CRÓNICA J-35. Séptima derrota del Cádiz en el presente campeonato, cuando empieza a doler cada punto no cosechado por la presión de los que vienen empujando por atrás y los que se pueden ir por delante. También es cierto que los de Cervera en la sobremesa de este sábado en Tarragona en ningún momento dieron la sensación de querer los tres puntos. Ni uno, y es que a la inoperancia arriba se unieron facilidades en defensa. Y lo peor de todo: falta de intensidad, de presión, de ganas, de creer en las posibilidades, de querer subir a Primera.
Así, los amarillos en el Estadi Municipal de Reus salieron a sestear y cuando se vieron por detrás en el marcador, despertaron –y no del todo- con la ansiedad de manejar la pelota sin saber qué hacer con ella, y sin inquietar a los catalanes, que luchan por alejarse del descenso frente a un rival que, en la teoría, pelea por todo lo contrario. Sin embargo, la manera de afrontar los partidos, en la práctica, cuando ya no hay nada que perder choca contra ese discurso. Y la afición está empezando a caer en el pesimismo: no es que ya no vea a este Cádiz subiendo como primero o segundo, es que se comienza a dudar de si podrá aguantar en posiciones de play off.
Los gaditanos pisaban tierras catalanas con las principales novedades de Brian Olivan en el lateral izquierdo y la vuelta de Salvi en la derecha del ataque. De este modo, el once inicial lo formaron: Cifuentes en la portería; Rober Correa, Brian, Kecojevic y Servando, en defensa; Garrido y Álex Fernández en el centro del campo y Dani Romera más adelantado; y arriba, Salvi, Álvaro y Jona.
Los locales asumieron el papel protagonista desde el primer minuto, moviendo el balón y aproximándose a los dominios cadistas con regularidad. Pronto Cifuentes ya salvaría un mano a mano con David Haro; y más adelante, Olmo disparaba pegado al palo o un cabezazo de Lekic que acababa dentro de la red, pero anulado por fuera de juego. Entre tanto, el Cádiz se dedicaba a no hacer nada, y para más inri, mostrándose endeblito en la retaguardia.
Tras el descanso, el Reus Deportiu salió arrollando y ni se habían consumido cinco minutos cuando Lekic lograba el merecido 1-0. El delantero serbio aprovechó el rechace de Alberto Cifuentes en una gran parada a tiro frontal de Carbonell. Y en la siguiente, se reclamó penalti de Brian a Yoda que se plantó en el área tras una galopada de medio campo, y podría haber significado el segundo.
Con el resultado a favor, los de López Garai fueron dejando la iniciativa a un Cádiz que buscaba alguna reacción moviendo el banquillo: entraba Aitor por Jona Mejía, quedando en punta Romera y Alvarito, y más adelante Carrillo sustituía a Dani Romera y Eugeni a Garrido. Se tuvo el balón pero no se supo qué hacer ni cómo llegarle al rival.
La impotencia se hizo desesperante, y apenas las únicas ocasiones de peligro las protagonizaría el ex del Sevilla Atlético: Carrillo no logró rematar por muy poco un centro de Salvi en el primer palo y ya en la recta final envió un balón al larguero en una acción anulada por fuera de juego.
Una nueva final malgastada en este tramo decisivo de competición. Van quedando menos, y cada vez más rivales, de los teóricamente superiores, se van sumando a la zona alta de Segunda. El domingo visitará el Carranza el Sporting, actual líder, y luego todavía habrá que jugar contra el Valladolid, el Zaragoza, el Tenerife, el Granada… O se vuelve a tener fe y ambición, pese a las evidentes limitaciones, y al menos se ofrecen sensaciones de querer sobre el campo, o el cadismo terminará la temporada en depresión. Este Cádiz no tiene ninguna presión ni obligación por ascender, pero cuando durante tantas jornadas se ha estado en lo más alto y se ha visto tan cerca esa posibilidad… DIARIO Bahía de Cádiz