En octubre de 1910 nacieron los trofeos taurinos. Ese día, el torero madrileño Vicente Pastor en la vieja plaza de Madrid, la de la carretera de Aragón, protagonizó aquel hecho histórico cuando se le otorga por primera vez, de forma seria, una oreja tras una valiente faena a un toro manso de nombre Carbonero de la ganadería de Concha y Sierra. El hecho fue objeto de un gran debate, tanto por los aficionados como por la prensa.
A Francisco Montes “Paquiro” el 20 de agosto de 1833, en San Sebastián, el Infante D. Francisco de Paula, presidente del festejo, le regala cuatro de los cinco toros lidiados aquel día. De esta forma se premiaba a los toreros tras un gran triunfo frente a su oponente.
Años después, la tarde del 29 de octubre de 1876, en la antigua plaza madrileña de la carretera de Aragón tal fue la actuación del algecireño José Lara “Chicorro” que el público, encantado por lo visto y eufórico, pide al Sr. Presidente le fuera regalado el toro que acababa de lidiar. Concedido el premio, el matador le cortaría una de sus orejas y la muestra a los presentes.
No existe constancia de estos modos y formas de concederse los trofeos hasta 22 años después con dos orejas que se le otorgan en Madrid a Leandro Sánchez de León “Cacheta”, matador de toros de Ciudad Real. A partir de ahí, las orejas empiezan a concederse a toreros cómicos en tono de mofa o burla, al recibir en el lugar del toro como premio a su actuación alguno de estos apéndices considerados despojos.
El nacimiento de los trofeos tiene como fecha oficial la del 2 de octubre de 1910. Ese día, el torero madrileño Vicente Pastor en la vieja plaza de Madrid, la de la carretera de Aragón, protagonizó aquel hecho histórico cuando se le otorga por primera vez, de forma seria, una oreja tras una valiente faena a un toro manso de nombre Carbonero de la ganadería de Concha y Sierra. El hecho fue objeto de un gran debate, tanto por los aficionados como por la prensa, que achacó su concesión a dos factores, uno al paisanaje que llenaba los tendidos y otro a la amistad personal del diestro con el Presidente del festejo de aquella tarde. La segunda vez sería para Rafael González “Machaquito”, ante el toro Zapatero de Miura el 17 de mayo de 1911. No se conocen más concesiones hasta la temporada siguiente, sería a Ricardo Torres “Bombita” el 14 de abril y a Rafael Gómez “el Gallo” el 2 de mayo. En ese mismo año, 1912, se entregaría por primera vez una oreja en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el 30 de septiembre a Joselito “el Gallo”.
A partir de aquella temporada los premios empezarían a popularizarse, a estar presente de forma rutinaria en las plazas y a expandirse por toda nuestra geografía, primero como costumbre y posteriormente como ley. Años después, el número en la concesión de trofeos se duplicó, primero con otra oreja y posteriormente con el rabo. La falta de rigor por parte de los presidentes de los festejos a la hora de concederlos y de los aficionados llevados por una excesiva generosidad triunfalista para pedirlos, devaluó su entrega hasta parecer poco la concesión del rabo, apareciendo desgraciadamente otro premio, hoy día afortunadamente desaparecido, como fue la o las patas del animal que nunca llegarían a contemplar los respectivos reglamentos.
Hoy día, la concesión de trofeos está perfectamente regulada por el Artículo 82 del Reglamento Taurino Nacional o por los autonómicos. En él, se reconocen como premios y trofeos el saludo, la vuelta al ruedo, el corte de oreja u orejas y el del rabo. El saludo, desde el callejón o desde el tercio, lo realizará el espada atendiendo a las manifestaciones del público con sus aplausos, al igual que la vuelta al ruedo. La petición mayoritaria del público será motivo suficiente para la concesión de la primera oreja por parte del Presidente. Sin embargo, la segunda de una misma res y, excepcionalmente, el rabo, será competencia única y exclusiva de la máxima autoridad que presida el festejo, quien tendrá en cuenta la petición del público, la condición de la res, la buena dirección de la lidia y la faena realizada en todos los tercios, con el capote, con la muleta y sobre todo la estocada. En cuanto a la salida a hombros por la Puerta Grande o principal de la plaza, hoy día, con la posibilidad de tener cada región su propio reglamento taurino, puede variar sensiblemente. Mientras el que rige a nivel nacional sólo estipula el corte de dos orejas en una misma tarde, independientemente del número de toros que lidie, el del País Vasco por ejemplo establece que al menos dos deberán ser de un mismo toro, o el andaluz que distingue la categoría de la plaza. En este último caso, para plazas de segunda y tercera serán dos orejas, si lidia dos toros, tres apéndices por tres toros y cuatro mínimo para seis toros. Si la plaza es de primera categoría el espada o rejoneador deberá obtener al menos dos orejas en un mismo toro a excepción de la Real Maestranza de Sevilla donde siempre serán tres para atravesar su Puerta del Príncipe, con dos en un mismo toro como un día establecieron los Caballeros Maestrantes.