedad del siglo XXI que se dice avanzada”.